Conversaciones 2
-Qué harás está tarde? – me escribió justo cuando me quedaba nada para coger el coche… miré la pantalla y como siempre mi cara de imbécil resplandecía
– Bueno tengo planes – le dije haciéndome la interesante
– A si? Y en esos planes ..estoy incluido?dime qué si… porque lo cambiaría todo…no sabes la tarde que me espera..mi mujer quiere ir de compras, cada vez tengo más claro que solo quiero estar a tu lado…
Sus palabras me inquietaban justo lo que no necesitaba…
– Tengo masaje…ya lo sabes..
– Ah sí..claro ese hombre que quiere…relajarte…sabes yo tengo muchas tácticas para ello, ven un día a mi casa y verás como te relajas.
Solté una carcajada
– Tu? Mira lo que necesita mi cuerpo ahora son unas manos expertas para relajar y creo que las tuyas harían de todo..menos eso.. jajaja
– Ya, por lo que veo estás poniendo en duda mi dotes de masajista….
– Para nada …si hasta incluso este pobre hombre intenta que me quedé dormida y aún no lo ha conseguido, voy demasiado estresada..
– Yo si que te quitaría el estrés.
Cerré los ojos mordiéndome el labio solo de pensarlo..
– Bueno te dejo luego hablamos …
– Está bien..suerte para ese pobre jubilado que va a jugar a intentar desvanecer tu mente, a mí como no me dejas!! Mira que eres mala
Sonreí despidiéndome mientras cruzaba la calle para coger el coche, aquella conversación se alargo demasiado y ya llegaba tarde y repleta de nervios.
La casa estaba en las afueras, el lugar de trabajo en el piso de abajo, allí había una sala enorme repleta de máquinas de ejercicio, y una piscina climatizada, ganas me daban de sumergirme en ella….Al final del pasillo se ubicaba la habitación ,allí me desnudé quedándome en ropa interior, mientras aquel hombre me hablaba pero yo seguía inmersa en la conversación que tuve con mi gran pecado.
Mi masajista se percató de mi estrés nada más cruzar la puerta, y me dijo una vez más que al final conseguiría relajarme, yo no lo tenía nada claro, pero le sonreía como de costumbre y me tumbe boca abajo dejando incrustada mi cara en ese cabezal agujereado que más que tranquilidad aún me daba más tormento…
Sentí una voz que me dijo…que color quieres? Me voltee como la niña del exorcista , el hombre se puso a reír mientras con un mando a distancia apuntaba hacia una lámpara..
– Verde…le dije sin pensarlo ni un un momento y cerró las luces dejando el ambiente con mi color favorito. La música celestial, típica de sesiones terapéuticas comenzó a sonar , el leve sonido de pajaritos, el eco del viento, el murmuro del agua cayendo…
El aceite impactó en mi espalda y
sus manos comenzaron a deslizarse con delicadeza….cerré mis ojos….
_Ya te echaba de menos- le dije subida en el coche a punto de arrancar pero al ver su mensaje, me acomode en el asiento..
– Como ha ido esa sesión de masaje…
– pues..muy bien la verdad y eso que iba estresada, por tu culpa!!
– yo? Pobre de mi…
– hoy ha sido …raro?
– Vaya, Cuéntame cariño.
Cerré mis ojos y empecé a relatar mi onírica experiencia..
Llegué y me deshice de mi ropaje, quedándome en ropa interior, me tumbe boca abajo el me preguntó que color quieres? Yo me gire y le vi con un mando a distancia apuntando a una pequeña lampara de colores. Pedí mi deseo y la habitación se oscureció, solo quedó un leve reflejo verde olor a incienso, y esa melodía tibetana de pajaritos y cascadas. Dejó caer el aceite con aroma a coco y especies, su olor me relajaba, y el recorrido por mi espalda me estremecía. Sus manos me tocaron con delicadeza, el aceite se calentaba y de repente tu voz en mi oído advirtiéndome que me relajara, que me dejase llevar por las emociones..Aquellas manos viejas se transformaron en juventud, eran las tuyas…
deslizando el aceite caliente sobre mi espalda como si escribieras un poema lento, húmedo, y cada dedo tuyo era una palabra que quemaba y excitaba al mismo tiempo.
Tus manos sabían encontrar las tensiones que no eran físicas, sino sexuales
justo ahí en el hueco donde guardaba el deseo callado.
Y cuando tus labios se acercaron, a mí piel entendí que ya no era un masaje… era una confesión sin palabras…
Te inclinaste sobre mi espalda y sentí tu aliento cálido bajar por mi nuca, tu lengua apenas rozándome , lamía mis ganas
-Relájate -me dijiste con una sonrisa traviesa, mientras tus manos resbalaban entre mis omoplatos, bajaban por mi cintura y se colaban, descaradas, por debajo de mi tanga.
Cerré los ojos de nuevo, sabiendo que ya no podía fingir porque
tus dedos no masajeaban: descubrían, acariciaban,provocaban.
Tu boca comenzó a besarme la espalda con una dulzura que contrastaba con el fuego que se encendía entre mis piernas.
Mi cuerpo empezaba a arquearse, suplicando más…
-¿ Te relajas, cielo? -preguntaste con esa voz grave que se colaba entre los latidos de mi pecho.
-Sigue -alcancé a susurrar, mientras apretaba mis muslos, imaginando donde podrías alcanzarme.
Me abriste lentamente, el aceite penetraba entre mis nalgas, atravesando el camino hacia mi vulva totalmente excitada. Tu lengua atravesó el laberinto desde el centro de mi trasero a mi sexo inquieto, vibrante ese que sientes como se expande, ese clítoris a punto del abordaje. Tus manos se adentraron mientras mi cuerpo levitaba en pompa degustando todo el infierno de atrás, hacia delante…gemi , temblé al notar tu calor, tu lengua,tus dedos dentro de mí, esos que se deshicieron entre el fuego y ese aceite tan ligero. Frotaste con más fuerza, mis jadeos eran la prueba de lo prohibido, siendo manantial de fluidos entre tus manos, y ya no había más remedio que incendiarlo. Te bajaste el bóxer y con la suavidad de aquel engranaje me posees mientras gritaba de placer. El aceite chorreaba entre nosotros, resbaladizos repletos de lujuria, de sexo sin freno, de embestidas que me hacían alcanzar el cielo. Empujabas con fuerza, con ese vaivén ..esa música, el incienso, esa bravura deliciosa locura y yo agarrada al principio de aquella camilla solo podía gritar y explotar mi agonía… Te paraste, pensé que habías llegado de hecho yo conseguí dos orgasmos pero no…me volteaste, me abriste en canal con tus besos salvajes…me agarré fuerte tras mi cabeza al cabecero de la camilla y tu de pie frente a mí sujetaste mis caderas , me empujaste dejando medio cuerpo a la deriva y por inercia mis piernas se enredaron en tu cintura, encajando tú miembro salvaje y enfermizo en un volcán que aún tenía mucha lava que explotar.
Y justo ahí , mi amor, entre nuestros cuerpos resbaladizos, tus movimientos rotativos y mi clímax pendiente de un grito…nos dejamos llevar…
– Buff cariño como me has puesto..que ganas de ese masaje..
Cerré mis ojos ,sintiendo el peso de la realidad…maldito destino!!
– Algún día amor…algún día
Esther Rodríguez
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