Capítulo 42: La misión de la educación
La noche todavía guardaba el eco de aquella confesión múltiple, donde Airi, Lena, Miyu, Reina y Sofía habían dejado en claro sus sentimientos hacia él. Kaito no había respondido con palabras, pero en su corazón ardía una emoción nueva, poderosa, que lo mantenía despierto.
Estaba en su habitación, mirando el techo cuando, de repente, la voz metálica y solemne del sistema resonó en su mente.
Nueva misión principal: Crear Escuelas Nueva misión principal
Requisito: Invertir 400 billones de yenes en un proyecto educativo global.
Recompensa: Habilidades de rango divino: Mentalidad divina (claridad, memoria infinita, pensamiento superior) y Cuerpo divino (resistencia absoluta, energía inagotable, perfección física).
Kaito se sentó al borde de la cama, procesando lo que escuchaba.
—Escuelas… —susurró para sí mismo—. Primero hospitales, ahora educación. Es como si el sistema me obligara a cambiar al mundo paso a paso.
El peso de la cifra lo impresionaba. Cuatrocientos billones. Ni siquiera la construcción de hospitales había demandado una suma tan colosal. Pero también sabía que no podía rehuir. Había llegado demasiado lejos como para detenerse.
Al día siguiente, Kaito reunió a sus padres y a Haruka en el salón principal de la mansión. Esta vez no habló del sistema, como siempre, pero compartió sus planes de manera simple, como si se tratara de una visión personal.
—He decidido que el siguiente paso será la educación. —Su voz era firme—. No basta con curar cuerpos, también hay que formar mentes. Quiero construir escuelas en distintos países, en lugares donde los niños no tienen oportunidades.
Su padre lo miró con asombro.
—Kaito, eso es enorme… ¿estás seguro de que puedes hacerlo?
—Puedo —respondió él sin titubear.
Su madre sonrió suavemente, con lágrimas en los ojos.
—Siempre soñé con que fueras alguien que dejara huella. Pero nunca imaginé algo tan grande… Estoy orgullosa de ti.
Haruka, que lo observaba en silencio, tomó su mano.
—Hermano… si vas a hacer esto, no estarás solo. Yo también quiero ayudar.
Kaito apretó su mano en respuesta.
—Gracias.
La noticia se difundió rápidamente, pues Kaito no tardó en anunciarlo en una rueda de prensa. Las cámaras captaron cada palabra:
—La educación es la base de un futuro justo. No podemos aspirar a un mundo mejor si no les damos a los niños las herramientas para crecer y soñar. Por eso, estoy comprometido en crear un sistema global de escuelas que llegue a cada rincón olvidado.
El mundo reaccionó con un estruendo. Redes sociales, noticieros y foros en línea ardieron con la noticia. Algunos lo llamaban héroe, otros un visionario.
Pero en la mansión, había cinco corazones que latían con fuerza.
Airi se tapó la boca al ver el anuncio en televisión, con lágrimas cayendo por sus mejillas.
—¿Cómo no enamorarme más de alguien así?
Lena golpeó la mesa con una sonrisa orgullosa.
—Ese hombre no solo es fuerte… está cambiando al mundo. Y yo quiero estar a su lado cuando lo logre.
Miyu saltaba de emoción, girando sobre sí misma.
—¡Es un príncipe moderno! ¡Un héroe real! Si antes estaba decidida, ahora no pienso perderlo.
Reina, con una calma elegante, se llevó una mano al pecho.
—Cada día que pasa me convenzo más de que él es único. Y quiero ser la mujer que camine junto a esa grandeza.
Sofía, en silencio, observaba la pantalla. Su rostro frío no mostraba nada, pero en lo más profundo, una determinación ardía como fuego.
—Kaito… no dejaré que otra te arrebate de mí.
Los días siguientes fueron una tormenta de reuniones y viajes. Kaito se reunió con arquitectos, pedagogos, expertos en desarrollo social y economistas. Planteó la idea de escuelas autosuficientes, con energía renovable, acceso a tecnología y programas adaptados a cada región.
—No quiero simples edificios —declaró en una junta internacional—. Quiero lugares donde cada niño pueda sentir que su vida vale, que tiene un futuro.
El desafío era monumental: terrenos, permisos, logística, transporte, materiales. Pero con la fortuna que tenía gracias al sistema, nada parecía imposible.
Y mientras el mundo veía en él a un benefactor casi divino, Kaito sabía que cada decisión lo acercaba más a la recompensa: mentalidad y cuerpo divinos.
Una noche, después de firmar contratos y cerrar acuerdos en tres países distintos, Kaito regresó exhausto a la mansión. Se dejó caer en el sillón de su oficina, con los ojos cerrados.
Fue entonces cuando escuchó pasos. Era Reina, con una copa de vino en la mano.
—Pareces un hombre que carga al mundo en sus hombros.
Kaito sonrió débilmente.
—Quizás lo estoy haciendo.
Ella se acercó, colocando la copa frente a él.
—Entonces recuerda algo: incluso Atlas necesitaba un respiro. No eres un dios, Kaito.
Él la miró fijamente.
—¿Y si un día lo llego a ser?
Reina sostuvo su mirada sin pestañear.
—Entonces yo seré quien te recuerde que aún eres humano.
Las palabras lo atravesaron. En medio de toda su grandeza, ella lo veía como un hombre, no como un ídolo. Y eso, extrañamente, lo reconfortaba.
Pero Reina no era la única. Al día siguiente, Airi apareció en la biblioteca con un cuaderno lleno de anotaciones.
—He estado investigando sistemas educativos alternativos —dijo con seriedad—. Quizás pueda ayudarte a diseñar programas especiales para los niños más pobres.
Kaito sonrió sorprendido.
—Eso sería de gran ayuda.
Ella bajó la mirada, tímida.
—No quiero ser solo alguien que te admire. Quiero ser alguien que te acompañe en tus sueños.
Más tarde, Miyu irrumpió en su sala de reuniones con un grupo de voluntarios jóvenes que había reclutado.
—¡Mira, Kaito! Todos ellos quieren trabajar gratis en la construcción. Yo también quiero poner mis manos en la obra, no solo mirar desde lejos.
Y así, una a una, las chicas fueron mostrando no solo su interés romántico, sino también su deseo de ser parte de la visión que Kaito estaba construyendo.
Kaito, aunque no lo decía en voz alta, sentía cómo su vida había cambiado de forma radical. De ser un joven cargado de tristezas y rencores, ahora era alguien que levantaba hospitales, escuelas y sueños.
Cada vez que veía a las chicas apoyándolo, cada vez que escuchaba a su familia animarlo, se daba cuenta de que la soledad ya no era parte de su vida.
Sin embargo, en su mente aún resonaba la pregunta que le había hecho al sistema noches atrás:
—¿Por qué yo?
El sistema seguía en silencio, cumpliendo únicamente con asignarle misiones y recompensas. Pero Kaito empezaba a sospechar que detrás de todo había un propósito mucho más grande que aún no alcanzaba a comprender.
El camino de los hospitales lo había llevado a ganarse la admiración mundial.
El camino de las escuelas lo llevaría a moldear el futuro de millones de personas.
Y mientras tanto, en lo más íntimo de su corazón, cinco sentimientos crecían a su alrededor, cada vez más difíciles de ignorar.
Kaito no lo sabía aún, pero aquella misión no solo transformaría el mundo… también transformaría su propio destino.
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