Capítulo 18: La Sinfonía del Reconocimiento Mundial
El gran salón de la subasta internacional aún vibraba con ecos de las últimas ofertas millonarias, pero ahora, la atmósfera había cambiado. El lujo y la codicia habían dado paso a algo inesperado: la música.
Kaito, después de haber demostrado su poder económico y estratégico, decidió que era momento de mostrar otra faceta. El sistema no solo lo había bendecido con habilidades empresariales, sino también con un arsenal de talentos musicales sobrenaturales: canto, baile, piano, composición y un oído absoluto imposible de igualar.
Las luces se atenuaron. Un piano de cola negro, brillante como el mismo cielo nocturno, fue colocado en el centro del escenario. Los presentes, magnates, aristócratas, reyes de la industria y herederos de clanes poderosos, guardaron silencio. Incluso aquellos que habían conspirado contra él no pudieron ocultar la curiosidad.
Kaito se sentó frente al piano. Cerró los ojos. Sus manos se posaron suavemente sobre las teclas. Entonces, comenzó a tocar.
La melodía que emergió no era de este mundo: cada nota parecía un hilo de seda invisible que envolvía los corazones de los presentes. La gente sintió un escalofrío recorrer su piel, lágrimas involuntarias se escaparon de algunos, y los suspiros de asombro llenaron el ambiente. La habilidad SSS de tocar el piano brillaba con toda su gloria.
—Esto… esto no es humano… —murmuró un empresario europeo, apretando el pecho con fuerza.
Pero Kaito no se detuvo ahí. Se puso de pie, y con una transición impecable, comenzó a cantar. Su voz no era solo hermosa; era como si cada palabra cantada hablara directamente al alma de cada oyente. Nobles endurecidos por la política, magnates fríos como el acero y estrellas de cine acostumbradas al glamour… todos se rindieron ante aquella voz.
Era la habilidad SSS de Cantar en su máxima expresión.
Las notas volaban, ascendían, se expandían, y la multitud cayó en un trance emocional. Algunos recordaron su infancia perdida, otros se reconciliaron mentalmente con personas que ya no estaban vivas, y unos cuantos sintieron un despertar de inspiración que los haría cambiar su vida desde ese mismo instante.
Una joven cantante latina, reconocida mundialmente, se levantó con lágrimas en los ojos.
—¡Él… él canta con el alma! ¡Nunca había escuchado algo tan puro!
A su lado, un productor musical estadounidense famoso por descubrir estrellas mundiales se llevó las manos a la cabeza.
—¡Este chico… puede dominar la industria musical global!
El murmullo creció, y pronto las cámaras de los medios internacionales, invitadas a cubrir la subasta por su importancia, apuntaron hacia Kaito. Lo que había comenzado como una exhibición improvisada se transformó en un espectáculo transmitido en vivo.
Kaito, consciente del impacto, sonrió levemente y comenzó a bailar. Su cuerpo se movió con gracia sobrenatural, como si cada movimiento estuviera coreografiado por los mismos dioses. Sus pasos eran firmes y fluidos, su presencia magnética.
Las mujeres poderosas presentes no pudieron evitar sonrojarse. Su elegancia y confianza lo hacían ver como un ídolo inalcanzable. Y, sin embargo, había en él una autenticidad que lo acercaba a todos.
Los aplausos estallaron. Personas de todas las culturas, idiomas y edades, estaban de pie, aclamándolo.
Madame Yukari, observando desde el palco principal, entrelazó las manos. Sus ojos brillaban de emoción y cálculo.
—Kaito… no solo estás destinado a dominar los negocios. El mundo del arte también te pertenece.
En ese momento, comenzaron a acercarse figuras aún más reconocidas.
Una cantante estadounidense, considerada la reina del pop mundial, lo miró con admiración y le ofreció la mano.
—Kaito, tu voz… me atravesó como un rayo. Debemos colaborar. El mundo tiene que escuchar esto.
Una estrella coreana del K-pop, rodeada por su equipo de seguridad y fans enloquecidos, le sonrió tímidamente.
—Nunca había sentido tanta presión en el escenario… hasta escucharte. Tú me inspiras.
De pronto, un anciano director de orquesta, ganador de incontables premios internacionales, se arrodilló frente al piano y, con voz temblorosa, declaró:
—Joven… usted no es un músico, usted es un milagro viviente. Permítame ser su mentor, aunque sea por un instante.
Los flashes de las cámaras explotaban sin parar. Las redes sociales estallaron. El nombre de Kaito comenzó a escalar en tendencias globales:
#KaitoElGenio, #LaVozDelAlma, #MaestroDelPiano.
El sistema, satisfecho con el desarrollo, envió una notificación invisible para los demás:
🔔 Sistema: Has activado un nuevo camino: Dominio Musical Mundial.
Beneficio: Todas las industrias artísticas del planeta reconocerán tu valor.
Recompensa oculta: apertura de alianzas globales.
Kaito no sonrió. Mantuvo la compostura, aunque en su interior entendía que esto no era más que el inicio de otra dimensión de poder.
En medio de la ovación, varias mujeres influyentes se acercaron. Herederas de familias antiguas, princesas de reinos lejanos, estrellas musicales… todas deseaban conversar con él. Algunas, incluso, con un evidente interés romántico.
Su hermana menor, Haruka, lo miraba desde el palco familiar, con el uniforme aún simple y humilde que tanto le avergonzaba. Pero en ese instante, al ver a su hermano brillar frente a todo el mundo, sus ojos se llenaron de orgullo.
—Ese es mi hermano… el que siempre me protegió. Ahora todos lo reconocen.
Su padre y su madre, aunque abrumados por la magnitud de la escena, no dejaron de sonreír. Ellos entendían que su hijo ya había trascendido cualquier límite que pudieran imaginar.
La fiesta de la subasta, que debía ser un evento de negocios, se había convertido en un concierto legendario que sería recordado durante generaciones.
Y mientras la música de Kaito seguía tocando corazones y atrayendo alianzas poderosas, en las sombras, los enemigos que planeaban su caída fruncían el ceño.
—Maldito… incluso la música lo obedece.
Lo que ellos no sabían era que ese apenas era el primer paso de un imperio artístico que Kaito estaba destinado a construir.
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