«Primero que nada, buenos días». Diría un chiste de nicho del ciberespacio inevitablemente desfasado allá por los atávicos años del 2024. Era, por lo demás, una era no carente de ingenio y, para sorpresa de nadie, tampoco de absurdo, sino ahondado en él, algo reflejado en su humor que traspasaba al ámbito fatuo de la parodia de la parodia volviendo al chiste en un producto donde la fuente de su humor era su ininteligibilidad. Tal reciclaje de algo que ya no puede ser aprovechado era la justificación para su continuidad. Pero no hay que ser tan rigurosos a pesar de que la edad promedio de estos comediantes que para esa fecha se mantenía relativamente baja. Tal es el cariz de uno de los protagonistas del libro, el más importante de las tres historias: Bobby Newmark, o como quiso ser llamado en todo el libro: «Conde Cero». Aquel protagonista, un «salchichero» entre los vaqueros del ciberespacio tal como lo afirma la traducción de Minotauro de David Tejera Expósito (2022), es, ante todo, más que un aprendiz, ya que en realidad no tuvo el tiempo, un lanzado, un adolescente impetuoso que no teme correr peligros relativamente aceptables para labrarse un camino a donde sea que lo sacase de su situación actual. Es por ello que el personaje de Bobby no deja de ser un presuntuoso con ínfulas de hacker, el haber sobrevivido a su primera incursión al ciberespacio o, mejor, al ser salvado por una anomalía de cometer un «wilson», poco le resta a su vanidad. Por eso el personaje de Bobby queda tan bien en los siguientes capítulos de la historia, cuando está en manos de gente poderosa y peligrosa como Beauvoir, Lucas y Jacky. Un joven blanquiñoso protegido por gente negra y temida del bajo mundo, cuyo asombroso poderío consiste en ser «monturas» dentro del ciberespacio para unas entidades desconocidas a los que ellos adoran como dioses vudú. ¿No se ha visto antes (o después) esta ironía en las relaciones de poder entre grupos aparentemente tan dispares en fuerzas? ¿Cualquier parecido entre la cultura rapera de hace unos años en estados unidos no puede ser acaso una sincronicidad más que un vaticinio?
Mi intención, en todo caso, no es ser puntilloso con el libro. Mas me valdría aclarar, dado que hablé de Bobby, las otras dos subtramas de la historia que se bifurcan y entrelazan en un final poco satisfactorio desde mi punto de vista. Ya tenemos la facción de Bobby y los vaqueros del vudú, pues ahora hay que agregarle la de Turner, otro de los protagonistas del libro, un mercenario cuyo campo laboral se puede comparar al de recursos humanos, sólo que a la gente que tiene que reubicar de empresa hay que colocarle chalecos antibalas y transportarlos en carros blindados de plomo que resistan radiación ionizante. A Turner, en pocas palabras, se le paga como guardaespaldas para aquellos altos ejecutivos o eminencias que quienes, estando vinculados contractualmente a una multinacional sin opción a renuncia, desean «escapar» a otra multinacional igual de opresora (?), y dado el mundo del ciberpunk toda multinacional es competencia directa de otra. Es así como el libro abre con el pedido de fuga de Christopher Mitchell desde el conglomerado Mass hacia Hosaka, pero al que termina «salvando» Turner no es a Chris, sino a su hija, Angela (Angie), una adolescente. Se descubre que toda la operación encubierta nunca tuvo como objetivo reubicar a Mitchel, sino salvar a su hija. Y cabe resaltar la gran cantidad de personajes y agentes que participan en la operación y que obviaré por razones de apatía.
La tercera y última rama de la historia tiene como protagonista a Marly Krushkhova, una mujer joven que fue despedida de una galería de arte al ser engañada por su novio e intentar, por consejo de este, vender una pieza de arte falsificada. En pleno desencanto amoroso, en bancarrota y viviendo en casa de su amiga Andrea recibe una oferta ineluctable del quizás hombre más rico del planeta, claro, si es que a eso aún se le puede llamar «hombre», Herr Josef Virek. Marly más que contratada ha sido reclutada por Virek quién ha visto en ella, en su intuición, la cualidad idónea que lo ayudará a encontrar lo que en un inicio fuera el artista detrás de unas cajas de arte y que, a la postre, resultará ser el intento de un nuevo comienzo para él en un nuevo plano ya no físico, sino virtual. Lo que comienza como una caza del tesoro para una, un escape por su supervivencia para otro y un ubicarse en el peligroso mundo de los adultos para un tercero termina decantándose en una misma situación que los involucra a los tres protagonistas como sólo las buenas novelas de intriga saben hacerlo.
Creo yo que con ello he cumplido mi cuota de resumen, aclarado eso no tengo por qué contextualizar más en cuanto a personajes y terminología, daré por hecho; primero, lo más probable, que nadie me estará leyendo; segundo, de darse el caso, que la persona haya leído la novela o la conozca; tercero, directamente no le importe que la historia le sea destripada, acaso sería una singularidad adicional sumado al hecho de estar leyendo esto, y cuarto, la que me causaría más agrado, sea esta una persona que no ha leído la novela y que más que indiferencia hacia el desglose de una historia que no conoce y que probablemente no entienda, no la tome como un adelanto o anticipo, sino que en el tiempo en que decida, él mismo, por iniciativa propia, leer la novela (o quizá nunca lo haga, eso también es válido), haya pasado tanto que apenas recuerde este escrito como una alusión lejana no ya de eventos o pareceres, sino como el último empujón, tal como un recordatorio, para leerla. Eso me agradaría más.
Empecemos, pues. En cuanto a Turner, una vez fallida la operación de Mitchell este escapa a duras penas con Angie, a quien prácticamente arrastra y acomoda en el avión a reacción donde en principio fugaría su padre. Con todos los operarios muertos, ambos casi inconscientes y el lugar hecho pedazos por un ataque inesperado que a un inicio se le atribuyó a Mass, es el piloto automático del avión quien los saca del lugar. En plena inconsciencia, Turner sueña con su hermano mayor y un bosque de ardillas, recuerdos pasados de cuanto aprendió a usar un arma y reconoció que las ardillas, a pesar de ser disparadas en un determinado sitio, al cabo de un tiempo vuelven al mismo lugar donde sus compañeras fueron muertas, situación que comprueba y sorprende a un joven Turner. Esta escena sirve como introducción a Rudy, hermano de Turner, pero también como alegoría de los hermanos como aquellas ardillas, puesto que al final de la obra, pese a todo el alejamiento que Turner profesó, termina volviendo al mismo sitio de partida, su hogar.
Sobre esta relación de hermanos no puede decirse que fuese mala, no se odian, tampoco están enemistados y apenas hay un resentimiento latente pero aminorado por el tiempo, seguramente más lacerante en cuanto su prolongada inocuidad. Rudy acoge a Turner junto a Angie con el avión a rastras y todo, sabiendo Turner que comprometía a su hermano y, luego, sabiéndolo Rudy mismo, y no por ello abandonándolo a su suerte. Un cariño disfrazado de preocupación puede pasar desapercibido, sino fuera porque Sally se muestra crítica y hasta acuciante con Turner criticándole su intempestiva llegada. De hecho, más allá de los hermanos, el personaje de Sally resulta demasiado artificial, tal que sirve sólo para darle a Angie el cuidado de alguien femenino para que su atención no sea sospecha de lascivia; aún peor, su relación con Rudy es más nominal que vacilante, es una tácita compañía con el cariño mustio de un hombre absorto en un declive lento y prolongado hacia la decadencia. Sally vive con Rudy, no ya como pareja, sino por agradecimiento por alguna vez haberla sacado de una especie de burdel, y ello vuelve grotesco que a la primera tensión sexual que surja con Turner ésta termine acostándose con él. Pero no hay que ser duros con Sally, pues el prototipo de los personajes de este género nunca deja de ser artificioso, es más, siendo un género por definición frenético, este se basta en preparar desencadenantes con apenas el contexto necesario para la puesta en escena de la acción actual y las siguientes. Es por ello que todo ocurre a una velocidad vertiginosa en la vida de los personajes, siempre están haciendo algo o yendo de un sitio a otro, hasta los recuerdos sirven para algo en concreto y muy próximo en la trama como pudimos comprobar con la introducción de Rudy. Tampoco hay que achacarle ese desliz sexual a Sally, no hay obra tan trasgresora como el ciberpunk, y no sólo en lo tecnológico ni distópico, sino en lo sexual. De la misma manera en que se le juzga a Sally se le podría juzgar a Angie (o a Gibson), quien tiene su propia escena de tensión sexual con Turner sin que este, dado que es un duro y caballeroso mercenario, intente nada fingiendo estar dormido ante esta adolescente de 16 o 17 años. Y si hay algo de lo que es culpable no es por culpa suya, sino del autor, puesto que Sally, ante todo pronóstico y de manera aún más artificial, termina quedándose con Turner al final de la novela en la misma casa de sus padres —se cumple la alegoría de las ardillas— de la que huyó toda su vida e incluso tienen un hijo, al que llevan al mismo bosque de la ardillas cumpliéndose el ciclo entre los hermanos.
La razón del porqué a mi parecer este es un fallo no es tanto la sorpresa de la culminación familiar de Turner y Sally en el fruto de un hijo, sino que junto a este final «feliz» están los otros dos igual de desconcertantes: Marly termina siendo dueña de una de las dos galerías de arte más famosas de Paris, luego de haber superado su complicada relación con Alain; y Bobby, de manera igual de sorpresiva que Turner, termina siendo pareja y guardaespaldas de Angie a quién cuya relación ata, sí, un momento significante en la vida del «Conde», pues lo salva al inicio del libro, pero que luego la única interacción que tiene con ella es el sentimiento de celos hacia Turner dejando a la interpretación de si esto es debido a que Turner representa la figura confiable que él aspira a ser o a cualquier otra cosa, pues la escena es ambigua; a todo ello es significativo que Bobby prosiga la labor trunca de Turner de ser el guardaespaldas de Angie, pues es un indicio tanto de superación personal donde, creo yo, alcanzó las expectativas que veía en ese entonces en Turner en cuanto a ser alguien que sabe valerse por sí mismo y en quién se pueda confiar, sea o no sea este el caso. Todo esto no es nada reprochable en su poco desarrollo, repito, es de lo que adolece la novela ciberpunk y a la vez es lo que le da esa vertiginosidad tan característica. Mi problema con ello, y tal vez sea uno sólo mío, es que tengo interiorizado muy dentro mío que una historia de este género tiene que acabar forzosamente con él o los protagonistas vencidos o al menos, sino muertos, sí aplastados por la inmensidad de los conglomerados, multinacionales o grupos de poder. El héroe solitario, la individualidad, siempre debe perecer ante el colectivo de la organización, sin importar cual sea el grado de humanidad que haya en ella, pues aun cuando la tecnología no ha aunado a todas estas consciencias que la componen en un todo como unidad generalizadora y, en contraparte, más sea esta una jerarquización sin cabeza o cabezas humanas gobernantes, y esto, siendo realistas con lo narrado, por nadie en específico que a la vez puede ser un todo, pero un todo vacío de humanidad, un nombre que suena a nada más que a lo que alguna vez fue un fundador muerto hace anales, hace de esta derrota más hiriente, pues no pierde la persona, pierde la humanidad presa de una creación suya e involuntaria, pero concebida por la ambición de poder que, para mayor oprobio, no tiene autonomía propia. ¿Qué sino es Hosaka o Mass? Multinacionales, conglomerados, complejos enormes, pero al final del día son sólo etiquetas, nombres de poder cuyo funcionamiento tras bambalinas son casi un secreto, en donde cada empleado hace lo que le corresponde y el resto, sin conocer el trabajo del colega anterior, continúa a su vez dicho trabajo, ya sea por un colega suyo, ya sea por otro empleado de mayor grado, al punto de sucederse las cabezas y jerarquías importando en la práctica poco la persona de turno, sino la estructura, que, y quiero recalcar esto, no presenta humanidad ni pensamiento alguno, aunque sea tratada como tal[1].
Es por eso que entes individuales, sin importar el poderío que tengan, ya sean Virek en Conde Cero o 3Jane en Neuromante están destinados a fallar y, más bien, en palabras de Andrea dichas a su amiga Marly, son anomalías y paradigmas que se resisten en un época donde la individualidad está perdiendo sus fronteras, se podría decir entonces que en el universo de Gibson hay dos vertientes, el transhumanismo individual, representado en este caso por Virek y la deshumanización ante la estructura sin consciencia propia, pero creada y dependiente de la humanidad misma que la aplasta y destruye en su individualidad, cuyos ejemplos vienen a ser Hosaka y Mass:
Ahora que lo pienso, ese Virek tuyo aparece en el manuscrito, como contraejemplo o, más bien, como una especie de evolución paralela. A ese tipo de Niza le interesa la paradoja que entraña amasar una riqueza individual en la era de las grandes corporaciones, en si algo así debería existir siquiera […] Hay muchas páginas anodinas dedicadas a la naturaleza del Hombre Masificado. Así, con mayúsculas: Hombre Masificado. Le gustan mucho las mayúsculas. Y lo de escribir no se le da muy bien.
Y sobre 3Jane y el clan orbital de Tessier-Ashpool, que nos llega desde Neurmante:
Considera que los clanes de órbita alta , como los Tessier-Ashpool, son una variante muy tardía de la aristocracia. La considera muy tardía porque el modelo corporativo no contempla la existencia de la aristocracia de por sí.
Ambos modelos, uno más caduco que otro no tienen cabida en el hoy del ciberpunk, por eso Virek termina muerto a pesar de que su interés fuese el transhumanismo como simulacro de eternidad, el hecho mismo de que muriera como individualidad lo confirma, y, acaso, ¿una vez logrado su cometido podría mantener su «yo» en el ciberespacio de forma indefinida? De esto no hay nada dicho, es necesario conocer los eventos de la secuela y final de la trilogía del ensanche para ahondar en ello. Por otro lado, no hace falta ver cómo 3Jane, en Conde Cero, termina loca y apenas se hace mención de ella.
De esta misma suerte, para bien o para mal, nuestros protagonistas no deben tener un final «feliz» en toda la perfección de la palabra. Y no es que sea un malvado en desearles un final trágico, sólo que por lo expuesto no sería un resultado consecuente. Recuerdo ahora el final de Case en Neuromante, éste tuvo éxito, completó lo que se lo había propuesto, lo que tenía que hacerse, y pese a este tuvo el final que tuvo. Sin agregar más de lo debido (no he hablado de la novela como corresponde) encuentro el final de Neuromante como una verdadera joya que sirve de ejemplo al género. Aún siento una especie de nostalgia y tristeza al pensar en Case, en su falta de voluntad y propósito.
Retornemos un poco, me he desviado demasiado del asunto con el que planeaba iniciar, pues tengo entendido que algunos personajes reaparecen en Monalisa Acelerada, última novela de la trilogía, por lo que quizá haya incurrido en una digresión infructuosa. Regresando a los hermanos, a Turner y Rudy, no es sino hasta después de su despedida cuando sabemos su trasfondo. Ya Sally lo había mencionado como un mero reproche, pues es un agregado al deterioro de Rudy, quién se ha dedicado a la bebida y si no fuera por la llegada de Turner la misma Sally se hubiese marchado. «Deberías haberte mantenido en contacto. Le habría gustado que vinieras cuando tu madre estaba moribunda». Le dice sin más, ante la respuesta de Turner: «Yo [me] fui porque aquí no pasaba nada. Rudy siempre encontraba algo que hacer. Y, al parecer, sigue encontrándolo». Turner sigue afirmando esa dicotomía de ambos sobre el permanecer y el irse, a la cual Sally reafirma con un «odia la ciudad».
Curiosamente es por medio de Angie que ahondamos en esta dicotomía o, mejor dicho, es a Angie a quién Turner le explica el asunto. Pero para que haya tal explicación tuvo antes que haber un enfrentamiento de modo que la amerite, y este se da sólo como los resentimientos largo tiempo guardados explotan, en unas últimas palabras antes de una despedida, sin oportunidad a réplicas largas e infructuosas:
Bueno —dijo Turner—, habéis hecho por mí más de lo que esperaba.
[…]
—Ella no dejaba de preguntar por ti —dijo Rudy—. La cosa se puso tan fea que ni los análogos de endorfinas alcanzaban a disimular el dolor, y más o menos cada dos horas preguntaba dónde estabas y cuándo ibas a venir.
—Te envié dinero —explicó Turner—. El suficiente como para llevarla a Chiba. Las clínicas de allí podrían haber intentado un nuevo tratamiento.
Rudy resopló.
—¿Chiba? Dios. Era una anciana. ¿De qué narices habría servido mantenerla viva unos meses más en Chiba? Lo único que quería era verte.
—Era imposible —dijo Turner […]—. Nos vemos, Rudy. […]
La escena acaba cuando una Angie ya ubicada en el aerodeslizador y sin saber bien qué pasaba pregunta «¿de quién hablan?». A lo que un Turner, seco y sin agregar más responde: «[De] Mi madre». Finalmente, luego de encender el vehículo Angie acaba el asunto con un «No llegué a conocer a la mía» sin que ello suponga, ni remotamente, algún intento de consuelo.
La razón entonces de la rencilla entre Turner y Rudy en primera instancia parece ser por el abandono del protagonista a la madre, por más que éste se defienda de que siempre le envió dinero para que pueda valerse. Y todo ese abandono, así haya pasado, hubiese sido benigno si Turner, tal como afirma su hermano, hubiese estado presente para verla morir, acaso en la practicidad un asunto nominal, pero de intención valiosa en cuanto piedad filial. Pero ¿qué razón puede tener Turner para ello? ¿No ama a su madre, acaso? La respuesta obviamente es un no, de tal manera que Rudy actúa en la forma en que lo hace obedeciendo aquello, y sobre todo porque es a través de la madre quién recordándole hasta en sus últimos momentos no muestra intención alguna de reproche. Entonces la razón real, de cuya esta última acción es apenas una consecuencia, es el deseo de Turner por irse, no estar en un mismo sitio «estancado», tal como luego afirmará a Angie; y por cómo se ha ido dejando en claro Rudy es su perfecto antítesis, aquel que nunca se fue o, mejor explicado, nunca quiso ni sintió necesidad de hacerlo. Viéndolo bien, y dado su deterioro, que en parte podría ser también debido al sufrimiento de llevar la carga de su madre por sí sólo, este estarse «aquí» es igual de enfermizo que el «irse» de Turner, cada quien sufriéndolo a su manera. Los hermanos no están enemistados entre ellos, sino entre los caminos que sienten necesario tomar en sus vidas y a los que están, por decirlo de alguna forma, obligados a obedecer. Más que un ideal o una circunstancia impuesta por la vida, cada uno ve en el otro la opción (in extremis) del camino que no quiere seguir y en contraparte busca su contrario, no sabiendo o no queriendo saber que un extremo no es mejor que el otro o que, en cualquier caso, trae cada cual dificultades distintas no por ello menos amargas.
Sabiendo ello, Angie le cuestiona a Turner sobre Rudy más adelante en el camino, pues le parecía buena persona. Ella no entiende el significado de la persona como ente individual sin el respaldo de una empresa por detrás que vele por ella, por ello encuentra a ambos como anomalías:
¿Qué le pasa a tu hermano? —preguntó al tiempo que daba un bocadillo.
—¿A qué te refieres?
—Bueno, está claro que le pasa algo… Sally dijo que no deja de beber. ¿No es feliz?
—No lo sé —respondió Turner […]— Supongo que no, pero desconozco la razón. A veces las personas se quedan «estancadas».
—¿Cuándo no tienen empresas que cuiden de ellos?
Le dio un mordisco al bocadillo. Él la miró.
—¿Te estás burlando de mí?
Ella asintió con la boca llena. Tragó.
—Un poco. Sé que hay mucha gente que no trabaja para Mass. Que nunca la ha hecho y que nunca lo hará. Tú eres, uno de ellos, y tu hermano es otro. Pero te lo estaba preguntando de verdad. Me gusta Rudy, ¿sabes? Pero parecía tan…
—Jodido —terminó la frase por ella, sin soltar el bocadillo—. Estancado. En mi opinión, hay un momento en el que la gente tiene que cambiar y, cuando no lo hacen, se quedan estancados para siempre… y Rudy no llegó a hacerlo.
—¿Cómo mi padre al quererme sacar de Mass? ¿Ese fue su cambio?
—No. Hay cambios que uno tiene que decidir por sí mismo. Imaginarse que algo mejor le espera en alguna parte…
Hizo una pausa, ya que de pronto se sintió ridículo […].
—Por eso te marchaste. Y Rudy se quedó aquí.
—Era listo. Y todavía lo es. Acumuló un buen puñado de títulos, y lo hizo todo en línea. Consiguió sacarse un doctorado en Biotecnología en Tulane cuando tenía veinte años. Y más cosas. Nunca envió un currículum a ninguna parte. Nada. […]. Supongo que en su opinión podía hacer algo por su cuenta […]. Sea como fuere se quedó. […]. Y nuestra madre enfermó, durante mucho tiempo, y yo estaba lejos…
—¿Dónde estabas?
La joven abrió el termo, y el olor a café inundó la cabina.
—Lo más lejos que pude —respondió, sorprendido por la rabia que emanaba su voz.
La conversación es muy reveladora en varios aspectos y Angie se muestra bastante inquisitiva con tan poco. Primero vemos dos ejemplos de individualidad en un mundo donde cada vez tienen menos cabida; el de Rudy, el más elemental y huraño, ese «querer hacer algo por su cuenta» no tiene esperanzas en el mundo empresarial y post empresarial del ciberpunk, incluso hoy cada vez es más difícil vivir como «freelancer» o eso es lo que creo, estoy abierto a correcciones, pues desconozco; el de Turner, quien a costo de mantener a salvo su independencia «trabaja» al margen de la ley sin depender de empresa alguna, llámese esta Hosaka o Mass, pero ello a costo de poner en peligro su vida e ir a donde se lo necesite, no es descabellado decir que depende de los informantes del bajo mundo como Conroy de la misma forma que un empleado de una empresa, en esta comparación ¿quién pierde más? Porque ambos pierden, y, una tercera opción, de contrabando (nunca mejor dicho), es la situación de Angie, que sin quererlo está en el limbo entre la individualidad que no ha pedido y que no sabe qué hacer con ella (ello teniendo en cuenta las capacidades únicas por la que es tan valiosa) y la de reclamada pertenencia de alguna de estas grandes empresas, en este caso Mass. Su situación es más precaria inclusive, pues es la más vulnerable al depender de otro ente individual.
La otra conclusión a la que llegamos es que Turner se marcha porque busca, necesita, un cambio para no quedarse estancado, y que ese cambio debe darse en el momento preciso antes de que sea demasiado tarde, a pesar de que nadie pueda decirle cuándo sea este momento o si aquel u otro es su última oportunidad. En todo caso Rudy viene a ser, según lo dicho, la consecuencia de que este cambio no se produzca, este «estancamiento»; de lo cual también se denota que es una cuestión de decisión más que de capacidad. «Hay cambios que uno tiene que decidir por sí mismo. Imaginarse que algo mejor le espera en alguna parte…» nos dice Turner, pero inmediatamente siente vergüenza de ello; el ciberpunk no es un género para nada moralista. Pero incluso aunque sean los cánones del género los que demanden que Turner no pueda aseverar aquel ideal por el que discurre su vida, es naturalmente compresible que nadie pueda aseverar que las razones por las vive sean las correctas, incluso ante la exclusividad de persona como ente irrepetible. Quizás ambas opciones estaban equivocadas y por eso ambos hermanos tuvieron diferentes consecuencias en distintos grados de tristeza, quizás ambas eran las correctas y sólo las circunstancias llevaron a que Rudy se pierda en la bebida y el tráfico ilegal de estupefacientes; y que Turner, por su parte, empezando la historia, fuese rescatado de una muerte segura al punto de que el cuerpo que hoy ostenta fuese reconstruido casi desde cero. Puede que la enfermedad de la madre y posterior muerte haya afectado más a Rudy que a Turner, pero eso sólo se puede inferir sin que haya nada escrito de por medio, sería igual de válido decir que aquellos eventos fuesen óbice para que Turner no regresara hasta que fuese totalmente obligatorio. En todo caso tenemos el efecto que produce en él sus últimas palabras como respuesta a Angie, ante la pregunta de dónde estaba él cuando su madre enfermó como interrogante de si él también se estancó.
La dicotomía de irse o quedarse está partida por el resultado negativo que es «estancarse», y acabando de concluir que ambos, quizás en diferente grado, terminaron estándolo, es decir, ambas vías conducen al estancamiento, es cuanto menos esperanzador ver la conclusión de Turner, cuyo «regresar» resulta ser una vía media y un cambio, tal vez ese verdadero «cambio» del que hablaba Turner, uno no para no estancarse, sino para salir del estancamiento, cosa que hasta ahora ninguno de los hermanos hubo de contemplar. Al parecer no hay un perentorio «para siempre» tal como Turner pensó en su momento. Aquel bosque sigue estando en el mismo sitio, no se ha movido, y tampoco las ardillas que lo habitan[2], demostrando que siempre es válido volver tal y como Turner comprueba ahora.
*
Cuando empecé a escribir sobre la novela tenía contemplado hablar únicamente sobre la relación de los hermanos, y únicamente como motivación personal de un asunto privado que no es ni remotamente tan trágico como el suyo, pero que comparte, no en esos extremos, ciertas similitudes. Inclusive lo iba a llamar «Unas palabras sobre Conde Cero«, título que tuve que cambiar al actual y que llegados a este punto no puedo sino seguir escribiendo sobre cosas que surgen a la mente mientras se hace remembranza del libro. Tengo casi la certeza de que acabado el escrito hasta antes de este aclaración (que nadie pidió) hubiese sido lo más adecuado, hubiese sido un final «limpio». Pero heme aquí justificando lo innecesario; así pues, sólo diré algunas misceláneas que llamaron mi atención.
Jaylene Slide. Vaquero del ciberespacio. Una de las mejores. Fue contratada junto a Martínez[3] para encargarse de la parte no visible del asunto de Mitchell. Mientras se efectuaba la deserción de Mitchell ambos, Martínez junto al grupo durante la operación, y ella en el primer punto de encuentro antes de la misión, tienen destinos diferentes. Martínez muere con todo el equipo (salvo Turner y Angie) y ella sobrevive, aunque no se sabe más. Hasta entonces la historia proseguía y le había perdido el rastro hasta el punto de olvidarla como personaje. Es por eso que me tomó por sorpresa cuando, una vez que Bobby se conecta a la matriz, sea ella la que lo intercepte. Me toma aún más por sorpresa no por ser inverosímil, pues las cosas son así de directas, que Jaylene haya sido pareja de Martínez, sino porque la información obedece únicamente al avance de la trama. Ya que este es el motivo por el que quiera venganza por quienes sabotearon la operación.
Dicho sea de paso, es en esos momentos, donde Bobby y su grupo están atrapados en el Hipermart, donde sucede algo aún más artificial que lo anterior. En una primera instancia Bobby no se iba a conectar solo a la matriz dada su inexperiencia, incluso posteriormente va junto a Jackie, pero el plan inicial era que sea Jammer quién dirija la incursión. Aquí es donde sucede lo forzado para que sea Bobby el cibervaquero, y cierto es que si no hubiese sido Bobby nunca Jaylene podría haberlo atrapado, pues las habilidades de Jammer son hasta más excepcionales que las de la propia Jaylene, y los hechos hubiesen sido completamente distintos. El hecho es que justo antes de aquello Jammer se lastima la mano de forma estúpida. Miento, se la cortan parcialmente volviéndolo lisiado en cuanto al tecleo, no volverá a tocar una consola como antes. Estando sitiados en su night club por una turba de adolescentes raros, a Jammer se le ocurre entreabrir la puerta y entablar diálogo con uno de ellos, obtiene como resultado que le vuelen dos dedos con una arma láser del grosor de un lápiz. No me parece creíble o, en todo caso, es un acto de torpeza muy pronunciado que suceda esto una vez se haya repasado el plan de acción.
Volviendo a Jaylene como personaje, tras contactarse con Bobby y, posteriormente, servir este como intermediario entre ella y Turner, Jaylene es provista de la información de que el culpable del fallo de la operación fue Conroy, quien ahora sabemos jugó a dos bandos por ambición, además de Hosaka a última hora se dejó comprar por Virek. Entonces, sabiendo quién es el culpable de la muerte de su pareja, que nos dice la propia Jaylene que era cuestión de tiempo de que lo confirmase, pues ya sospechaba de este, lo mata por medio de un agente suyo que destruye todo el apartamento de Conroy con él dentro. Conroy mismo viene a ser un personaje inicial que ya conocía de antes a Turner y que lo recluta para la deserción, sucede con este personaje lo mismo que con Jaylene, que apenas puedo recordarlo con claridad, pues a pesar de tener más relevancia que ella tiene el mismo grado de aparición.
Pero esto más que una queja es un parecer personal y hasta una descripción, pues como ya se ha dicho personajes así los hay por toda la novela, véase el caso de Rez que está únicamente allí para llevar a Marly a las sedes de la otrora Tessier-Ashpool o Paco cuyo propósito es ser el esbirro de Virek. Se podría decir, generalizando, que los personajes del ciberpunk, dado el frenesí de la historia que se cuenta, y que nunca está quieta, son funcionales salvo los protagonistas. Esto no tiene por qué ser malo o algo que reste a la novela porque si el género va de la derrota de la individualidad frente a los conglomerados empresariales por qué entonces detenerse en el phatos de simples nombres propios.
*
Sobre el final, sería un aclaración a destiempo decir que personajes como Bobby o Angela son apenas introducidos o presentados en este novela, es decir, y esto lo digo sin conocimiento de causa, que bien podrían ser personajes relevantes en Monalisa Acelerada, pues ambos terminan el libro siendo promesas a futuro, en el caso del «Conde», y potencialidades apenas descubiertas, en el caso de Angela.
Hablando de finales y de desarrollos que intuyo dejarán para la secuela hay algo que me deja un mal sabor de boca respecto al final de Neuromante y que no tiene el total protagonismo en esta novela, pero sí el suficiente para ser parte de una de las tres ramas de la historia y para creer que tendrá relevancia en el final de la trilogía. Al final de la anterior novela se fusionan ambas inteligencias artificiales y conciben la primera inteligencia artificial «completa» dejando una declaración impactante. Parafraseando la respuesta que le da Case ante la pregunta de «¿Ahora qué?» luego de formarse, esta responde: «Soy la primera de mi especie. Estoy iniciando una búsqueda hacia el espacio, pues otras formas de vida pueden haber llegado a la misma concepción».
Acabando así es un poco decepcionante que la inteligencia artificial haya decidido ahora dividirse en la matriz y ocupar los espacios vacíos y lejanos del ciberespacio como entes aislados y aparentemente independientes. O al menos así lo entendí en la novela, esa es la explicación de los «dioses vudú» de la facción afroamericana de Lucas, Jackie y Beauvoir. Si bien ante ellos adoptaban esos nombres y eran reconocidos como tales no hay tal cosa como «dioses» en la red, al menos no con la necesidad de adoptar nombres de los ya conocidos.
*
Sobre Virek, recapitulando, entiendo que es el «villano» principal de la novela. Y aún así no lo veo como tal. Las acciones más viles que comete son daños colaterales en pos de su objetivo. Compró a Conroy para quedarse con Mitchell (lo que no sabíamos era que no se refería a Christopher, sino a Angela) y empleó a Marley cumpliendo y pagando de acuerdo a lo estipulado, incluso en desobediencia fue benevolente, aunque bien podría ser esto porque «necesitaba» a Marly. No obstante, más vil me parece Conroy siendo su único móvil el beneficio monetario. Lo cierto es que todos buscan algo, así como en la vida. Unos medios son más benévolos que otros, cierto, pero el mismo Turner sólo buscaba completar el trabajo, uno ilegal, por dinero.
En cuanto a lo que buscaba Josef Virek era perpetuarse en la red, liberarse de este «montón de células» cómo solía afirmar. Es natural que la vida tenga un tope, pero para la gente rica, la obscenamente rica, morir no es un lujo que puedan darse. Virek hace alusión que no se le permite morir, cuanto más cada tanto soltaba alguna frase de alta sociedad como que su dinero era tanto que cada parte formaba una personalidad propia y tomaba sus propias decisiones, idea un tanto peculiar y que ayuda a definir el personaje. Lo cierto es que el personaje está sufriendo, no en vano refiere que lo que está enfermo y lo que queda de su «cuerpo» está en una cubeta enorme en algún lugar de Suiza si recuerdo bien. Incapaz de morir, Virek busca «superar la vida», una forma de transhumanismo individual en el ciberespacio. Hasta entonces lo que queda de él (en el aspecto mental) pervive en un constructo hiperrealista, que es donde se entrevista con Marly, pero eso es apenas una pobre simulación de la realidad y sólo quién la padece día a día sabe encontrarle sus defectos.
Sobre estas aspiraciones, Andrea, amiga de Marly, continuando la disertación anterior sobre las anomalías que eran Virek y Tessier-Ashpool ya anuncia su derrota:
[…]Pero cuando tu Herr Virek muera al fin, cuando no tenga espacio para agrandar esa cuba en la que se encuentra, sus intereses empresariales quedarán huérfanos de un enfoque lógico. Nuestro hombre de Niza dice que, llegados a ese punto, Virek y Compañía se fragmentará o mutará para convertirse en Cualquier Otra empresa, una verdadera multinacional, otro hogar para ese hogar para ese Hombre Masificado con M mayúscula. […]. Dice que es terrible en cierto sentido, porque queda poca gente capaz de ver los bordes.
—¿Los bordes?
—Los bordes de la multitud. Tú y yo estamos perdidas en el centro. O yo, por lo menos. —Cruzó la cocina y apoyó las manos sobre los hombros de Marly—. Debes andarte con cuidado. Una parte de ti ya está mucho más feliz, pero ahora sé que yo misma podría habérmelas arreglado para que lo estuvieses […]. Del resto no estoy tan segura… Creo que la teoría de nuestra académico queda invalidada por el hecho, más que evidente, de que a estas alturas no se pueden considerar humanos a Virek y a los suyos. Quiero que te andes con cuidado…
No creo que Virek sea el auténtico villano ni tampoco las multinacionales como Mass y Hosaka, pues a pesar de que su influencia recae en personajes como Conroy y Turner son como entes lejanos y sin cabezas definidas; eso no pasa con Virek, quién se le puede individualizar en un objetivo con nombre propio, creo que ello es su gran pecado.
*
Y no quiero dejar pasar la oportunidad para comentar una descripción que da Gibson para enfatizar la presencia que tiene Virek por medio de su dinero. En un punto de la historia Marly se siente vigilada y hasta perseguida por los recursos de Virek y nos los describe con la sensación de que ella, al caminar, conforme sigue su paso, siente cómo la ciudad misma y los edificios se van contrayendo y retorciendo hacia ella de un modo sofocante. No estoy seguro de dónde he leído una descripción similar, en todo caso, este caso de intertextualidad no puedo atribuírsela a nadie en concreto, así que espero que si es cosa de Gibson sepan disculparme sus analistas por esta equivocación. Lo importante de ello es decir que me gustó mucho y no quería pasar por alto el decirlo.
Por último, respecto al autor de las «cajas» que Virek buscaba en un inicio o, dicho mejor, Marly buscaba para Virek. Tales preciadas obras de arte de tanto valor económico como de incomprensibilidad nunca respondieron a mano «humana». Es gracioso como el «alto arte» se ha deshumanizado, se podría ver ejemplos ya desde la época de Gibson hasta hoy tanto sobre el arte en lienzo como en las esculturas donde vendría a catalogarse estas «cajas». Repito, es gracioso porque aquellas obras son piezas del origen más prosaico y heterogéneo que yacen flotando a la deriva en una sección de poca gravedad de lo que antes fuesen los núcleos de la antier Tessier-Ashpool. En aquella zona, a la que accede Marly por medio de Jones (otro personaje únicamente funcional a la trama), vienen a parar toda clase de objetos de la dinastía Ashpool que hubieron de quedar por sus dominios antes del colapso y que fueron a parar aquí. El proceso «creativo» es el siguiente. En el centro de aquella sala hay una maquina que domina el lugar, de ella una serie de brazos mecánicos terminan en pinzas y cada una, en un proceso aleatorio, coge un objeto a la deriva, le hace una antojadiza modificación que obedece a una codificación desconocida y los ensambla dentro de una caja. Una vez «terminada» no está claro si los apila en algún lugar o recae en el mismo espacio junto a los demás objetos. El siguiente paso que une la cadena al mercado de arte es Wig cogiendo la «escultura» y vendiéndolo al Finlandés en el «pozo de gravedad», apelativo para decir «la Tierra» del que nunca me cansaré de alabar a Gibson por su genio en su terminología. Considero una acto de gracia sentimental el hecho de que a pesar de todo esto Marly siga pudiendo ver la belleza latente en tal pieza de arte, y, casi como recompensa a ello, la máquina alargue uno de sus brazos para elegir una prenda suya que, junto a otros objetos varios, conciben una caja única y personalizada para Marly, de la que podrá presumir a los señorones teóricos de arte que visitarán su futura galería en París.
Notas
[1] Esto al menos hasta la irrupción de las inteligencias artificiales, pero se ha visto en Neuromante que su uso, igual que el de hoy, es la de una herramienta, a pesar de todo lo injusto que la comparación parezca. De hecho, la trama de Neuromante trata sobre el «nacimiento» de la primera inteligencia artificial completa, una verdadera. Ello despierta el nacimiento de otro nuevo paradigma que arrastra a las novelas secuelas.
[2] Ahora sin miedo a ser disparadas.
[3] A Martínez únicamente lo recuerdo por el apellido latino y, más adelante, por Jaylene.
OPINIONES Y COMENTARIOS