Coplillas de ciego en honor de Sabi Moloko

El otro día pasé revista entre mis neuronas

¡Fiiiiiiir… mes, cabronas!

¡Mirada al frente, ar!

Una detrás de otra, todas a desfilar.

Al comprobar el estado de las tropas

noté que me estaba volviendo loco,

así que me fui a tomar unas copas

al Sound Club Moloko.

Al frente de ese local

está un tipo llamado Sabino:

­Sabi, un tipo fino

aunque un poquito animal.

Lo de animal, me explico,

viene a cuento y lo digo

porque en sus tiempos

fue un temible guerrero

del Madrid tribal y callejero.

Recuerdo una ocasión

en que andaba con él de noche

por un estrecho callejón

cuando un hijoputa en su coche

arrolló mi pie del tirón:

Entonces pude ver

la furia de Sabi Moloko

arremetiendo como loco,

con justiciero afán de joder,

contra el coche del hijoputa,

que intentaba huir como una puta.

Y no sólo eso:

además tuvo el detalle

de dársela con queso

al mirar y quedarse

con el número de la matrícula.

Gracias a eso,

pude cobrarle en el juicio

al miserable cerdo

mis daños y mi perjuicio.

Además, mi amigo Sabi me ha salvado,

en incontables noches, de la ruina,

proveyéndome de copas y ejem… quina,

con mi agradecimiento emocionado.

Y es que muchas veces me ha invitado;

y otras, como un caballero se ha portado,

fiándoles las copas

a mis desquiciadas tropas:

estas pocas, torpes y locas neuronas…

¡Fiiiiiiir… mes, cabronas!

¡Mirada al frente, ar!

Una detrás de otra, todas a desfilar.

Vamos que voy como loco,

con mis compañías y tropas

a tomarme unas copas

en el Sound Club Moloko.

El caso es que todo esto viene

a que el treintaiún cumpleaños vino

de mi buen camarada Sabino;

y yo pienso: qué hay que Sabi no tiene

para ofrecerle como regalo.

Joder, qué palo

–pues sólo se me ocurre

algo que sin duda le aburre:

trenzarle unos versos

a fin de que le acompañen

en tiempos propicios o adversos.

Nacido, como yo, en el sesentaiocho,

la quinta de los mejores;

o de los peores,

pero eso sí: todos más chulos que un ocho.

Bueno, Sabi, campeón.

Entrañable amigo Sabino

amante de las mujeres y el vino.

Sabi, pedazo de cabrón.

(Dicho sea lo último

con todo cariño

–ao estilo galeguiño–

y, más que nada,

para evitar, camarada,

que algún listo se piense

que esto es obra de la mente

de algún tonto lameculos;

pero bueno:

acállense las voces

ya que tú conoces

a quien estas letras escribe

y suscribe.)

Lo dicho, compañero

en este tren de la vida

del que todos somos pasajeros.

Felicidades.

Y que cumplas muchos más

sin echarte p’atrás

en la conquista de libertades.

 

El Bicho

Madrid, a febrero de 1999

 

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