Fragmento de capítulo 30.

Fragmento de capítulo 30.

Luisa Apolinar

20/05/2025

—Dios me perdone, pero a veces… —lo pensó dos veces antes de seguir, se aclaró la garganta—. De vez en cuando me canso de estar casada.
Nos miró con culpa.
—Bienvenida a la vida real —respondió Eli.
Fonsi levantó su vaso de agua:
—Salud.

—Siento que tengo que ser todo. Trabajar, hacer la compra, lidiar con todo. Se queja si se me olvida comprarle el champú. Deja la toalla encima de la cama. Y cuando le duele la cabeza… es como si lo hubiesen operado de la vesícula.

—Y espera a tener hijos —agregó Eli—. Todo empeora. Das a luz y, a la media hora, ya eres mamá y esposa. Amamantas, te levantas de madrugada… y el resto sigue igual. Eres menos de ti y más de otros.

—Y cada día estamos peores —dijo Pilar—. Ya no hay hombres. Solo híbridos de Elsa y Hércules… o de Cenicienta y Ken.

—Yo no me he casado —intervine—, pero sí he tenido relaciones. Y honestamente, estoy cansada de resolver, de ser empoderada y autosuficiente. Mi nueva versión es: estúpida encubierta.

Todas se rieron.

—La realidad —dijo Fonsi, más seria— es que hay una escasez brutal de hombres con masculinidad sana. Ser hombre está desarmado, confundido o mal aprendido.

—Y parte de la culpa es nuestra. Como madres y como parejas, hemos romantizado actitudes que debilitan a los hombres emocionalmente.
Los criamos sin exigirles responsabilidades, los justificamos, les enseñamos que las mujeres están para servirles.

¿El resultado? Un adulto que no sabe cuidar. Solo recibir.

Como pareja, nos quedamos con hombres que no aportan emocionalmente, que no crecen, que no se comprometen.
Y aún así reciben sexo, atención, tolerancia.
Aprenden que no tienen que evolucionar para ser amados.

—Hermana, eso merece un amén —dije—. Pero también somos responsables de construirnos. No soy la referencia de lo que fueron conmigo.

—La responsabilidad de crecer como hombre no recae en las mujeres. Ni viceversa.
Cada ser humano tiene la obligación de trabajarse y sanar lo que le corresponde.

Un hombre con carácter y verdadera masculinidad sana:
• No se vuelve pasivo por una mujer fuerte.
• No se vuelve agresivo si lo desafían.
• No se desmorona porque lo mimaron.
Se hace cargo de sí mismo. Punto.

Eli suspiró:
—Muchos optamos por hacernos de la vista gorda. Dormimos juntos, pero vivimos separados. Es como fingir que escuchas a alguien: lo oyes, pero no lo escuchas.

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