Los ancianos salieron al exterior sin levantar sospechas en la residencia. Una vez fuera, les invadió el dulce aroma de los almendros en flor, presenciaron un hermoso cielo estrellado, escucharon la melodía de los grillos en medio del campo… allí compartieron su historia personal. Cuando le tocó el turno al desmemoriado Anselmo, comprendió que mientras hablara de Teresa, mientras hiciera un esfuerzo por recordarla, jamás desaparecería completamente.
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