—Buenos días, ¿hacia dónde señora?

—¿Cuál es el próximo que va a la costa?

—¿A la costa, dónde?

—Da igual, el primero que salga hacia el mar.

—El próximo es el de las 12:30 a…—el ruido de un tren que salía no le dejó oír el nombre del destino.

—Ése me va bien, ¿Cuánto es?

Ana había hecho lo que debía, no importaba ya el modo. El tren se puso en marcha para llevarla al mar, el mar que había cambiado la vida de su hermana, el mar que acogería sus cenizas, el mar que le prometía una senda de paz.

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