El silencio es el principal habitante de Alaska. Tiene una forma indefinible que hiperboliza los sentidos. Mi saliva es más dulce, los olores son más puros y el frío no molesta. Al contrario, es un recordatorio de que estoy viva. Sin embargo, a mi mente le cuesta acostumbrarse, se siente desvalida cuando solo escucha el flujo revuelto de mis pensamientos.
Los ojos, en cambio, están felices. Arañar con la mirada tanta belleza, aunque sea por un instante, es suficiente para decir: gracias.
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