Te tomé de la mano para ayudarte a dar el último paso hacia la cima del Auyantepui y redescubrí el mundo en tu rostro; luego contemplé la vegetación, la niebla, las aves… todo me susurraba que había llegado el momento. Solo éramos tú, yo, y la cúspide. Saqué la argolla, las palabras las había repasado durante la escalada. Los dos meses de planificación habían sido exitoso: estaba preparado. Sin embargo… tú ya no estás. No será posible cumplir el viaje, el sueño.

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