Aparqué el coche, avancé con decisión, la calle observaba con descaro.
Al final se hallaba el número siete, mi preferido. Me armé de valor, subí los escalones y me adentré en el lugar, sin llamar, la puerta estaba abierta, crucé, y al otro lado me encontré con mi pasado, aquel en el aún contagiaba felicidad.
De repente desperté, sólo se trataba de un buen sueño, escondí la cabeza bajo la almohada y continué durmiendo, con la certeza de saber que algún día realizaré el viaje de mis sueños.
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