—¿Por qué le crecía la nariz a Pinocho, yaya?
—Porque decía mentiras, hermosa— responde la abuela, emocionada.
Muchas noches, una abuela, su nieta y un libro gordo de cuentos cortos, tienen su paraíso. Historias de cerditos, zorros, princesas, brujas. La abuela lee despacio y la niña se inquieta. La niña pasa rápido las páginas. Cada noche parece más impaciente.
—¡Ay, yaya! ¿Dónde viven las princesas? ¿Por qué el lobo es malo? ¿Qué comen las brujas?
La abuela responde con avidez. La niña cree que la abuela es un hada mágica que la hace feliz y lo sabe todo.
Una noche la niña interrumpe la lectura de «El patito feo», —Yaya, es que todos en la clase lo tienen—
—Eres muy pequeña para tener un móvil, mi niña.
Al día siguiente, el padre, al recibir la retahíla de reproches de la yaya, le dice :“Es que quiero que tenga lo que yo no tuve”.
En la noche, con un libro en sus manos, la yaya le habla a la niña, la niña no responde. La niña ya tiene otro paraíso.
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