Me dijo que vendría, me lo prometió. El atardecer está cayendo sobre la catedral y yo espero. Con esto de que a uno le preguntan para dónde es que va y uno dice que para dónde me inviten. Me deje invitar de Luisa (pero yo le digo Lu, sólo Lu). Espérame en el parque, dijo Lu. Y hace una hora que la espero. Cada vez que Lu quiere decirme algo me hace esperar aquí, sentada en una banca, dándole de comer maíz a las palomas. Lu tiene 12 años, igual que yo. Lu vive sola con su padre; mamá no tiene, o sea, murió hace tiempo (no sé cuándo), y por eso es que ella parece saber muchas cosas sobre el mundo. Sabe cosas. Por ejemplo, fue ella la de la idea de ir a pasear cerca de los lavaderos de carros. Ese día hicimos amigos; un morochito conversador nos hizo reír, y quedamos en vernos luego, por ahí, en alguna tiendita, algún día de estos. Pero que yo sepa ese día nunca llegó. Fue ella también la de la idea de venir hoy al parque. Me dijo, Fer (ella me dice Fer y yo le digo Lu), acompáñame a dar una vuelta, y se mordió el labio. ¿A qué horas vendrás Lu? ¿Por qué siempre me haces esperar tanto? Ya hasta me estoy empezando a preocupar. Con eso que para venir aquí tuve que mentir, Lu. Le dije a mamá que iba para otro lado y que no tardaba. ¡Ay, Lu! Llega ya, por favor. Hoy hay misa de seis, lo sé por las campanas. Están sonando. ¿Y si es otra de tus mentiras, Lu? ¿Ah? Para tú hacer quién sabe qué otra cosa, ¿ah? Y quién sabe con quién, ¿ah? Como a veces me dice mamá, que no me junte contigo. Porque yo después le digo a todos que sí estuvimos juntas, y que no tuve que esperar. Que piense bien lo que voy a hacer, porque usted ya es una señorita, me dice. No sé ya cuántas cosas malas he oído decir ti, y no sé si creer. Tú lo prometiste, Lu. Y yo le prometí a mamá que sería otra. Cuando las palomas oyen tañer las campanas se alzan a volar alto, muy alto, por encima del cielo, más allá de todo. Y lo siento Luisa, pero es que oigo muy de cerca las campanas que me llaman.
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