Jovy era un niñito de ocho años, que vivía en un pequeño pueblo de la provincia de Misiones, Argentina, junto a su abuelo y madre. Durante su infancia, Jovy percibía el mundo con ojos inocentes, colmados de asombro y curiosidad. Sin embargo, un día, aconteció algo que transformó su percepción de la vida para siempre. Jovy perdió a su abuelo, quien siempre había sido su roca, su fuente de sabiduría y amor incondicional. Esta pérdida lo sumergió en un profundo dolor y lo forzó a enfrentar la realidad de la muerte y la fragilidad de la existencia, en tanto que luchaba por superar su tristeza y empezó a darse cuenta de que el mundo no era tan seguro y previsible como él creía. Con el paso del tiempo, se vió obligado a ocupar responsabilidades que antes no tenía, como ayudar en su humilde hogar a su madre en los yerbales.
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Desde sus 8 años y cada vez que llegaba el otoño, trabajaba desyerbando y cargando bultos para ayudar con el sustento familiar. Comenzaba comúnmente a las seis de la mañana, cuando los campesinos eran trasladados en camiones hasta los campos de mate extendiéndose por lo menos cinco horas. Jovy se dividía entre la escuela y los yerbales. Pero la vida del tarefero era muy sufrida, el clima era helado. Toda su infancia la pasó en la chacra en el monte, trabajaba semanalmente. Fué a la escuela hasta cuarto grado, después dejó la escuela para ir a trabajar. Prácticamente su infancia fué así, porque en la colonia era todo trabajo, no hay juguete ni juegos, era todo trabajo y más trabajo. La pérdida de la inocencia de ese niñito era consecuencia de sus condiciones de vida, grabada por una pobreza casi extrema, y el entorno rural en el que vivía en contacto directo con la naturaleza. A medida que afrontaba estos desafíos, su inocencia se disipaba paulatinamente, reemplazada por una comprensión más profunda de la vida y sus complejidades. Finalmente, el pequeño Jovy se dió cuenta de que ya no era un niño,era alguien listo para afrontar el mundo con valentía y determinación. Aunque la pérdida de su inocencia fué dolorosa, le permitió crecer y madurar de una manera que nunca habría imaginado. Con el tiempo, aprendió a abrazar su nueva perspectiva y a encontrar belleza en la complejidad de la vida adulta.
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