El Guardián de las Historias: Susurros del Bosque

El Guardián de las Historias: Susurros del Bosque

Mateo Arriz

30/01/2025

Con el sol ya elevado sobre el horizonte, Elías se quedó allí, en silencio, sintiendo la paz que regresaba al bosque. La sombra había sido derrotada, pero algo dentro de él le decía que no todo había terminado. Las cicatrices dejadas por la oscuridad aún marcaban el suelo, y el aire seguía cargado de una extraña tensión, como si el bosque, aunque libre de la sombra, estuviera esperando algo más. Algo aún más grande.

Elías caminó lentamente entre los árboles, tocando las cortezas de los troncos, como si tratara de sentir si el equilibrio se había restaurado por completo. Pero algo lo inquietaba: los símbolos que había encontrado en la piedra, aquellos que lo habían guiado en su enfrentamiento, seguían brillando en su mente, como si aún guardaran un secreto. Un secreto que, tal vez, aún no había desvelado por completo.

Esa noche, mientras se sentaba junto a la chimenea, el cuaderno antiguo descansaba sobre la mesa, esperando ser completado. Elías tomó la pluma, decidido a escribir lo que había experimentado, pero algo lo detuvo. La frase que había leído al principio seguía resonando en su mente: «Las respuestas que buscas están en las historias que aún no has contado.»

¿Qué significaba eso? Ya había contado su historia, había luchado contra la sombra y había restaurado la paz del bosque. Pero ¿qué había quedado aún por decir? ¿Qué historias necesitaban ser contadas para completar el ciclo?

Fue entonces cuando escuchó el susurro, suave al principio, como el murmullo del viento entre las hojas. Pero al escucharlo más claramente, Elías comprendió que no era el viento lo que hablaba. Era el bosque mismo, el susurro de los árboles, de la tierra, de la vida que había sido tocada por la sombra. Eran las historias de todas las almas que habían pasado por allí, buscando consuelo, buscando respuestas, y ahora él era el guardián de esas historias.

El cuaderno brilló suavemente a la luz de la chimenea. Las páginas en blanco parecían esperarlo, pero no para escribir solo sus pensamientos. Elías se dio cuenta de que la verdadera tarea que debía cumplir era dar voz a aquellas historias olvidadas, las que el bosque había guardado en silencio. Historias que debían ser contadas, no solo por él, sino por todos aquellos que alguna vez habían encontrado su refugio en el bosque.

Con una determinación renovada, Elías comenzó a escribir. Pero esta vez, no era solo su voz la que hablaba. Era la voz del bosque, la voz de los viajeros, de las almas errantes, de aquellos que habían llegado y se habían ido. Cada palabra escrita parecía resonar con una energía poderosa, como si cada historia que plasmaba en el cuaderno ayudara a sanar las heridas del bosque, a restaurar el equilibrio no solo entre la naturaleza y los hombres, sino entre todos los seres vivos.

Las estaciones pasaron, y la cabaña de Elías se convirtió en un lugar de encuentro para aquellos que buscaban la verdad, la sabiduría, el consuelo. Viajeros de tierras lejanas, aldeanos, poetas, artistas, todos llegaban atraídos por las historias que Elías compartía. Y cada uno de ellos dejaba una parte de su alma, una historia que se sumaba al legado que Elías había comenzado.

Pero mientras más historias recopilaba, más entendía Elías que el bosque no solo lo había elegido como protector, sino como narrador de un ciclo eterno. Una fuerza invisible y poderosa, que él ya no podía ver, pero que podía sentir, lo guiaba para seguir adelante. El cuaderno, ahora lleno de relatos y recuerdos, parecía ser solo una herramienta en un proceso mucho más grande.

Una noche, mientras observaba las estrellas desde la cima de la colina, Elías comprendió que el verdadero propósito de su vida no era solo vivir en armonía con la naturaleza, sino también aprender a escuchar. Escuchar las historias no contadas, escuchar los susurros del viento, escuchar la vida misma. Y, sobre todo, recordar que las respuestas no siempre se encuentran en las luchas que enfrentamos, sino en las historias que compartimos.

En ese momento, una nueva historia comenzó a tejerse, una historia que se extendería más allá de las páginas del cuaderno, más allá del bosque, más allá de Elías mismo. Una historia que, como todas las grandes historias, jamás terminaría. Porque, como él había aprendido, el verdadero legado de la vida no se encuentra en las respuestas, sino en las preguntas y en las historias que dejamos atrás.

Y así, Elías, el guardián de las historias del bosque, continuó su viaje, sabiendo que siempre habría más historias por contar, más voces por escuchar, más secretos por descubrir en el susurro de la naturaleza.

Hasta aquí llega el final de la historia de elias gracias por ver el solitario bosque 
muchas gracias si quieren que continue con esta historia dejen su comentario los quiero 

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