Elías se quedó mirando la frase que acababa de escribir. «El bosque me ha elegido. Ahora debo descubrir por qué.»
Las palabras parecían resonar en el silencio de la cabaña. Tomó aire profundamente y pasó las páginas del cuaderno con más atención. A primera vista, las historias parecían normales… pero cuando las leyó con detenimiento, notó algo extraño.
En cada relato, algunas palabras parecían estar resaltadas de forma sutil, como si la tinta fuera un poco más oscura.
Frunció el ceño y comenzó a anotar las palabras en un pedazo de papel:
«El viento canta secretos. Sigue la luz en la noche.»
Un escalofrío le recorrió la espalda.
Elías se levantó y se acercó a la ventana. Afuera, la tormenta había cesado y la luna iluminaba el bosque con una luz plateada. ¿Sigue la luz en la noche?
Sin dudarlo, tomó su abrigo, una linterna y el cuaderno, y salió.
El bosque parecía más vivo de lo normal. Las hojas susurraban, y el viento jugaba con las sombras de los árboles. Se adentró en el claro donde había encontrado la caja por primera vez y se detuvo.
De repente, una tenue luz azulada parpadeó entre los árboles. No era la luna.
Elías sintió que su corazón se aceleraba. La luz titiló una vez más y luego desapareció.
Respiró hondo y avanzó. Cada paso lo hacía sentirse más ansioso, pero también más seguro de que estaba en el camino correcto.
Entonces, vio algo.
En el tronco de un árbol viejo, apenas visible, había una inscripción tallada en la madera:
«Las respuestas están bajo la tierra donde la luna no llega.»
Elías sintió que la piel se le erizaba. ¿Qué significaba eso?
Volvió a mirar a su alrededor. A unos metros, una gran roca proyectaba una sombra oscura. Un lugar donde la luna no llegaba.
Se arrodilló y comenzó a apartar la tierra con las manos. Al cabo de unos minutos, sus dedos tocaron algo sólido.
Era otra caja, más antigua que la anterior.
Con el corazón latiéndole con fuerza, la sacó del suelo y la abrió.
Dentro, había otro cuaderno, más viejo y gastado, pero con la misma escritura elegante en la primera página:
«Elías, si has llegado hasta aquí, es porque el bosque te ha guiado. Ahora, estás listo para conocer la verdad.»
Elías sintió un escalofrío. ¿Cómo era posible que su nombre estuviera escrito allí?
El viento sopló entre los árboles, como si el bosque estuviera esperando su siguiente movimiento.
Con manos temblorosas, pasó la primera página y comenzó a leer…
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