Después de que el joven, el abuelo y la hermana llegaron al reino de Dios, se sintieron rodeados por una paz inmensa que los llenaba de esperanza. El joven, que había luchado hasta el último aliento, ahora se encontraba junto a su familia bajo la protección de Dios. Sin embargo, a pesar de la victoria momentánea, algo en su corazón seguía inquieto. Aunque había logrado salvar a su familia, aún sentía el peso de sus decisiones pasadas y el daño que había causado al aceptar la oferta del rey del mal.
Dios, sabiendo los pensamientos del joven, se acercó a él con una sonrisa compasiva.
«Has luchado bien, hijo mío», dijo el rey de Dios, su voz suave pero llena de poder. «Pero tu camino no ha terminado aún. En tu corazón hay una lección que aún debes aprender.»
El joven, con humildad, respondió: «He cometido grandes errores, mi Señor. ¿Cómo puedo redimirme?»
Dios lo miró fijamente y le dijo: «El verdadero arrepentimiento viene cuando buscas sanar lo que has roto, y no solo cuando te entregas a la voluntad divina. El reino del mal no te ofreció solo comida y riquezas, sino también una oportunidad de probar tu fe. Ahora es tiempo de que uses esa fe para sanar el mundo que has tocado.»
El joven asintió, sintiendo que, a pesar de todo lo que había sufrido, estaba siendo guiado hacia un camino de verdadera comprensión. En ese momento, el abuelo se acercó, habiendo observado en silencio la conversación.
«Mi querido nieto», dijo el abuelo con voz fuerte, «en este reino se encuentra la fuerza para redimirnos, pero también se encuentra la sabiduría para evitar los errores del pasado. Debemos aprender a vivir en armonía, no solo con la ayuda de los dioses, sino también con nosotros mismos.»
La hermana del joven, que había permanecido en silencio hasta entonces, también habló. «Yo también tengo algo que aprender», dijo, con una nueva determinación en sus ojos. «No solo podemos vivir de la gracia de Dios, sino que debemos ser la luz para otros, así como lo hemos sido en nuestras peores pruebas.»
Con el corazón lleno de nuevas resoluciones, la familia decidió que, aunque estaban a salvo en el reino de Dios, debían regresar al mundo exterior. El reino del mal seguía acechando, y había muchas almas perdidas que necesitaban ayuda. La fe, el amor y la compasión que habían recibido debían ser compartidos.
Dios, con su infinita sabiduría, les concedió una misión.
«Regresen al mundo, pero no con armas, sino con el poder del amor y la verdad. Enseñen lo que han aprendido. Ayuden a aquellos que caen en las tentaciones del mal. Y recuerden siempre que, aunque la oscuridad puede ser fuerte, la luz de la verdad siempre prevalecerá.»
Con esas palabras, la familia se despidió de Dios y comenzó su viaje de regreso al mundo. Sabían que la batalla no había terminado, pero ahora eran más fuertes, más sabios y más decididos a vivir en armonía. En sus corazones, sabían que, aunque la oscuridad seguía presente, ahora tenían una luz interior que nunca se apagaría.
Y así, comenzaron su nueva misión: sanar lo que se había roto, enseñar lo que habían aprendido, y ser la luz en el mundo que tanto lo necesitaba.
Pero el reino del mal, al enterarse de su regreso, no se quedaría quieto. Sabían que la batalla por las almas de los seres humanos no había hecho más que comenzar, y que el verdadero desafío aún estaba por venir.

OPINIONES Y COMENTARIOS