Muy lejos de la muchedumbre, dónde las autopistas y avenidas simplemente no se ven, solo se escuchan muy distante la frenética carrera de vehículos, ruidos de tubos de escapes o los bocinazos de aquellos conductores que manejan hechos unos antisociales al volante. Todo ese ensordecedor ir y venir de automóviles son parte de ese paisaje grotesco donde alguna vez estuve residiendo. Ahora estoy tratando de empezar una nueva vida, a pesar de las dificultades económicas prescindiendo de gastos innecesarios. Compras que no valgan la pena adquirirlas ni siquiera pensar en tenerlas. Me consuela saber que no existen deudas de ningún tipo , y no es que sea un avaro. No pretendemos tener la moderna tecnología en celulares, o ropas de moda, lo sustancial es alimentarse y vestirse sencillo, ¿no creen?.
En definitiva pude encontrar tranquilidad apartado del escándalo, solo a 10 kilómetros camino a la principal carretera austral con destino a un pequeño pueblo lacustre, del cual la finca “Esperanza” es mi actual asentamiento. Ahora tengo tiempo de sobra, puedo leer mis clásicos libros de aventuras o de revistas de mecánica, ya que me considero todavía un amante de las tuercas y todo lo relevante al artilugio, suena extraño pero es así. Prefiero sentirme útil en mi taller, donde afloran ideas y soluciones a los problemas técnicos, por ello realizo actividades manuales donde trabajo ocupando el tiempo armando piezas móviles.
El aeromodelismo es una de mis pasiones, me quita el sueño, puedo estar horas tratando de resolver el más mínimo detalle para ensamblar partes de un aeroplano, también dibujo bocetos de diversos aparatos voladores, por ejemplo un bombardero B-52. O tal vez el legendario caza Spitfire de la segunda guerra mundial. En el taller, podrán observar muchos ejemplares dibujados en planos, croquis y prototipos a escala mayor en caso de que algún visitante quisiera entrar a mi hogar.
Pasan los años, y me he convertido en una persona introvertida, ya no soy el de antes donde compartir con mis coterráneos era cotidiano. Las conversaciones con los amigos terminaban tarde degustando selectas botellas de vino, aquellas guardadas en la bodega de mi antigua casa en el barrio puerto. Qué tiempos aquellos, si me pudiera trasladar al pasado donde pueda volver a ver a mis camaradas, seguro nos sentaríamos todos en una gran mesa para charlar contando todas nuestras historias de aventuras y desventuras. Recuerdo a José, un joven gordito con pecas que le cubrían sus redondas mejillas, vestido con su típica polera a rayas con pantalón de cotelé le llamaban “risitas”, le causaba gracia todo y no sobre chistes o bromas, su sentido del humor era muy especial, irónico, sarcástico quizás, ya que de alguna noticia en desgracia o desfortunio de alguien reía sin consuelo, pues reírse a costa de los demás era su especialidad, su hermano era peor. Todos odiaban a los hermanos Vera, menos yo. Me causaba simpatía la forma como se comunicaba José con su hermano Antonio, él era tartamudo, así que imagínense el ejemplo a seguir. Las burlas eran rutinarias, con todo tipo de garabatos e insultos a sus oponentes por no ser compinches de las travesuras de los hermanos Vera.
Ahora estoy solo, sentado siempre en el mismo banco-silla que me regalo mi padre. Estando en el taller, la ocupo cuando realizo bocetos de planos o dibujos de modelos a escala. Y adivinen qué. Está bien coja, le he puesto un pedazo de cartón en una de sus patas para que se estabilice. Me hago acompañar en mi trabajo diario con la armoniosa música clásica, la escucho según el nivel de dificultad del plano, ya sea superficie, fondo, espacio e indudablemente la perspectiva con todos sus detalles. Voy cambiando las composiciones en conformidad a mi actividad e inspiración, según sea el estilo que logro ejecutar en la función plástica. En estos momentos estoy terminando un boceto a escala de un Spitfire 1:50 para después cambiar de 1:72. La idea es ocupar el mayor espacio posible encima de la mesa de trabajo. Así me mantengo ocupado, pensando soluciones y no creando problemas que es lo peor para un padre.
Toda esta naturaleza que simplemente invita a la reflexión e inspiración, me asombra por la hermosura de la pradera apartada del mundanal ruido que sin duda ayuda a identificarme como ser imperfecto que somos frente a esta majestuosidad del paraje. No es el panorama divino, pero si estoy más cerca de la convivencia con mi entorno. Razón por la cual he podido acercarme más al ambiente natural, desde el día que se fue mi esposa me encuentro más sensato y pensativo sin la imagen de ella.
Para entrar en materia a cerca de la vida de un solitario sin considerarme un ermitaño, durante el periodo de invierno cuando la gente del sur se encierra en sus casas producto del mal tiempo por largas semanas sin salir de los domicilios, pues la lluvia sumado a fuertes vientos hace que vivamos prácticamente preocupados del abrigo hogareño del fuego. Nuestro hábitat se reduce estar en cuatro paredes prácticamente encerrados manteniendo la combustión del hogar lo más placentero posible. Fue ahí cuando en una noche de lluvia intensa con ventarrones escuche golpear fuertemente la puerta principal de la casa (me imagine la tormenta, pero no) intranquilo fui para abrir la entrada y en cosa de segundos el aguacero baja su intensidad como también el golpeteo se detiene. No alcancé en abrir, tan pronto otra vez desesperadamente la puerta se agita con potentes percusiones en la entrada, atormentado abro el par de hojas del pórtico dejándolo de par en par, es entonces cuando aparecen de la oscuridad dos muchachos vestidos de excursionistas (aparentemente turistas), con sus mochilas, botas, pantalón y polera, todos mojados, estilando de frío con aquellas sonrisas de rostros cordiales. Yo sin pensarlo más, invito a estos jóvenes entrar. Se liberan de sus morrales, muy callados con tiritones, escalofríos que los hacían sacudir sus delgados cuerpos, intentando calmarlos les ofrezco una taza de café caliente. Voy en busca también de dos cobijas para hacer que mantengan calor. Uno de los jóvenes con su voz entrecortada que me resulto algo difícil de entender, pronuncia penosamente; “graciaasss, pero ya estamos bien, no queremooss mm….somos hermanos” (comprensible) qué más da, mi espíritu samaritano afloró, el cariño me hacía recordar a mis hijos mellizos incluso se parecen mucho a los inesperados huéspedes. La historia que me relata uno de ellos, me hace estremecer de miedo, ya que es muy similar a la tragedia de los hermanos Hunter acaecido en el verano de 1984, con la gran diferencia que estos jóvenes a mi casa pudieron llegar por el camino más próximo.
Siendo las 1:30 de la madrugada, convido a las inesperadas visitas dirigirse a las antiguas habitaciones que fueron de mis hijos. Se notaba el cansancio, así que le paso a cada uno los pijamas guardados en el clóset.
Al día siguiente me levanto muy temprano en traje de bata dedicándome a dejar preparado el desayuno, en el momento cuando dejaba las tazas y cucharas escucho venir los sutiles pasos de los jóvenes bajando las escaleras. Estando en silencio espero el “buenos días”, pero ellos no emiten ningún tipo de saludo, ni mucho menos las gracias por el aperitivo, solo se sientan para comer alborotados, engullendo todo lo que encontraban a vista y paciencia. Con tal ambiente alborozado, dando un suave golpe a la mesa con la cuchara les hago recuerdo y mis razones de la prohibición de ir al lago, diciendo con voz pausada; “lo cierto es que han habido muchos rumores con respecto a desapariciones de muchachos sobre todo adolescentes que viajan en calidad de turistas por el sector. El último caso fue en Diciembre de 1984 durante el verano, se trata de dos hermanos mellizos de 15 años que deambulaban por el área litoral, ellos andaban con mochilas, se dice que estaban vestidos con traje de excursión. Nunca más se supo de ellos. Solo existen recortes de noticias, fotos y artículos referentes a la tragedia”. Uno de los adolescentes escucha, el otro sigue desayunando con ansias. En cuanto, yo prosigo con mi relato; “En la bodega de la casa tengo en mi poder la crónica del diario guardado en el baúl sobre el caso de la desaparición de los mellizos Enrique y Pablo Hunter de 1984, hasta la fecha ni rastros. Respecto a la identificación de los hermanos Hunter. Enrique, era el mayor de 15 años, hay una diferencia de una hora al nacimiento con respecto a Pablo, siendo el menor el más impetuoso. Motivo por el cual Enrique se dejaba llevar muchas veces por las fechorías de su hermano. Cuenta la leyenda que han visto pasar entre matorrales a estos dos jóvenes salir del lago, misteriosamente salen a buscar a personas solitarias (puede ser) preguntando el camino con dirección a casa para que sean adoptados”.
De improviso, mirándome los dos desfachatados se levantan de sus sillas dejándolas caer, se van corriendo por las escaleras hacia el segundo piso de la casa riendo de manera burlesca. Por mi parte, me limito a observar enfurecido el mal comportamiento de estos muchachos.
Nunca los he visto discutir o pelear, me llama la atención como manejan la situación. Hay veces que presencio extrañamente pasar muchas horas los dos muchachos encerrados en un dormitorio, solo escuchando sus murmullos. Una noche experimente una sensación de alucinación con una sinapsis de abismal insomnio, pude escuchar detrás de la puerta como el joven más alto le contaba historias de fantasmas al más bajo, abrí silenciosamente pudiendo verlos vestidos con pijamas y tapados con sábanas, con un candelabro encendido en el velador de la pieza, motivo por el cual entre abruptamente para pedir que apagaran esas velas inmediatamente. Los dos chiquillos reían haciendo carcajadas, recuerdo perseguir al pequeño para que volviera a su respectiva cama. Tratando de tomar al otro del brazo para llevarlo con dirección a la pieza del lado. De súbito advierto que deja caer de su mano un medallón plateado, al interrogar a este muchacho me indica con el dedo índice mirando hacia la ventana para que observe el bosque cerca del lago. ¿Pero qué hace un medallón ahí?, ¿no se supone que deberíamos estar alejados de todo tipo de gente? Ahora bien, al mirar ese medallón gris claro y brillante, con certeza llegó de alguien o simplemente lo olvidaron al pasar cerca del bosque. Lo dejo en mi bolsillo para después guardarlo en el relicario que se encuentra en el sótano de la casa, siempre dudando con muchas interrogantes hasta el día de hoy.
Es la segunda noche que no he podido dormir bien, la imagen de ese medallón me da vueltas en mi conciencia afectándome cómo pesadillas. Lo veo caer lentamente desde un árbol hasta tomarlo con mi mano, viendo detenidamente la figura de un pastor con un niño en sus hombros. No cabe duda, por ese escapulario mis noches se fueron perturbando, y no por la imagen al parecer extraña, si no por aquella plomiza placa que alguna vez lo había regalado a mi difunta esposa. Coincidencia o no, era el mismo medallón que conseguí cuando realice un viaje hacia República Dominicana, en la Iglesia de Santa Bárbara en Santo Domingo.
Por razones sin explicar un simple objeto puede cambiar la percepción habitual del día, o cómo lo quisieras llamar son las vueltas de la vida.
He descartado interrogar nuevamente a estos dos astutos muchachos, a causa de la situación de la noche anterior a mis desvelos. Por consiguiente, es necesario curar la salud mental del grupo familiar, lo pasado ya fue, por tanto me concentro en el presente que es mucho más reconfortante. Retroceder el tiempo no tiene lógica, lo único que hace es abrir antiguas heridas, que ya fueron selladas. Además de cuidar a estos jóvenes, mi esfuerzo se concentra también por esta preciada propiedad por la plusvalía del terreno donde lo adquirí por mis constantes ahorros desde principio. Soy ingeniero civil industrial de profesión, y aprendí durante mis años en la universidad sacar el máximo provecho a los bienes y servicios que se aportan a nuestra sociedad, considerando que el uso de aquellas se pueden optimizar, a fin de cuentas a quién le importa todo esto. Hoy por hoy, estoy abocado en la educación y crecimiento de esos amparados hermanos. Con esfuerzo, tesón o cómo se quisiera denominar para sobrevivir a las dificultades económicas del día.
Son las tres de la mañana en la noche después de los sobresaltos, desperté muy asustado a consecuencia de haber tenido esa pesadilla repetidamente. Escuche que algo cae al piso de mi dormitorio, pensé que podría haber sido un metal o algo parecido, me imagine una lámpara o algo similar, pero fue demasiado fuerte por el estruendo. Fui inmediatamente a ver la pieza de los muchachos, ellos roncaban y tuve que cubrirlos a cada uno con sus frazadas. Los dormitorios quedan en el segundo piso de la vivienda, es bastante grande para tres personas, con el detalle de las tablas que rechinan arriba al caminar, imagínense entonces la bulla de los dos hermanos cuando juegan, saltan, corren haciendo travesuras. En puntillas traté de buscar el origen de ese ruido saliendo del pasillo, eso creo porque entre el sonambulismo oí unos sútiles pasos, que de seguro fueron de uno de los bribones. No encontrando nada que fuera sospechoso, con mucha somnolencia resolví volver a mi cuarto.
Al día siguiente, amaneciendo para ser más preciso note algo muy peculiar en la baranda del corredor, unas manchas que de principio considere que eran de pintura negra. Pero la sorpresa fue mayor al observar más cerca esa línea negra que rayaba toda la distancia en la pared de los dormitorios. No era pintura, ni menos de algún tinte, para mi asombro, era brea, resulta insólito pero era de una preparación hecha en algún recipiente, no me cabe duda que lo hicieron destilando algún tipo de corteza de árbol u otros materiales, siendo viscoso con un repugnante olor a letrina. Conjetura; esta casa es anticuada y se encuentra cerca del lago, inserta en medio del bosque. En las orillas del lago hay aguas estancadas, donde habitan muchos animales pequeños, insectos, roedores que fácilmente mueren ahí. Es cosa de pasear durante el verano por fuera adentrándose por la ruta del circuito del embalse. La fetidez es nauseabunda, le tengo prohibido a los hermanos dirigirse hacia ese sector de la laguna.
En conclusión, alguien está siendo una especie de broma muy pesada (esos granujas son los primeros sospechosos), con el propósito de sacarme del lugar y objeto de ganar una propiedad cotizada por muchos acreedores.
De la raya en la pared, es fácil de entender que lo hicieron pasando los dedos manchados con brea en la pared, dejando visible el repugnante paso de la línea negra. No quiero seguir con especulaciones, por eso mande a estos dos traviesos limpiar su chacota, lo que hicieron no fue gracioso.
Siendo verano, las noches son algo tibias pero frescas. El menor duerme con su luz encendida del velador, es algo miedoso. Por eso la luz de esa pieza siempre está encendida en la noche.
Desde el living pude oír y ver por detrás de sus alcobas la luz encendida que salía por la puerta entreabierta cómo rezaban el “ángel de la guarda” antes de acostarse a los pies de la cama, pero el mayor no lo dice, pues se le olvida, lo contrario de su hermano, es un lector intermitente, lo oigo cuando lee versículos de la biblia. Son algo inocentes y por sobre todo muy peculiares.
Una tarde, viendo que esos dos misteriosos muchachos estaban dormidos en sus cuartos, me asegure de cerrarles la puerta para ir al sótano con el objetivo de revisar el pasado, escudriñando objetos guardados que alguna vez fueron usados, ahora tan solo son elementos arcaicos cómo rompecabezas que se amontonan en el sector subterráneo de la casa. Supongo que alguna vez puedan ser útiles en un futuro para ocupar o vender a buen precio los cachureos y muebles tallados, que sin duda valdrán un dineral. Creo que el pasado tiene mayor valor cuando cumplen una función a las venideras generaciones. Pinturas de artistas del siglo XIX, libros de editoriales que ya no existen, revistas y muchas cartas. Hay una en especial que dice:
“ Ensenada 13 de Octubre 1984”
Querido Alejandro;
Estando en mi dormitorio, sumida en mis profundas ansias de verte, me complace tener en mi poder aquel regalo que me has enviado. Mi admiración por ti creció, así como también cuando el mar oculta las arenas de la playa con sus olas. No sé, pero lo has conseguido, me imagino por uno de los tantos viajes que has realizado. Este obsequio estará muy bien aprovechado, en recompensa de tu cariño lo usaré colgado en mi pecho por el resto de mis días.
Por siempre.,
Marisol
Y entre leer cartas, recordar fotos, limpiar objetos apilados ocultos con polvo en el sótano olvidado, abro el pequeño relicario del cual guarda el medallón que tanto se usó en el gorjal del vestido negro de mi difunta esposa. Mis ojos se llenaron de lágrimas al rememorar los pasajes de nuestras vidas más intensas, los paseos a los parques siempre comenzando el otoño, lo que hace más penoso recrear tomados de las manos viendo las últimas hojas caídas en el ocaso. Al instante me arrodillo compungido frente al espejo de cuerpo entero observando aterrado la imagen del medallón rodeado por los fantasmagóricos rostros de Enrique y Pablo cubiertos por el transparente velo oscuro de mi fallecida esposa.
OPINIONES Y COMENTARIOS