Promesas incumplidas

Promesas incumplidas

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Mi madre jamás iba a recogerme a la escuela, por eso, aquella tarde que fue por mí y solicitó a la maestra permiso para mi salida anticipada, me extrañó bastante; no podía imaginar que ocurría, pero tenía que ser lo suficientemente grave para que hubiera ido a buscarme.

Cuando salí, me fulminó con su mirada furiosa, yo era la causante. Hice un recorrido mental de las posibles ofensas en las que hubiera podido incurrir y no encontré nada que justificara su semblante.

Todo comenzó a tener sentido cuando me exigió una respuesta – ¿Qué significa esto? ¿No te dije que te cuidaras de Alfredo? – espetó, abofeteándome y lanzándome a la cara un sobre blanco. Aterrada tomé el sobre del piso y lo abrí. En la carta, una madre le explicaba a la mía, la absurda versión de su perverso hijo. Contó que estando ebrio, entró a la habitación a buscar algo cuando por accidente cayó sobre mi cama y que por eso lo acusé de acoso.

La verdad era otra: tenía 12 años, estaba de visita en casa de su madre cuando inició el hostigamiento de un depredador 20 años mayor que yo. La primera vez, en el parque, simuló ser cariñoso e inocente mientras retenía mi mano forzada muy cerca de sus genitales fingiendo que, cualquier roce en esa zona era incidental. Otra ocasión, cuando le entregué ropa limpia, me regaló un rompecabezas de “Caperucita y el Lobo” tratando de persuadirme para que me dejara tocar debajo de la falda, yo salí corriendo de allí y me llevé el regalo, aun me arrepiento de ello. 

La cúspide de su estupidez, fue aquella madrugada que se metió a mi cama mientras dormía; se acomodó detrás mío y el repugnante, me sujetó contra su asqueroso cuerpo. Desperté aterrada y gritando pedí ayuda, el salió corriendo desnudo como el gran cobarde que era.

Devastada, en mi cabeza retumbaba incesante la exigencia materna que no pude cumplir: “cuídate de Alfredo”. Avergonzada y asustada, lloraba mientras me prometía que ese suceso nunca nadie lo sabría, tampoco pude cumplirlo.

Aunque no pasó a más, en mi ignorancia infantil, atemorizada creía que al “haber dormido con un hombre” podría estar embarazada, afortunadamente NO fue así. Han pasado muchos años de aquellos sucesos, un día de la nada, descubrí con asombró y dolor que aquel rompecabezas fue una proyección del pervertido, fui la Caperucita y él fue el lobo.

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