NIÑO LATTICE
Se cayeron dos canicas desde las cuencas oculares de un niño, peculiar sonido del vidrio al rebotar en el piso. Escapaban presurosas. Una contenía una galaxia en su interior, y la otra un ave abstracta. El infante se mareaba, ya que a través de ellas veía, y, al rodar por las losetas de su casa, imágenes confusas giraban provocándole palidez.
Batalló en recuperar su ojo izquierdo. La oscuridad debajo de la cama ocultaba la galaxia encerrada. Ordenó prender la luz, angustiado pecho tierra, ansiaba sorprenderla en cuanto se encendiera el foco. “¡Prendan la luz!”, gritaba el niño tuerto. Finalmente pudo verla, extendió el brazo sin lograr alcanzarla. El palo de la escoba estaba ocupado ayudando a su madre, quien enojada había atendido los gritos. Avanzaba el tiempo y la preocupación hacía mella. Afuera, la escaramuza de los chiquillos. Costaba resignarse a jugar con una sola canica. Aún mareado era bueno en ello, aunque nunca había jugado a ciegas.
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