Gente, individuos cuadrúpedos que se mueven erguidos sobre sus dos patas traseras y tienen desarrollado notablemente las dos delanteras, algo atrofiadas pero dotadas de una gran habilidad de uso. No me cruzo demasiado con ellos, pero no puedo por menos que compartir espacio con estos seres, verlos y escucharlos. Entiendo a la mayoría, aunque no a todos. Incluso a los que entiendo, a veces tengo dificultades porque utilizan diferentes pronunciaciones, aspiran algunas letras, confunden otras e incluso tengo que interpretar algunas palabras que no figuran en mi léxico.
Algunas de sus costumbres me resultan muy confusas. Su forma de comer es poco natural, la mayor parte de las veces lo realizan utilizando utensilios que me parecen más bien peligrosos, pero que parecen manejar con soltura y difícilmente he visto algún accidente por ello. Tapan sus cuerpos, algunos más y otros menos, de formas bastante variadas, aunque quizás en este campo es donde es más fácil encontrar determinadas pautas que, al final, quedan reducidas a muy pocas.
Parecen depender en sus comportamientos de un pequeño utensilio que unas veces manejan principalmente con los pulgares y al que otras veces hablan, en estos casos con un volumen bastante alto, sin que parezca preocuparles en absoluto los seres que están a su alrededor. De hecho, lo habitual cuando se desplazan en alguno de los habitáculos en que lo hacen, subterráneamente o a la luz del día, suelen ir comunicándose varios al mismo tiempo, parece que abstraídos cada uno en su actividad.
Cuando se mueven en grupo suelen hacerlo ruidosamente, emitiendo sonidos todos al mismo tiempo, y cuando lo hacen en pareja, sobre todo los individuos más jóvenes, suelen hacerlo con frecuentes miradas mutuas a los ojos y tocándose de varias maneras distintas, sujetando sus cinturas, o los hombros y juntando de vez en cuando sus bocas sin emitir sonido alguno en estos casos. Casi nunca llevan las manos, como llaman a la parte terminal de las patas delanteras, libres. Incluso aunque en alguna de ellas lleven el misterioso artilugio que parece guiar sus comportamientos, casi siempre cargan diferentes tipos de sacos de distintos materiales que, a veces, parecen incluso muy pesados.
Como es lógico, procuro pasar estos inevitables momentos a la máxima velocidad y retirarme a mi guarida lo antes posible. No porque sea frecuente encontrar elementos que muestren excesiva violencia o riesgo de desarrollarla contra mi, aunque a veces ocurre, pero el contacto directo con estos seres, aunque se haya hecho habitual, no deja de resultarme incómodo. ¿Cuándo se hicieron con las calles, con el mundo? ¿Cómo consiguieron configurarlo según sus gustos y apetencias? ¿Quien les dirige a través de esos pequeños objetos con luces que llevan en todo momento? Y sobre todo, ¿Por qué no parecen verme casi nunca, y cuando lo hacen parecen sentir una especie de rechazo? ¿Por qué ninguno se dirige jamás a mí? Y sobre todo, ¿por qué me llaman Araña o Bicho, cuando mi nombre es Dolomedes, Dolomedes Fimbriatus, concretamente…?
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