Había en la pared dos huecos ordinarios. Mal ubicados. Chuecos como malditos. Seguro que alguien alguna vez los consideró su fracaso. Uno de ellos conservaba el chazo, aunque ya negro. El otro era meramente un punto negro de oscuridad.
Hay muy poco qué decir.
Sin darme cuenta me dormía y amanecía pensando en esos dos huecos. No recuerdo cosas claras de mi niñez más que esa pared. Nunca hice estupideces. Nunca canté. Nunca quise decir nada. Y así he permanecido.
Me subí a una silla a tocar esos dos puntos horribles. Quería sentir su textura. Así que metí un dedito en el vacío. Creo que algo me dió la impresión de moverse. No pienso que haya sido miedo lo que sentí. Seguí moviendo el dedito pero ya se había calmado todo ahí dentro. Sí, y continúa así. Arrastré el dedito por las paredes del hueco y al final descubrí el polvo. La tierra nada más. Ya… No hay más detalles, información, novedad de mis primeros años.
Había un tipo que por aquella época se ocupó de ciertos trabajos en la edificación donde me encontraba. Varios días escuché ruidos. Todos invasivos. Pero era el taladro lo que me ponía mal. Cuando sonaba así, tan cercano que eclipsaba cualquier otro estímulo, en mi interior corría una fría sensación de silencio y peligro.
Pues uno de aquellos días, ya bien avanzada la tarde, simplemente no sonó nada. Es el único día de mi vida en que no escuché ni percibí absolutamente nada.
Y entró. Y caminó por toda la habitación. Y me miró. Estaba tan serena su apariencia, pero sus ojos tan ruidosos como un taladro.
Aunque se haya ido desdibujando por el tiempo, me he soñado tantas veces con esa mirada. Sé cuándo ha sido eso lo que se revela y aparece.
Se acercó a la pared, desprendió el chazo y selló ambos huecos. Desapareció.
Aquellos huecos ahí puestos, tan horribles y profundos, que me calman, de repente ya no están. Tanto fueron, que años después, al momento en que iba a tener relaciones, se asomaba a mi cabeza la imagen de esos dos puntos en la pared. Su textura. La criaturita escondida más allá de mi dedito y que siempre ha llacido sepultada ahí dentro, en un miedo perpetuo. Pero en fin. Creo que ya había vivido con dolor antes de aquello. Sin embargo, como siempre, nunca quise decir nada.
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