Mi niña, mi niña bella, eternamente riendo y eternamente feliz. Si el viento sopla muy fuerte despliega sus alas y puede volar, si la lluvia cae se pone a cantar y en el barro no para de chapotear y bajo el sol más cálido no se cansa de correr. Busca tesoros ocultos en islas misteriosas, navega los mares más bravos y escala los picos más altos del mundo. Es una gran cantante, actriz, exploradora, deportista o científica. Es todo lo que quiera ser. Valiente, única y maravillosa.
Esa fue… Hasta aquel día, en que algo sucedió, en un gran ventanal con claridad asombrosa me pude mirar. Sentadita, derechita, pulcra, peinada, inmaculada. Del otro lado del ventanal, mi niña no rie y con su pequeña manito saluda y se aleja. Quiero llorar, pero no es apropiado, mis lágrimas se derraman hacia adentro, el mundo se ha vuelto gris y mi alma siente dolor. A mi lado, mi madre, sonríe orgullosa, » es toda una señorita y se sabe comportar «, repite a quien quiere escuchar.
Por suerte esa noche mi niña regresó, el dolor se desvaneció y en el rincón más tibio de mi alma se acurrucó. Cada tanto me visita, rio a carcajadas, salto, corro, despliego mis alas y vuelvo a volar.
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