—¡Escapemos! —me dijo.

—¿A dónde? —pregunté.

—Al infinito —contestó.

Y tras el sinfín de mis pretextos me respondió: tienes razón, es imposible.

El viaje que nunca he hecho es hacia lo desconocido con el amor de mi vida. El cáncer se lo llevó a él y la tristeza me arrastró en su tren. Pudiendo elegir vivir antes que morir, sin querer, escogí morir.

Ahora sé que de valientes es el mundo y de cobardes lo que queda, y esta vez, no quedó nada para mí.

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