Cuerpos perfectos, mentes rotas: El rol de los medios y la sociedad en la proliferación de los trastornos alimentarios
Kiara Elisabet Herrera Vilca, Aybaro Nain Navarrete Blas
¿Sabías que los estándares de belleza contribuyen a los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) y que afecta a personas de todas las edades, sobre todo adolescentes, y con más predisposición en mujeres, sin importar el contexto socioeconómico? En efecto, la influencia social y este trastorno específico, en Latinoamérica durante la última década ha llevado al incremento de la presión por alcanzar un cuerpo “perfecto” y una necesidad de aceptación social a la que se atribuyen beneficios personales, sociales y económicos, de manera que estas ideas se interiorizan y se manifiesta en cadena en la sociedad. En ese sentido, el propósito de este artículo es concientizar a los lectores acerca del impacto de este problema social.
Para entender específicamente esta situación, primero, debemos conocer que los trastornos alimenticios son afecciones psicológicas, preocupación excesiva en el peso y figura corporal son factores capaces de generar TCA, lo cual representa una situación latente dentro de la sociedad debido a las altas tasas de mortandad asociadas a este tipo de dificultades alimentarias (Arro, 2024), esto, está afectando a personas de todas las edades, géneros y estratos socioeconómicos, aunque son más comunes en adolescentes y jóvenes adultos. Si bien las causas de los TCA incluyen factores genéticos, psicológicos como la baja autoestima y la ansiedad, y presiones sociales como los cánones de belleza poco realistas, las consecuencias pueden ser graves, afectando la salud física, con problemas como desnutrición y enfermedades cardíacas, así como la salud psicológica y el entorno social, lo cual tiene una repercusión negativa en sus familiares y amigos. Asimismo, los elementos que contribuyen reflejan elementos culturales y ambientales que exacerban el problema, subrayando la complejidad y la dificultad de abordar estos trastornos de forma efectiva. En esa línea, lo destacable de los trastornos de la conducta alimentaria es la seriedad de sus consecuencias para la salud física, mental y social; por lo que surgen interrogantes sobre cómo mejorar las estrategias de prevención y educación para reducir la incidencia de TCA, especialmente en adolescentes y jóvenes adultos, y cómo los canales de comunicación y la cultura pueden influir en la perpetuación de estos prospectos poco realistas.
Los trastornos alimenticios tienen múltiples causas, una de las más relevantes son los estándares de belleza impuestos por la sociedad, los cuales promueven la delgadez como el ideal de belleza, afectan profundamente la forma en que las mujeres perciben su cuerpo y cómo se sienten consigo mismas. La presión social para cumplir con estos ideales puede llevar a las mujeres a buscar constantemente aprobación en relación con su apariencia, influenciadas por los mensajes que reciben de los medios de difusión (Rojas-Díaz y Wilhelm, 2023). Estos mismos provienen de diversos factores como la familia, la cultura, la sociedad y los medios, y a menudo son inalcanzables. Estos ideales afectan principalmente a las mujeres, aunque también impactan a los hombres, generando insatisfacción corporal, baja autoestima y trastornos alimenticios. Por el contrario, esta presión ha dado paso a un movimiento que promueve la aceptación de la diversidad corporal, impulsando una belleza más inclusiva y auténtica. De esa manera, los mismos criterios representan un desafío complejo que afecta la salud mental, las relaciones interpersonales y la autoestima, pero, también ha propiciado el cuestionamiento de estos ideales y una mayor valorización de la diversidad corporal.
La presión social, tiene consecuencias en las relaciones interpersonales y la autoestima, promoviendo una búsqueda constante de la perfección física. Sin embargo, esta misma ha dado origen a un movimiento de contracultura que cuestiona estos ideales y fomenta la aceptación de la diversidad corporal. Para abordar de manera efectiva esta problemática, es esencial analizar el rol e influencia de los medios de comunicación, las desigualdades de género y las diferencias culturales. Efectivamente, los medios de comunicación, al fomentar referencias estéticas poco realistas, contribuyen a la formación de tendencias que afectan particularmente a los adolescentes, (García 2024, p. 2). Estos ideales al ser presentados en las redes sociales se difunden masivamente, normalizando ciertos patrones de belleza y tienen una repercusión significativa en la percepción de la imagen corporal ya que fomentan la comparación constante y exponen a los jóvenes a representaciones idealizadas de belleza; es decir, la exposición a estas convenciones estéticas idealizados puede generar insatisfacción y afectar la autoestima que puede derivar en trastornos psicológicos como ansiedad y depresión. La dependencia de la validación externa, a través de «likes» y comentarios, debilita la autoaceptación, haciendo que la autoestima de los jóvenes dependa más de la percepción ajena que de su propio valor.
La adolescencia es una etapa decisiva en la formación de la identidad, y el efecto de las redes sociales en la percepción de la imagen corporal y la autoestima de los jóvenes. Esto requiere desarrollar estrategias para mitigar los efectos negativos de las redes sociales, como una autoimagen positiva y comprender las diferencias de percepción según los ámbitos culturales y socioeconómicos, Por lo tanto, en casos de trastornos de la conducta alimentaria, es fundamental adoptar un enfoque multidisciplinario que aborde tanto los aspectos físicos como psicológicos, proporcionando un tratamiento personalizado que responda a las necesidades individuales del paciente (Ayuzo-del Valle y Covarrubias-Esquer, 2019). La solución a los (TCA) requiere una visión que aborde el aspecto físico y psicológico de los pacientes. Es crucial la rehabilitación nutricional para corregir los déficits alimentarios y restaurar la salud física, de igual forma, abordar las causas emocionales y psicológicas, fomentando un entorno social que promueva una imagen corporal positiva. Opinamos que el tratamiento debe ser integral, considerando el bienestar físico como psicológico, y promover una cultura de aceptación y respeto por la diversidad corporal, mientras que la prevención y la sensibilización juegan un papel clave en reducir la incidencia de los TCA.
La importancia por parte del personal de salud es tratar los trastornos de la conducta alimentaria, buscando una mejora física y mental. Es crucial considerar el aspecto social y ofrecer un tratamiento individualizado, también, el monitoreo progresivo del paciente. La pregunta clave es ¿son beneficiosas las intervenciones psicológicas al paciente? Es crucial determinar el tipo de terapia adecuado para cada paciente, asegurando que los profesionales trabajen de manera coordinada para garantizar que el abordaje integral sea efectivo. Se destaca que los (TCA) afectan gravemente a los adolescentes, física y emocionalmente. Un 59% de las mujeres encuestadas presentó un estado nutricional deficiente, probablemente influenciado por los estereotipos de belleza. Esto evidencia que los adolescentes mantienen hábitos alimenticios inadecuados, por factores como la comida rápida, la publicidad y las limitaciones socioeconómicas. A pesar de recibir información nutricional, los hábitos no mejoran, lo que subraya la necesidad de una orientación educativa más efectiva y políticas públicas que garanticen el acceso a alimentos saludables. No obstante, la intervención temprana y el papel activo de las familias e instituciones educativas son cruciales para promover una relación saludable con la comida y el ejercicio.
Afirmamos que los hábitos alimenticios en los adolescentes están influenciados por factores sociales, económicos y culturales, así como el sedentarismo y la prevalencia de la comida rápida afectan su salud. Lo que suscita dudas sobre el papel de los padres y las instituciones educativas en mejorar esta situación, de modo que, la adolescencia es una etapa crítica para el desarrollo de trastornos alimentarios, y aunque estos han afectado más a las mujeres, investigaciones recientes muestran que la incidencia en los hombres también ha aumentado (Fernández y Gallardo 2018). No obstante, los trastornos alimentarios en adolescentes son resultado de factores intrapersonales y sociales, agravados por los cambios físicos que atraviesan y la percepción distorsionada que pueden tener de estos. Ello convierte la adolescencia en un periodo vulnerable, donde se enfrentan dificultades emocionales. En otras palabras, es fundamental reconocer los trastornos alimentarios como un problema de salud pública que requiere atención urgente. así como la implementación de programas de prevención y la mejora del acceso a tratamientos especializados son esenciales.
Estos trastornos son el resultado de una interrelación de factores biológicos, psicosociales y ambientales, por lo que es crucial reconocer su naturaleza, lo que genera interrogantes, tal cómo ¿qué rol juega la familia en el diagnóstico temprano y el apoyo a los jóvenes con trastornos de la conducta alimentaria? En esta situación, se detalla la importancia de reconocer la naturaleza multifactorial de estos trastornos para un tratamiento integral que incluya tanto intervenciones psicológicas como rehabilitación nutricional (Acosta et al., 2022). En particular, se releva la prevención mediante la promoción de hábitos saludables, abordando la alimentación inadecuada, el sedentarismo y actitudes peligrosas, con el objetivo de evitar conductas que ponen en riesgo la salud del paciente y su entorno. Creemos que es crucial promover hábitos saludables, adoptar un modelo que involucre a las familias y comunidades porque tiene una incidencia significativa para prevenir trastornos alimentarios.
Como parte del tratamiento de los TCA desde un punto de vista terapéutico, el uso de la metáfora «bestia desencadenada», ayuda a los pacientes a visualizar y manejar sus impulsos, esta técnica puede ser un paso inicial importante en la recuperación. Por esta razón, el tratamiento requiere de apoyo psicológico. La «bestia desencadenada” permite convertir lo abstracto en algo más concreto y manejable, facilitando su modificación a través de un proceso hipnótico. Dicho esto, la metáfora permite al paciente observar su problema desde una nueva perspectiva. Podemos deducir que, esta estrategia terapéutica promueve la autoexploración y autoconocimiento del paciente al convertir el problema en una imagen manejable y fomenta la capacidad del paciente para enfrentar y trabajar sobre su problema.
En conclusión, los trastornos del comportamiento alimentario son problemas complejos que afectan la salud física, mental y social de las personas, especialmente en la adolescencia, y están muy influenciados por factores culturales y sociales, como los criterios de belleza que vemos en redes sociales. Para tratarlos de manera efectiva, necesitamos un modelo que combine nutrición, apoyo psicológico y ejercicio, adaptándose a lo que cada persona necesita. Es clave detectar estos problemas a tiempo y ofrecer la ayuda adecuada, destacando también el papel importante de la familia y la comunidad en la recuperación. En resumen, es esencial abordar los TCA de forma global, mejorando tanto la salud física como la mental, centrándonos en el entorno social y ofreciendo tratamientos personalizados. También es fundamental crear programas de prevención y asegurar que todos tengan acceso a la ayuda que necesitan.
Referencias
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