<<No tengo nada. ¿Por qué lo dejé para el último momento? Porque soy tonto, por eso. Calma, ella te animaría a volver a leerlo. Y esto es por ella. Soy su único nieto presente hoy. ¡Hazlo por ella!>> Pensó mientras el sol comenzaba a vislumbrarse por las ventanas del colectivo, y ponía su cerebro recién despierto en la tarea de buscar palabras inspiradas en esta definición… "La salud mental se define como un estado de bienestar emocional, psíquico y social". <<No conozco a nadie que esté perfecto en todas esas áreas, y menos por mucho tiempo…>> Afecta nuestra forma de pensar, sentir y actuar. Determina nuestra interacción con la vida. <<Si pareces mal en tu estado emocional o psíquico, ya te digo yo que el social no te va a ayudar… Salvo si tienes un buen profesional o familiar para escucharte. Mi suerte que ella era de los dos>> Como gestionamos las situaciones difíciles, también las placenteras. Como nos relacionamos con otras personas, tomamos decisiones, vivimos y cuánto espacio le damos a la expresión de nuestras emociones. <<Es como el típico problema matemático que, cuando la profe lo explica, tiene todo el sentido… Pero luego lo intentas hacer tú y… uf>> Llegó el momento de bajarse del vehículo. Estiró su cuerpo con la frustración de no tener nada pensado que decir. Y con la idea en su mente de que aunque tiene sus problemas… "No estoy tan mal" y ni consideraría buscar terapia porque "mi abuela siempre será la única". La fría mañana, las personas frotándose las manos, los perros que pedían comida y los niños corriendo… Le sacaron una sonrisa (y él acongojo en el pecho). Ya estaba aquí. En eso oye el llamado de sus tres tías y se dirige hacia allí. —¡Benjamín! ¿Cómo va eso, niño conciliador? —dijo Fernanda, la tía menor, siempre la más jovial. —Ya es un joven, Fer. ¿Cómo estuvo el viaje? ¿Te va bien en la secu? ¿Tus amistades? ¿Ya tienes novia? —dijo Susana, la mayor, siempre la más amable… y curiosa. <<No tengo nada que decir sobre eso que haga la conversación más amena>>, pensó Benjamín. —Bien. No, no tengo. —¿Cómo está tu mascota? —preguntó Marina, la del medio, siempre la más intimidante. —Falleció hace poco… pero de viejo —dijo Benjamín, sin querer ver la cara de Marina. Este les explicó que no había pensado en nada que decir en el funeral. A lo que sus tías reaccionaron bien. "No te preocupes, te queremos, sobrinito" le dijeron. Y Benjamín contestó con un "Yo también las quiero", que se sintió un poco falso para él por no tener tanta relación con ellas. Al menos no, como con su fallecida abuela. En el viaje en auto a casa de la abuela, mientras observaba sus "obsequios" (un libro de los inicios de ella como psicóloga de parte de Susana, una mochila con cosas prácticas para "ayudar" de Marina, y un viejo MP3 con música de Fernanda <<Tengo spotify en el cel>>). Benjamín siente un mareo y le es imposible mantener los pies estáticos. <<Todo es como lo recordaba, pero sin ella. ¿Les habrá parecido borde a mis tías? A veces la timidez se malinterpreta. Sé que me cuesta mucho ser abierto, así es en casa. También así es en la escuela, donde está esa persona desagradable y no está más mi mejor amigo… >> Pensaba mientras, incómodo, fingía dormir para no tener que charlar. <<Todos tenemos problemas. Y podemos actuar de una manera u otra. Yo soy de los que resisten… yo soy de los que implosionan.>> Al llegar a la casa de la abuela, el mareo se detuvo. Pero le fue imposible a Benjamín no sentir el lugar frío, desolado. Cómo que a pesar de los cambios chicos… la casa perdió lo acogedor, el alma que había visto la última vez que estuvo allí. El desorden no inspiraba movimiento por la actividad hogareña, ni vida. Si no, supervivencia. Se siente muy lejano el día en que él mintió diciendo que la ropa de Susana no la había tomado Fernanda. Si no que él la quería para disfrazarse de personajes como pirata o hindú. O que el perro de Marina lo había mordido porque él lo había golpeado, para que no le echaran la bronca a ella. O que fue su idea, no de Susana, pintar la guitarra de Fernanda para hacerla más copada, causando un enchastre. Obligaba a sus tías a sentarse todas en la mesa con él mientras tomaba café con leche. Les platicaba de su día y hacía de mediador. Las criticaba y retaba cuando se ponían a pelear. De ahí que le apodaron el conciliador. Mientras miraba la mesa del comedor, ahora más desordenada, más solemne que en aquel recuerdo un poquito vergonzoso, Susana le leyó la mente. —¿Te acordás de nuestras pláticas allí, señor conciliador? Y hoy en día, nosotras seguimos peleando de vez en cuando. Por eso pasarás el día con las tres separadas. Primero conmigo, después con Marina y al final con Fernanda. Tenemos cositas planeadas para vos. Aunque también hay tareas del hogar y trámites. En fin, obligaciones varias acordes a estos tiempos. Yo ahora tengo que organizar el estudio de mamá. ¿Me acompañas? —preguntó ella. Aunque un poco chocante. Allí estaba Benjamín en el lugar de todas esas charlas con su abuela. Con el simbólico diván. El silencio era total. Casi podía oír la voz de su abuela diciéndole: "Vivimos lejos. Pero hoy con la tecnología estaremos en contacto. Extrañaré tus abrazos. Así que no esperes mucho para volver a caer por acá, ¿sí?" Suspiro. Susana lo nota y le pregunta qué le pasaba. —Nada, le dijo él. Es que el lugar está muy callado —. —Ah, qué bueno que me hiciste acordar —Susana puso música de orquesta. Con flauta como protagonista. —¿Seguís practicando el instrumento que te dio mi mamá? —preguntó ella. —A veces, respondió Benjamín Susana le trajo galletas con pasas de uva y almendras. Eran ricas. Él quedó absorto en sus pensamientos sobre el sabor. Mientras espera, la tía saca libros de la estantería. Lo que le disparaba imágenes en su cerebro del pasado: sobre su abuela orgullosa con su sistema para ordenarla. Cuándo quiso recordar, ya había comido 7 galletas. Una tras de la otra. Susana lo observaba mucho. Tal vez un poco demasiado. En eso tropezó con un bote de pintura, cerrado por suerte, que estaba cerca del escritorio. —¡Carajo!, esta Fernanda. *bip* El sonido de un mensaje entrante. Era Fernanda, quién le agendo los teléfonos hace una hora. El mensaje decía: "Guarda con Susana. Es metiche y estricta :0" —¿Quién es?— preguntó Susana (de una forma que le pareció a Benjamín que sonaba curiosa… pero exigiendo). El imprevisto con la lata y el mensaje hizo que Susana empezara a rezongar sobre que sus hermanas no la escuchan. Que se burlan, gastan demasiado y no se hacen las reparaciones adecuadas. Que Marina "es la más buena de nosotras" (cosa que hizo a Benjamín arquear una ceja) pero no le justifica desperdiciar tanto en el dinero y ser una "quisquillosa de gustos caros". Su mamá (la abuela de Benjamín) ya no está. Y era de dejarlas ser, pero "yo no soy mi mamá. Y creo que papá hubiera querido vernos a todas más encaminadas como tu madre". —No viviendo por los perros mientras estás desempleada. Ni por el disfrute con los amigos y no tomándose nada en serio. Pido perdón. Yo tampoco soy quien para hablar. Y menos para meterte a vos en estos temas. Cambiando de topic. Amm lo decía en inglés—rio nerviosamente—. Aún no me acostumbro a las redes sociales. Quise mandarle algo particular a solo tres amigas. Y en vez salió para todos. Encima exponiendo, "etiquetando", creo que se dice, a esas tres amigas. Jaja—exclamó Susana. Benjamín no sentía incomodidad de oír de las diferencias de sus tías. Solo un poco de tristeza. Porque él sabe que se quieren y se apoyan en los momentos más importantes. Solo es que tienen problemas de comunicación. Son muy diferentes entre ellas. O al menos así las recordaba. El repentino cambio de la canción sonando de fondo trajo de vuelta a Benjamín. —A mí me gusta meditar, 5 minutos, todas las mañanas. Con esta música. ¿Te sumas? —Nunca he meditado —respondió Benjamín. —Es un ejercicio en el que uno mejora con el tiempo. Se trata de estar en el presente. Los pensamientos del día, como de lo que te frustra, por ejemplo, sería mi caso hoy, van a introducirse en tu cabeza. A pasar por tu mente. Y vos vas a tener que irlos ignorando y volver a la respiración. Siempre la respiración, el ahora. Con el cuerpo relajado. Dicen que mejora un montón la ansiedad, el estrés y la concentración. Hasta la creatividad. Dale. ¿Lo intentamos? Benjamín solo aguanta dos minutos. Dos tristes minutos. Porque la frustración de no tener nada para decir en el funeral. Las diferencias entre sus tías y ver la casa así. Esos cambios. Le revolvía por dentro. Mientras, su tía seguía con los ojos cerrados. Él agarró el libro que ella misma le había dado. Que escribió su abuela con historias que fue anotando de adolescentes. Empezó a leer una: De repente su tía abrió los ojos, y lo miró asombrada. Benjamín se preparaba para el regaño. Pero lo que Susana le dijo fue: —Me alegra que te animes a leer. Que te copes con la lectura. —No soy muy de hacerlo, la verdad —dijo el chico, recordando el libro que le había recomendado su tía hace tiempo y que nunca leyó. «¿Me preguntará por eso?» —Nunca es tarde para engancharte en alguna cosa. Yo me enganchó con varias, la verdad. Aquí te traje, de la biblioteca donde trabajo, varias historias interesantes de todo tipo de géneros. Porque como tú sabes, el mundo de las historias es vasto —explicó Susana. Él sentía un poquito de interés. Y además, un gran respeto por su tía (para decirlo de forma bonita). Eligió una novela de la que quedó fascinado por la portada. Ella sonrió y se fue de la habitación, a buscar una cosa, mientras Benjamín leía. Al principio estaba intrigado. La primera escena era muy potente. Las descripciones eran únicas y fascinantes. Pero también un poco difícil de descifrar. Sin embargo, mientras leía, tenía que releer la oración anterior constantemente. Se le hacía demasiado serio. Un poco agobiante. La duración de la obra, de 379 páginas, lo desmotiva. Lo abruma. Y lo terminan por vencer. Mientras su tía no estaba, eligió otro libro. Un manga (la novela gráfica japonesa). Muy exageradas y originales. Es juvenil y ligero. Justo lo que necesitaba ahora. Iba a solo mirarlo, pero acabó enganchado. A su trama tan hilarante. Tan simple pero a la vez tan enrevesada. Empezó a reírse. Y le cambio el humor totalmente. Se desconectó del mundo. Viajando a otro con los gloriosos y finos trazos de un artista japonés. Sin preverlo a tiempo apareció Susana y Benjamín se volvió a asustar. Ella solo le preguntó. —¿Qué te parece? —Me gusta —dijo él—. Es muy divertido, visual y diferente. De repente el chico sintió el valor necesario para soltar una carga que tenía en su mente. Algo que le pesaba. —Siento que no tengo las capacidades para un libro largo ni profundo —la voz le cambió totalmente; sonaba demasiado angustiado. Y su tía lo nota. —Hijo, bueno, primero hagamos una respiración profunda. Que lo que acabas de decir es muy fuerte. Él lo hizo acorde a ella. Inspiró profundamente, notando el pecho y la panza expandirse. Y soltó despacio por la boca como si estuviera silbando. La respiración le volvía a ritmos normales. —Bien. No hablemos ni supongamos desde el miedo. Seamos más objetivos y hagamos las preguntas correctas. ¿Por qué te sientes incapaz?—preguntó Susana. Benjamín empezó a relatarle sus preocupaciones. —Ah, pero es normal que cuando uno empieza a leer les desmotive la duración de una novela. Y el género y el estilo de escritura varían si son clásicos o contemporáneos y si es juvenil. El tono y el humor también varían y es cuestión de gustos de lo que uno necesita en el momento. A mí me encanta el manga. Releer la oración anterior para volver al hilo también está bien. No es como una película que te da la imagen y el sonido. Aquí hay que interpretar las palabras para darles vida en tu cabeza, y seguir el hilo de la historia. Existen las historias cortas y los audiolibros, además de las novelas gráficas —dijo Susana. Benjamín le habló sobre sus problemas académicos en la escuela —Todos tenemos nuestras capacidades, nuestras fortalezas y nuestras debilidades. Las cosas que nos cuestan. El sistema educativo no puede satisfacer las necesidades de cada uno, aunque lo intenté. No te rindas. Busca personas que se encarguen de apoyarte y ayudarte. Para hacer el proceso más digerible, abarcable. Más acordé. —Sí, lo sé. Me está costando respirar de vuelta— le dijo. Susana saca el tema de la terapia. Que ver a un profesional le ayudaría a Benjamín a poner todo a sus frustraciones y dolor en palabras. Articularlas. Este pone aún más nervioso. Casi se le cierra por completo la garganta. Nombra a su madre, que es "muy peculiar con el tema de la imagen, del éxito y de la independencia" —Ni siquiera pudo venir al funeral de su madre. ¿Cómo reaccionarían… ella y los que me conocen si se enteran que necesito ir a terapia? ¿Qué no me lo banco? —Suelta Benjamín mientras empieza a sentir un calor en los hombros. Su cuerpo se vuelve cada vez más fuera de su control <<Qué me pasa? ¿Por qué me siento así? Este es mi fin>> —Es normal pensar eso. Sentirse así. Tu madre siempre fue muy independiente, muy distante. De no pedir ayuda. Pero es una gran persona y te quiere un montón. Si se preocupa por tu éxito es porque piensa en vos. Porque como padres queremos que tengan lo que nosotros no tuvimos. Verlos estables, felices y sanos. Ir a terapia, no es una señal de debilidad. Son herramientas que necesitamos para vivir. No es para ayudarnos a sentirnos mejor… es para SENTIR mejor y procesar todo lo que nos va a dar la vida. Soltar el pasado, perderle miedo al futuro y vivir el presente. Si tus amigos o tu madre no quieren que vayas a terapia… no aprecian que estás buscando fortaleza. Resiliencia. No te preocupes. No tendrás que hacerlo solo. Te ayudaremos a hablar con tu madre. Ella no es de pedir ayuda. Ni de buscar el apoyo de la familia. Creo que a ti te vendría mejor poder ser vos. Priorizarte. Y acá tienes una familia —terminó su tía. —Gracias. Perdón por… (suspira) ponerme así. ¿Puedo salir a tomar un poco de aire? —dijo él. Susana asintió y le dijo que sería bueno ir caminando a la biblioteca. Benjamín sonrío, pero por dentro solo tenía presente la vergüenza de lo que acaba de exponer. Y la resistencia que impedía aceptar un futuro donde tendría que explicar a su madre lo de la terapia.<<¿Por qué me pasan estas cosas a mí? ¿Tan débil soy? O mejor dicho… ¿Tan miedoso soy?>> Él no podía concentrarse en nada de lo que le decía su tía hasta que salió a la calle y se despejó un poco. —Es bueno, para el estrés y ansiedad, el salir a caminar por ahí. Con o sin rumbo no importa. La sangre circulando por el cuerpo. La mente moviéndolo en automático. El aire puro entrando y saliendo con naturalidad. Y los ojos mirando como cambia el paisaje. —Sí, es verdad —dice Benjamín, pero su cara debe haber dicho otra cosa. Porque Susana le dijo "patea una piedra hasta que se te vaya la rabia y la frustración". El joven no pudo evitar reír <<¿Por qué no?>> Y empezó a patear cualquier piedra que se metiese en su camino. Cuándo se le alejaba del camino, porque no era un gran futbolista, él con un poco de vergüenza se dirigía hacia la piedra y la volvía a patear hacia adelante. Pronto no pudo evitar sonreír. No de alegría. Pero sí de agradecer haber pasado todo esto con ella. De nuevo la cara debió haber denotado eso. Porque Susana aprovechó para decirle qué "siempre tuvo ganas y deseos de conocerlo mejor". Le decía que siempre se vio reflejada en él porque de niña odiaba ver a sus padres pelear. Y nunca le gustaron los libros hasta después de la escuela. —Perdón si sueno como una mala terapeuta ¿Te cuento algo?. De niña me escondía dentro del estudio de mi mamá y escuchaba varias de sus conversaciones. Me encantaba como siempre tenía algo que decir. Como se escuchaba siempre tan calmada, tan convencida y sensata. Tenía su lado morboso de que la gente soltaba lágrimas, odio y miedos. Me gustaba escuchar eso. Siempre he sido una metiche. Para mí era como escuchar un cuento. Donde hay un desafío y una lección. Te sorprenderías de lo que le cuesta a ciertas personas y a vos no te cuesta nada. Sos un pibe muy inteligente. Muy empático. Muy respetuoso. Un conciliador jaja. Oye, ¿Puedes patear esa piedra y darle a la que está allá, ya sabes como en el pool. Inténtalo. Uno nunca sabe sus capacidades hasta que prueba —aconsejó ella. Llegan a la biblioteca dónde trabaja Susana. Para Benjamín, el lugar representaba el otoño: el color de la madera de los libreros, los colores cálidos de los libros Ni lo bullicioso del verano. Ni lo callado y solitario del invierno. <<Solo le hace falta una chimenea. Aunque podrían quemar los libros. ¿No hay una novela sobre una ley de quemar libros?>> En eso vio una sesión de cómics, novelas gráficas y manga que le llamo mucho la atención. Estaba por agarrar uno cuando Susana lo llamó con un grupo de gente en una mesa. Le explicó que eran participantes de un taller de escritura y estaban haciendo ejercicio de una historia en conjunto improvisada cada uno aportaba algo. El tallerista animó a Benjamín a hacer un aporte de ideas. —No tengo gente de tu edad en mi curso. ¿Te animas? —dijo el hombre. Benjamín quería decir un rotundo "no". ¿Qué podría saber el de historias? Entonces visualizo en su mente a su tía diciéndole "Seamos objetivos, has visto historias por todos lados: en cuentos, anécdotas, películas y videojuegos" <<Y tendría razón la hipotética Susana. O de otro universo/realidad>> Benjamín río con ese pensamiento y lo del taller interpretaron como que tenía ganas de hacerlo. Ya era tarde para rehusarse. Pensó en lo que leyó en el manga y quiso añadir algo parecido de lo que le gustaba. Al decirlo se sintió muy ridículo, expuesto, y vulnerable. Todos lo miran con cara de curiosidad o seriedad. Aceptaron y siguieron la historia. Benjamín pensó que solo estaban siendo amables, pero luego algo increíble pasó: La narración se volvió cada vez más hilarante y extraña. Una señora quería ponerle algo de orden a la historia. Hacerla más lógica. Benjamín aportó como enderezarla y que sea un poco menos fantasiosa. Al final todos elogiaron sus ocurrencias y Susana le dijo: —Tienes el pensamiento lateral y convergente muy afinado. Probémoslo. Allí hay unos puzzles ¿Quieres jugar? Prometo que será algo solitario y tranquilo. —lo animo Susana. El joven, ahora estaba de buenos ánimos y predispuesto a dar una oportunidad a cualquier cosa que le ofrezca su tía. El puzle era fácil al principio lo cual lo hace sentir mejor. Hasta que llegó a ser un poco frustrante. Justo en ese momento de tedio, escucha como su tía Susana es tratada mal por su superior que le dice que tiene responsabilidades. La ningunea y la manda a una reunión en una escuela secundaria para que los incentive a la lectura (que otra bibliotecaria no puede asistir). Tal vez fue la frustración del puzzle o el acto de rudeza contra una tía que ha sido cariñosa e intimidante. Pero le recordó los peores tratos recibidos en su propia escuela. Mientras estaban en el taxi para ir directo a la escuela secundaria donde Susana daría la charla. Él quiere sacar el tema del bullying o maltrato verbal tratando de señalar lo poco amable que fue su jefe. Pero su tía se ponía en su lugar. Defendía su postura aunque admitía que no era la forma. Al sobrino no le fue posible encajar su tema. Y prefirió cambiar la conversación. Si se animó a decirle un poco retante "Eres demasiado amable". A lo que su tía riendo dice: —Yo soy de las lectoras que le gusta romantizar hasta el más hijo de..., el más descarado. Al cabo de unos minutos estaban en el sum de la escuela: Benjamín rodeado de adolescentes que nunca había visto, todos frente a Susana qué se denotaba un poco nerviosa. Se le vio el suspiro. Y arremetió con todo. —Alguna de ustedes los conozco porque han ido a la biblioteca. La mayoría no. Incluso los que van usan el espacio, pero no se atreven a leer una novela, agarrar un libro de no ficción. A preguntar o a participar de resto de actividades Existen un montón de medios de comunicación: visuales, escritos, sonoros. Una pintura, una fotografía, una ilustración. Esta la historieta, la novela gráfica. Una película, una obra de teatro (el simple hecho de actuar y expresar con la mirada, con el rostro, con los gestos); un folleto, una publicidad, la radio, un podcast, una entrevista. Libros de ficción (poesía por ejemplo), libros de no ficción (ensayos, enciclopedias), incluso videojuegos. Todas las ideas que valgan. Todo lo que es cultura tiene su lugar en la biblioteca. Pero está charla es más sobre ustedes. Para que sepan aprovechar este espacio para descubrirse, crecer, despejarse, soñar, organizarse y aprender. Porque un libro es una de las formas de transmitir ideas más potentes que hay. Que incluso el cine le es imposible replicar. Estímulos que solo tu mente podría dar vida de una forma original, propia que pueden nutrir el alma y la mente. Emocionarnos y hacernos reír, sentir miedo, amor, dolor. Y hay para cada uno de ustedes. De todos los géneros y tipo de información: serios y ligeros, complejos y simples. Un solo libro tiene consigo cantidad de ideas. Y una sola puede hacer mucho: además de disfrutar...puede hacernos aprender la visión de su autor, pero también nuestra forma de reaccionar, nuestros gustos y prejuicios. Nuestros conocimientos y forma de pensar. Cuándo persigan su pasión, que muchos ya tendrán figurado cuál es, nunca olviden el poder de un libro (de no ficción, pero de historias también) para explorar ese tema. Leer un buen libro es una forma de vivir deprisa e intensamente. Avanzar rápido en tus conocimientos, sentir profunda y visceralmente algo. Podemos leer cosas que pensaron gente de hace siglos. O leer algo contemporáneo de este mismo año. Para todas las edades. Para todos. Creo que un libro es uno de los mejores regalos porque te acompaña. Genera algo que viven juntos el libro y tú. La mayoría de las veces tiene que ver más con lo que dice él que con lo que traes tú. Pero siempre pones algo de ti al leer. Perder el miedo y la resistencia. Exponerse a las millones de ideas que existen en el mundo que existieron y que vendrán. Es importante. Para eso es la biblioteca. Para todos. Y no me hagan hablar de los estudios científicos que corroboran los beneficios de la lectura. Qué no soy experta. Acompañar es compartir algo contigo. Y darte algo, una entrega, hecho para ti. Encontré muchos libros, y sigo encontrando, que son para mí. Y les juro que hay varios perfectos para ustedes. Gracias. —concluyó Susana. Tal vez fue el estado de ánimo. O el aprecio que le fue adquiriendo a Susana. O como le fue comprendiendo y conociendo...pero a Benjamín aprecio la pasión que desprendió su tía. No tanto así los estudiantes de la escuela o los más notorios, por lo menos. Varios casos de adolescentes que se burlaban, la ignoraban, hablaban entre ellos, se peleaban o suspiraban e intentaban dormirse. Benjamín agarró el libro de la abuela y empezó a leer más partes. Esas historias reales ademas de distraerlo, lo ponían en los zapatos de muchos jóvenes y sus problemáticas diferentes. Hacia el ejercicio de tratar de empatizar con los chicos que no conocía y tenían otra cosa en su cabeza que escuchar a la tia. Sonó el teléfono de Susana, que estaba en su bolso al lado de Benjamín. Este no se animó a contestar. Al rato suena su celular. Era Marina, que preguntaba dónde estaban. Se acercaba la hora del funeral. El chico le contó lo que acababa de presenciar. A lo que Marina responde: "Pues sí. A los adolescentes de hoy en día no les importa nada. Son unos necios" Se acercó Susana que había reconocido el tono de su celular y le pidió a su sobrino que se lo pasase. Al abrir Benjamín su bolso...noto sin querer dos libros: uno sobre "Como superar el duelo a la pérdida de alguien", y otro sobre "Como hablar con adolescentes, la importancia de acompañarlos en esa etapa". Fingió no verlo y le pasó el celular. De camino al funeral, Susana estaba negativa para sorpresa de Benjamín. —Creo que les di un sermón filosófico. Muy serio en vez de incentivarlos a hacer cosas pequeñas que les devolverían mucho. Y pudieran ingresarlos en el mundo de la lectura. —Lamento Susana. Benjamín sintió que no era el único que se lamentaba por sobrepensar las cosas. —No. Estuviste genial —le dijo—Es más...me ayudaste a tener idea de que decir en el funeral. El cielo totalmente nublado. El frio. Lo aislado del lugar, junto con las lápidas grises. Para Benjamín y su mente imaginativa pasó del otoño de la biblioteca con sus colores, al invierno sobrio. Que momento para despedir a su querida abuela. Las tias se habían arreglado. Él era el único que estaba Igual que en la mañana. Sentía un dolor en la cabeza. Estaba tratando de concentrarse en lo que iba a decir. Había llegado a la conclusión de qué el mejor mensaje que podía decir de su abuela (y capaz de los mejores psicólogos) es que: <<Su apoyo, el estar ahí. Escucharte, acompañarte y compartir contigo...nunca te hace sentir solo. Te hace sentir como que el mundo te abre los brazos. Que la vida sigue adelante. Que tus problemas merecen ser escuchados y validados. Y todo eso gracias a su infinito deseo de aprendizaje: siempre estudiando, siempre buscando como ayudar, aportar, guiar y encaminar. Nunca dominar. Nunca imponer. Siempre escuchado. Siempre acompañado. Siempre aprendiendo a ser uno, mejor. Siempre está, o bueno...hasta ahora>> Varios amigos, casi todos mayores de edad, de la abuela aparecieron y empezaron a charlar con las tías. Benjamín no se sentía cómodo agregando nada, pero si los escuchaba atentamente. Casi todos decían lo mismo: el gran apoyo que siempre fue la fallecida. La gran amiga. La gran compañera. Eso hacía que el adolescente dudaba que tuviera algo que aportar con sus palabras. Bueno que decir que no sea conocido. Pero lo que lo derrumbó fue el comentario que no se dijo una, sino varias veces. De que aunque su abuela era muy de escuchar, casi nunca y con muy pocas personas compartía lo que realmente le pasaba. No buscaba ayuda. No se abría. Todos se preguntaban quién apoyaba a la que los apoyaba a ellos? De eso hablaba las oraciones que dijo en su nombre un amigo un anciano. Y mientras lo hacía lloraba. Benjamín también sentía ganas de llorar pero se contenía. Al final ayuda al hombre a bajar una de las tías. Y abrazándolo lo ayudaba a sentarse. Nuevamente Benjamín se sentía perdido. Se sentía un inútil. Se sentía solo. Empezó a llorar. Y más y más hasta caer en llanto tanto que tuvo que escaparse para que nadie se diera cuenta. En frente al cementerio había una gran florería. Se escondió en una parte aislada. Ahora sentía que estaba en la primavera. Quería patear una piedra, aunque sabía que no le hubiera satisfecho. Y mientras lloraba. Frustrado, encogido y agachado...pensaba: <<Vos me escuchaste siempre a mí pero... ¿Qué te aporte yo a ti? Y ya nunca podría remediarlo. Nunca tomaremos unos mates juntos. Esa última vez que nos vimos no te di el abrazo por mi timidez. Tengo miedo>> Su abuela le habría dicho que no se rinda a pesar del miedo. Y en ese momento Benjamín aceptó que tiene miedo al cambio. Que es aterrador la autorreflexión y el dolor que conlleva para uno. enfrentar...su sombra. Sentir. Y lo más aterrador es pensar que aún con profesionales, aún traspasando el dolor. capaz que nunca pueda cambiar. Nunca pueda dejar de ser el. <<No poder dejar atrás mis defectos ni mis problemas>> Se hacía tarde. El sol era muy fuerte. Empezaba el tiempo con Marina. Mientras se secaba las lágrimas, se levantó. Al salir la luz del sol lo encandilaba. Con el dolor de cabeza y el sentimiento de fiebre. Pensando en lo que le espera. No pudo más que decir: —Maldición. Llegó el verano.
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