Aunque llegué pronto, el anciano ya estaba esperando en el banco del paseo que habíamos convenido como punto de encuentro.

— Hola —saludé— ¿también va a Salamanca?

— Sí.

Me quedé esperando unos segundos, pero no dijo nada más. Estaba muy tieso, sentado en una postura incómoda, incluso para alguien mucho más joven. Por todo equipaje llevaba una vieja mochila de loneta que había perdido cualquier vestigio de su color original. Yo me senté en el otro extremo del banco y miré el móvil una vez más. Siete llamadas perdidas de Jaime en la última media hora. Necesitaba un respiro.

“Jaime, no me llames más, tío. Te dije que no llegaba al tren ni de coña. Me he buscado un BlaBlaCar y estaré allí por la tarde. Te aviso cuando lleguemos. Venga, adiós.” Envié el audio y puse el móvil en modo avión. Si Jaime seguía llamando, siempre podía decirle que estaba sin cobertura.

Cuando llegó el coche, el anciano entró en silencio y se sentó en el asiento de atrás, abrazando la mochila cochambrosa. Yo me coloqué en el lado opuesto y nos pusimos en marcha.

En seguida, el agotamiento y la extraña calma que compartía con aquellos dos desconocidos me hizo olvidar la insistencia de Jaime en que fuera a comer hoy con sus padres, aun sabiendo que me resultaría imposible. Un agradable sopor me venció y estuve durmiendo un buen rato.

Al despertar, observé que el anciano también se había dormido. Una vieja fotografía de una mujer joven y sonriente estaba a punto de caer de sus manos. Cuando intentaba colocarla de nuevo entre sus dedos, despertó.

— ¿Va a Salamanca a visitarla? —pregunté, entregándole la foto.

— Necesito verla por última vez —respondió.

Esta vez fui yo la que no supo qué decir.

— Alzheimer. Estoy en grado inicial, pero pronto empezaré a olvidar cosas —continuó.

— ¿Ella es su hermana, una amiga…?

El anciano acercó la foto a sus ojos, y la observó con atención, pero su mirada estaba muy lejos de allí. En otra época, en otro lugar. En el tiempo en el que se toman las decisiones que nos acompañan para siempre. Volvió a mirarme para responder con la serenidad de lo que ya está hecho:

— Ella no es nada. Pudo ser, pero no fue. Y ahora es el único recuerdo que quiero llevarme.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS