Las ruedas de la maleta se escuchaban en toda la calle, por lo visto era la única persona que había decidido salir de viaje un sábado.
Mis pasos se detienen ante un Mercedes Glc último modelo. La puerta del conductor se abre. Era un chico de unos 32 años, 1´90cm, y con un cuerpo cuya camiseta delataba horas de gimnasio. Ya había visto su foto de perfil en la aplicación, pero para nada esperaba encontrarme a semejante galán.
Guardada la maleta, subimos al coche.
– He puesto el aire a 19 grados, si tienes calor me lo dices y ajustamos la temperatura, ¿vale?
– Gracias, voy bien ahora mismo.
En pleno agosto, se agradece que el viaje sea lo más cómodo posible y que, por supuesto, disponga de aire acondicionado. No quiero ni acordarme del último viaje que hice. El coche no tenía aire acondicionado, a lo que le sumaba que íbamos tres personas en los asientos traseros formando un sándwich – no voy a decir quién era el queso –. Cuando bajé del coche había olvidado cómo se andaba.
– Bueno, y ¿por qué haces este viaje? – Me preguntó con cierta curiosidad.
– Sinceramente, no estaba entre mis planes irme hoy, pero es misión imposible encontrar un viaje directo hasta Badajoz. Trabajo allí y no había más opciones.
Conforme la conversación se iba dilatando en el tiempo, el chico empezaba a abrirse y a ser mucho más divertido de lo que parecía. Entre risas y anécdotas yo me empezaba a sentir muy cómoda, y atraída por el chico. No me había pasado jamás, en mis 28 años de vida. Fue un flechazo.
En un momento de silencio, mientras él pasaba la música desde la rueda del volante buscando la canción que tanto le gustaba, le hice la pregunta del millón.
– Por cierto, ¿cuál es el motivo de tu viaje? Será importante para haber escogido este día.
– He cogido la semana que viene de permiso para pasarla con mi chica. ¡Nos vamos a Lanzarote de vacaciones!
El castillo de naipes que había ido construyendo, se derrumbó en segundos.
– Mira, esta es la canción. Fue la primera que nos dedicamos, ¡jamás la olvidaré!
Descuida, a mí tampoco se me iba a olvidar aquella canción, Cristian Castro, ni aquel viaje.
– ¡Azul, y es que este amor es azul como el mar azul! – Cantaba a todo pulmón.
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