La chica de la curva
Imagino el deleite de esos tres niñatos al verme haciendo autostop en el arcén… Cómo se frotarían las manos al imaginarselas explorando mis curvas por turnos, sin sospechar el demonio brutal y despiadado que se oculta bajo el vestido blanco. Cuando el poder maligno se reveló fue demasiado tarde para todos. Uno murió al instante, atravesado por la puñalada de azufre quemado. Otro se despeño por un barranco al saltar despavorido con el coche en marcha. Y el conductor se empotró contra un árbol en su desesperado intento por mantener el control del volante. Yo me salvé de milagro, o quizá por ser la única que llevaba puesto el cinturón de seguridad. Y aquí estoy, a saber en qué maldita carretera comarcal, medio atontada y arrastrando una pierna rota por el arcén. Ojalá que el próximo que pase conduzca una camioneta llena de cerdos o sufra de congestión nasal, porque con esta flatulencia crónica no hay manera de compartir vehículo con nadie…
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