Paro mi BMW en la parada de autobús del hospital. Voy de camino al aeropuerto a recoger a mi hermana. Como siempre, me gusta llevar algunos pasajeros de BlaBlaCar. Ramón se acomoda en el asiento trasero. Es enfermero y acaba de terminar su turno de noche. Está feliz. En autobús tardaría una hora más.

Unos kilómetros más adelante paro en el aparcamiento del centro comercial. Ángela, guapa y alta, se sienta a mi lado. Vive en Chicago. Allí juega al baloncesto en las grandes ligas. Justo cuando quiero salir del estacionamiento, Roberto llega a la carrera. Jadeando, sube al coche. Su cara es amable. Lleva gafas. Parece un profesor.

El enfermero, agotado, se duerme y empieza a roncar. Subo un poco la música y los ronquidos se hacen más fuertes. Un director de orquesta invisible dirige la cómica sinfonía. No podemos evitar la risa. Ramón también comienza a reír. Está dormido pero igualmente sufre un ataque de risa violenta. Roberto lo graba con el móvil. Ahora todos reímos a carcajadas. Ramón despierta y Roberto le muestra la grabación. No se lo puede creer. Al bajar del coche se disculpa nuevamente.

Sube un hombre elegante, de unos treinta años, muy bien vestido y peinado. Ángela se muestra asombrada.

-Diego, ¿qué haces aquí?

-Quería acompañarte al aeropuerto.

Ángela explica que Diego y ella son pareja. Ella viene a España en vacaciones y él viaja a Estados Unidos ocasionalmente.

Roberto no se suma a la conversación. Está en su nube. Sus pulgares entrenan duramente en el gimnasio de su móvil. Diego pide ir al baño y paramos en una gasolinera. Es el momento de estirar las piernas. Ángela camina hacia la tienda. Roberto enciende un cigarrillo. Diego llama a alguien por el móvil mientras se dirige al baño. De vuelta en el coche, Diego advierte que olvidó su móvil. Mientras Ángela mordisquea un sándwich, su novio se dirige al otro lado del coche y abre la puerta. De repente, aparecen varios tipos armados con guitarras y cantando en voz alta. Ángela, sorprendida, no sabe qué hacer. Diego se arrodilla ante ella.

-Ángela, ¿quieres casarte conmigo?

Roberto filma el sí. La gente se acerca y aplaude. Muchas felicitaciones después seguimos hacia el aeropuerto. Con Roberto sentado a mi lado y los novios abrazados detrás, la aventura continua.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS