TIAN, El cielo donde se disipa el miedo

TIAN, El cielo donde se disipa el miedo

No es fácil convencer a mi madre para que atraviese la línea de la puerta de su hogar para aventurarse a deambular por las calles del barrio. No siempre fue así. Antes estaba más dispuesta a salir, pero ahora, tiene una excusa poderosa para no abandonar las paredes que circundan su casa. También es verdad que ahora es más viejita y eso también cuenta. Pero la razón principal que arguye ahora es que en cualquier momento de descuido algún malandrín pudiera adueñarse de su morada.

De la misma forma que un gotero en el hospital, los programas de algunas TV inoculan pequeñitas dosis de veneno, poquito a poquito en las mentes de los teleobservantes. Y mi madre es una teleobservante de primera. Y esas gotas ponzoñosas envueltas en una capa edulcorante realmente ensucian las miradas de mucha parte de la audiencia, y consiguen su perverso objetivo: que el miedo entre en sus vidas

En ese estado de ánimo recogía yo a mi madre con el coche el primer día de mis vacaciones. Hacía muy pocos meses que mi padre se nos fue al otro mundo y ella, sobre todo, y yo también, estábamos todavía consternados por la terrible pérdida. Nos dirigíamos a Albacete donde mis padres tenían una casa familiar donde aún se podían sentir los ecos de esos buenos momentos compartidos.

Compartir, compartir.. que bella palabra para la humanidad. Es la marca insignia de las especies colaborativas como la de los sujetos humanos.

Así que, aunque sabía que lo que le iba a proponer la iba a provocar un rebrote de ansiedad temerosa en una primera impresión mi intención era inocular un antídoto para esas fobias. Me dirigí al este de la ciudad para encontrarnos con dos desconocidas pasajeras que iban a acompañarnos en el viaje hacia Albacete en los dos asientos traseros vacíos del vehículo.

El viaje resultó muy placentero para todos y especialmente para mi madre, pues el lienzo que se presentaba a nuestros ojos de esos lisos y extensos paisajes manchegos, se fue decorando con los colores de los alucinantes relatos de la Venezuela natal de nuestras viajeras y sobre todo del fantástico destino al que llegamos en el mismo centro de la meseta: la escuela neijing de Tian 天 (Cielo)

La sonrisa de mi madre en la foto debajo del símbolo chino Tian me indica que el antídoto está haciendo su efecto.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS