Mártir del siglo XXI.

Mártir del siglo XXI.

Marcial López

31/10/2024

Hoy en día ser joven trae más riesgos que ventajas. Si uno se fija con atención, descubrirá cómo las redes del mundo hacen de los chavales unos ignorantes con la vanidad de creerse dioses; cuando un dios, no es más que otra invención de la propia sociedad para separar al hombre de su mayor enemigo y miedo: el propio hombre.

*

Era madrugada, volvía de fiesta y cuando quise darme cuenta, descubrí que aquel bus no era el mío. Sin pensarlo, en la siguiente parada bajé, observé los edificios y las farolas encendidas; intenté descifrar el lugar, pero no supe. Tomé el teléfono para llamar a mi madre y luego a un taxi, aunque improvisé pues se apagó la batería.

La soledad y la pérdida del momento obligaron implorarme a Dios cual mártir que espera su muerte. Casualidades de la vida o llámalo como quieras, un hombre se bajó a la par que yo, me vio desubicado y me explicó más o menos dónde estábamos; le agradecí al desconocido su ayuda como cuando a uno le dan la hora. Pero me insistió y quiso acompañarme a la marquesina opuesta. No pude negarme.

─Tengo aquí el coche ─señaló un callejón oscuro─. Si quieres puedo llevarte a casa.

Ahí ya ni de coña ─pensé en mis adentros─. Existía mil formas para volver a casa antes que hacer algo así; y cuando quise darme cuenta, ya había aceptado su propuesta y el hombre y servidor caminábamos hacia el coche.

Dentro, como si de un confesionario se tratase, me contó cómo huyó de su país, cómo llegó a España y cómo acabó de chico de compañía con una setentona a quien daba sexo y amor a cambio de regalos y lujos. Su realidad de ahora era completamente diferente: regentaba un bar en Malasaña y tenía una familia preciosa.

A pesar de nuestras distancias, sentí comprenderle tanto que pensé que aquel encuentro ya lo habia vivido. Fue gratificante escucharle, pues además de servirme como taxista, demostró que mis malas sospechas por su apariencia eran erróneas.

Me dejó a tres calles de mi casa, justo donde le dije. Y ahora, después de dos años, me arrepiento por no haberle contado todo de mí. ¿Sería dios quien hizo esconderme? ¿O el miedo? Fuese lo que fuese, sé que aquella noche se apagó algo más importante que la batería de mi móvil.

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