La noche estaba llegando con sus colores naranjas y violetas, de esos que me hacen quedar embelesada mirando fijamente; te vi recargado bajo una lámpara, estabas de espaldas, fumando un cigarrillo, solo bastó verte para sentir que te quería a lado mio; pregunté sobre ti a los que tenía cerca y resultó que te conocían, que ibas a ir a la fogata con nosotros.

Bebí un poco porque me sentía nerviosa de tenerte cerca, aunque lo deseara, me armé de valor y me acerqué a ti, te dije mi nombre y me dijiste el tuyo, hablamos mucho; me sentí atrevida y te pedí un beso, me llevaste aparte y me diste mucho más que eso.

Seguimos hablando y la noche nos atrapó de lleno, dormimos todos tirados en el suelo y nos despertamos con la efervescencia de los planes hechos al calor de la fogata, tomamos nuestras mochilas y buscamos la carretera, éramos 11, pero solo cinco nos dejamos llevar.

Pedimos aventón y se detuvo un señor, nos subimos y quedamos apretados, el señor iba a Mazatlán y decidimos que también iríamos para allá, nos contó que es chofer, que se llama Arturo y que iba a recoger un vehículo que se quedó tirado por allá; compartimos cigarros, cervezas y un camino escarpado de cinco horas, aunque la distancia fuera de 320 kilómetros.

Disfruté cuanto pude, me acurruqué en ti y respiré tu olor, hice preguntas para conocer mejor al sujeto que me atrapó con su halo de misterio en un juego de luces de atardecer, de cuando en cuando Arturo nos dedicaba una mirada por el retrovisor.

Sin pensarlo toqué fibras sensibles con mis preguntas, te sentiste tan libre de ser tú y de derramar tus desamores sobre mí, nunca vi a alguien tan triste por una ruptura, me sentí de más, sentí que sobraba y ese lugar tan cómodo me asfixió de pronto, pero me tragué mi orgullo herido y te di palabras de aliento, te abrace y te desee que todo se arreglara con ella, todos escucharon cómo se rompió mi corazón, todos menos tu. 

Encendí otro cigarro, miré por la ventanilla y me perdí en ese beso, en esos besos de la noche anterior, Arturo me pasó otra cerveza y ni la sentí pasar. Llegamos a Mazatlán, bajamos del auto, te di un último beso y me fui a tomar un autobús para volver por el camino andado.

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