Necesitaba salir, viajar al pozo de mis recuerdos para comenzar de nuevo, y un amigo casi olvidado de otros años y otras vidas me ofreció un asiento en su coche junto la mujer que lo acompaña. Sé, que me invitaron por obligación, para compartir y charlar durante el viaje. Frases vacías en un coche lleno de miradas. Lo siento, pero mi silencio es más valioso que mi voz, si no lo comprenden es que estamos lejos, que caminamos por sitios diferentes.
Con el estío al alcance de la mano y el viento fresco que la velocidad produce, noto mi cuerpo renovarse, buscar la vida, el goce, la sensualidad, el placer tranquilo, la música cercana. Voy solo en el asiento trasero y puedo ver sus miradas cómplices, y sus manos ansiosas delatando que yo sobro. ¿Por qué me invitaron? Yo también esperaba alguien junto a mí.
Nos acompaña el verano pletórico de olores: a hierba seca, a tierra húmeda de huertos regados en el crepúsculo tardío, a cerezas rojas, blancas y rosadas, a fresas de rojo intenso y sabor primitivo, a excremento de ganado perezoso y perezoso amo.
Desconozco los lugares que pasan veloces, solo aprecio el cereal dorado que se inclina sumiso mientras la somnolencia me sumerge en un ligero ronroneo.
Mis compañeros de viaje se desdibujan en el rincón de la tarde; un vaivén que mece el cuerpo cansado. No saben dónde voy, ni mi destino. Sé que me ignoran, también yo los ignoro.
Mientras las montañas brillan lejos, lo decido. Viviré de coche en coche, de ciudad en ciudad. No necesito casa ni compañía duradera, solo aquellos que me acepten a su lado mientras viajamos con rumbo que no quiero conocer serán mis compañeros. Me juramento para ser nómada el resto de mi vida, para ser cómplice de viajeros solitarios, para ser embajador de lo desconocido y la libertad.
Llegamos a nuestro destino a la hora convenida y me doy cuenta de que no hay gorriones ni brisa fresca, solo otra ciudad áspera e inhóspita, y comprendo que es un sueño la juventud perdida y la esperanza.
Este coche que me alejó del vacío íntimo, del ruido y la soledad, queda silencioso. Quisiera dormir recostado en sus asientos, abrigado por su compañía generosa, a la espera de un próximo destino. Quisiera que hoy fuera mañana para viajar y viajar.
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