El coche compartido estaba casi lleno cuando subió Javier, cargando una maleta enorme que apenas cabía en el maletero. Saludó tímidamente y se sentó en el único espacio libre, entre una chica de auriculares enormes y un hombre que hablaba por teléfono con un tono exageradamente formal.
No habían avanzado ni diez minutos cuando la conductora, Marta, que llevaba gafas de sol y una gorra con brillantina, anunció:
—Espero que no les moleste, pero siempre hago karaoke en mis viajes. ¡Es parte de la experiencia! Ya saben, el mejor entretenimiento a bordo.
Antes de que alguno pudiera negarse, Marta subió el volumen del estéreo y empezó a cantar “Despacito” con un entusiasmo digno de un concierto. Javier intentó disimular su incomodidad, pero la chica de los auriculares, que se llamaba Clara, se unió cantando en un falsete muy desafinado. La atmósfera era un poco surrealista, pero Javier sonrió, pensando que no todos los días se encontraba en un viaje tan peculiar.
Después de la canción, Marta, llena de energía, preguntó:
—¿Alguien tiene alguna historia interesante que contar? Yo he oído de todo en estos viajes: declaraciones de amor, avistamientos de ovnis… ¡Anímense!
Javier se sintió obligado a decir algo, así que, aclarando su garganta, empezó:
—Bueno, resulta que estoy viajando para conocer a alguien. Llevamos un año hablando por internet y hoy, por fin, tenemos nuestra primera cita en persona.
El coche estalló en comentarios curiosos y preguntas sobre el misterioso interés romántico. La emoción creció aún más cuando Clara, la de los auriculares, se inclinó hacia él con una sonrisa burlona:
—Javier, ¿tu cita no será con una tal Sofía?
Él palideció, y todos en el coche guardaron silencio, expectantes.
—Eh… ¿sí? —balbuceó—. ¿Cómo lo sabes?
Clara rió y sacó su móvil, mostrándole una foto de perfil muy familiar. Él sintió que el estómago se le retorcía.
—Yo soy Sofía —respondió ella, divertida—. Solo quería asegurarme de que eras simpático antes de nuestra cita. Dicen que la gente cambia mucho de la pantalla a la vida real.
El coche estalló en risas y Javier no sabía si reír o pedir que lo dejaran en la próxima gasolinera. Marta volvió a encender el karaoke mientras todos coreaban «Sofía», animados, y Javier se preguntaba si, después de todo, había tenido suerte en encontrar a su cita en ese mismo coche… aunque fuera bajo circunstancias tan inesperadas.
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