Aquella mañana de viernes de diciembre acabé mi cometido en Alicante antes de lo previsto, los huéspedes que entraban en mi apartamento llegaron por la mañana en aquel día lluvioso y frío, por lo que decidí adelantar mi vuelta a Madrid esa misma tarde, y cómo no, publiqué mi viaje en Blablacar, uno de los muchos que ya tenia, con pocas esperanzas de tener algún acompañante pues con apenas dos horas de antelación, escasas posibilidades tenía de tener alguna reserva. A los pocos minutos me llegó un mensaje, alguien quería viajar desde Albacete, pero tendría que recogerle en el centro de la ciudad según me pidió, yo no suelo recoger en Albacete porque queda apartada de la autovía a Madrid, pero accedí, prefería viajar acompañado por lo que no me importó desviarme. En unos minutos llegó un segundo mensaje solicitándome el poder viajar conmigo, para mi sorpresa era también para recoger en Albacete, sorprendente, concreté con ambos pasajeros el lugar de recogida, y allí estuve un poco antes sin más pasajeros que estas dos personas, en aquella tarde lluviosa y fría de diciembre. Llegó mi primer pasajero, un hombre de unos cuarenta años, se sentó en el asiento delantero, muy comunicativo, un tanto exultante, me comentó que había roto con su novia y que iba a pasar el fin de semana a Madrid a olvidar penas con unos amigos que vivían allí, unos momentos agradables de distendida y amena conversación mientras que apretaba la lluvia ya muy de noche; al cabo de unos minutos llegó el segundo pasajero, que irrumpió directamente en los asientos traseros. No olvidaré la expresión de emoción que observé en la cara de mi primer pasajero cuando se volvió a saludar al nuevo pasajero, ¡ qué haces tú aquí !, exclamó el primer pasajero !, era su novia !, el saludo de ambos fue frío e indiferente, no pronunciaron palabra alguna en todo el viaje, hasta que se despidieron de mí quedándose en Atocha, el trayecto fue frío como el anochecer, la lluvia era incesante y el ambiente muy tenso; lo bonito fue observar como ambos se iban juntos en la misma dirección y bajo el mismo paraguas. Continuaron caminando con sus bolsas al hombre hacia el paseo de El Prado. Me satisface el poder pensar que puede que hayan de nuevo unido sus vidas, tal como yo les vi caminar juntos en aquella noche de invierno bajo un paraguas.
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