-Hola ¿eres Jesús? Soy Cata. Digo casi sin aliento.
-Si, soy Jesús, encantado. Veo que vienes corriendo, dame tu maleta.
Tomo asiento mientras saludo a los ocupantes.
-Yo soy Ramón.
-Y yo Lorena, encantada
-Bueno, ya estamos todos, en marcha. Dice Jesús.
Todavía no me hago a la idea, solo he vuelto a Madrid en contadas ocasiones.
-¿Vives en Jerez o estás de paso? Pregunta Lorena por entablar conversación.
-Si, vivo en Jerez ¿y tú?
-Yo desde que nací. Responde.
Charlamos de temas triviales, trabajo, aficiones y amistades. Tenemos mucho en común. Gracias a ella las primeras horas de viaje se me han pasado volando.
Suena un mensaje, es mi hermano Miguel.
-Cata, ¿qué tal vas? He salido para despejarme y escribirte.
-Bien. Solo quedan unas pocas horas y estaré allí con vosotros.
-Vale, nos vemos en un rato.
Jesús toma la salida hacia el área de servicio.
-En media hora nos vemos aquí. Dice Jesús saliendo del coche.
Lorena y yo nos dirigimos al restaurante. Necesito tomar algo que apacigüe el gruñir de mi estómago.
El restaurante esta pobremente iluminado.
-Buenas noches, saludo al camarero.
-Buenas noches, ¿qué desean tomar? Nos pregunta.
-Un café con leche y un sándwich. Por favor.
-Yo lo mismo. Pide Lorena.
-Ahora mismo, dice mientras sirve y nos cobra la cuenta.
-Necesitaba algo caliente. Digo mientras doy un bocado al sándwich.
Engullimos la cena en dos bocados.
Al volver Jesus apura la ultima calada del cigarrillo y lo apaga.
-Salimos. Nos dice.
Apoyo la cabeza en el cristal frío de la ventana y cierro los ojos. Me siento mal por mi madre. Pensó que nunca la dejaría sola. Tuve que poner tierra de por medio. Después de lo que vi, no entendí que hiciese como si nada. Me sentí decepcionada.
La voz de Jesús me devuelve al presente.
¡No puede ser! dice parando en el arcén.La rueda pinchada.
Salimos del coche y Jesús coloca la rueda de repuesto. Solo tarda media hora en cambiarla.
Continuamos el viaje.
En la lejanía diviso las luces de la ciudad, Madrid nunca duerme.
Hemos llegado.
-Un placer conoceros. Digo despidiéndome
Me giro y continuo mi camino cuando Lorena pregunta en voz alta;
-¡Cataaa! ¿no te habrás confundido de dirección? Comenta extrañada.
-No. He venido al funeral de mi padre. Digo sin mirar atrás.
Subiendo los escalones, mi hermano espera en la puerta, arriba, un letrero iluminado, Tanatorio del Sur.
Fin
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