Jorge es tal y como lo había imaginado: alto, desgarbado y con los hombros como abatidos por la gravedad de su propia altura. Le recojo en Toledo, donde sube a la parte de atrás del coche, gira su larga melena rubia y se queda abducido mirando el paisaje, o tal vez los chorretones de la ventanilla que se interponen entre él y la llanura toledana.
—¡En marcha! Madrid nos espera —digo con un entusiasmo sin respuesta.
Tres rotondas después, paro a recoger a Clara, una pelirroja de pelo rasposo y un mechón verde que le tapa medio rostro y le conjunta con el único ojo visible, color marrón camuflaje. La chica se detiene al comprobar el pestillo en la puerta del copiloto, momento que yo aprovecho para, rauda y veloz, salir del coche y abrirle la puerta trasera.
—Aquí estarás más cómoda —le digo—. Clara, Jorge; Jorge, Clara. ¡Allá vamos! ¿Pongo música?
Ante el silencio de uno y el ‘como quieras’ de la otra, decido poner a prueba su pasividad.
—A ver qué hay por aquí… vaya… lo mejor del reguetón 2020 —digo, cogiendo un CD descolorido de la guantera—. Si no tenéis nada mejor….
El chasquido del reproductor al abrirse deshace el pasmo de sus miradas que pasan de la ventanilla y el móvil a confluir la una en la otra con pseudo-pánico.
—Ya conecto mi móvil —se apresura Jorge.
Al instante, una voz cavernaria y el sonido de guitarras, estridentes como arrastrar sillas metálicas en un suelo de cristal, invaden el coche.
—¡Blake Blasi Carriso! —exclama Clara a su acompañante.
—Sí sí —responde Jorge, a quien parecen atascársele los monosílabos por exceso de salivación—. ¿Le conoces?
—Soy superfán. Buah, ¡Whispers in Shadows! Esta me fascina —dice mientras se enrolla en bucle el mechón verde con una mano y, con la otra, tamborilea en mi reposacabezas.
Decido subir el volumen al máximo en un acto de autolítica generosidad. Elimino así toda posibilidad de escuchar su conversación el resto del trayecto, en el que ya solo me llegan becerros cantarines y ‘golpecitos’ en el cabezal.
Unas quince canciones después, observo la melena rubia y la pelirroja alejarse acompasadas por la Gran Vía de Madrid. Nunca llego a saberlo con certeza, pero creo que esta vez ha funcionado. Sonriendo y con el deleite del silencio post-Carriso, abro la aplicación para seleccionar a los compañeros de vuelta. Entre todos los solicitantes, los perfiles de Cloe y Nico me parecen de lo más afines. Les doy a aceptar.
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