Estaba acudiendo a la parada de Blablacar donde había quedado con Susana. Nunca había viajado conmigo, así que le envié mi matrícula y mi modelo de coche. Cuando llegué, apareció con un chico llamado Luis y entre risas se subieron a mi coche.
El chico, cargó las cosas de Susana y se subió. Cuando estamos dando la vuelta a la rotonda, llama por teléfono a un amigo y le dice que ya se había montado en un coche y que no sabía hacia dónde iba, pero que ya lo había conseguido. Con miedo, miré a los ojos de Susana con cara de circunstancia y le dije: “¿Es tu novio?” a lo que Susana me respondió “No lo conozco de nada, le había dicho que iba hacia Valencia y que había quedado contigo, y él me ha respondido que también. Decía que era amigo tuyo.
Escuchando la conversación de Luis que estaba teniendo por teléfono con su amigo, me di cuenta de que acababa de subirse al coche a un completo desconocido. Una persona que quería hacer el viaje sin rumbo. Acababa de llegar a España y no le importaba ni a qué coche subirse, ni a qué lugar ir.
Un sudor frío recorrió mi espalda. La conversación que estaba teniendo no era normal. Susana y yo nos miramos a los ojos en silencio con cara de miedo. ¿Qué estaba pasando? A continuación, pegué un frenazo, puse los cuatro intermitentes y paré delante de un hotel.
-Baja del coche, yo no he quedado contigo.
– No. No puedo seguir quedándome en esta ciudad (respondió Luis, nervioso).
Salí del coche y le abrí la puerta.
– Fuera. Estamos sintiendo miedo, no recojo a gente con la que no he quedado. Has mentido a Susana diciéndole que eras mi amigo. Lo que estás haciendo no es normal. Te estoy dejando todavía en el pueblo.
– ¿Dónde estoy? No puedes dejarme aquí -me respondió, a pesar de estar todavía en la misma calle en la que lo recogí-. Quiero irme de este lugar. No tengo dinero.
El desconocido olía a ron. Iba borracho y todavía sentimos más miedo. Conseguimos que saliera del coche y nos tranquilizamos. Lo peor de todo, es que no fue un sueño. Ocurrió de verdad.
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