Aquello que callamos

Aquello que callamos

Os pongo en antecedentes: en el mismo coche viajan, desde Valencia a Barcelona, Carlos, el conductor del vehículo, hombre responsable, trabajador y, por qué no decirlo, un poco tacaño; Daniela, la copiloto, despampanante a más no poder, trabaja en la empresa de Carlos; Sara y Manuel viajan en los asientos traseros. Todos fueron recogidos por Carlos en la misma parada a pesar de vivir en zonas distintas de la ciudad (que la vida está mu achuchá y la gasolina mu cara). Sara, de belleza disfrazada tras sus gafas y la rigidez de su mirada, mantiene la vista fija por la ventanilla con cara de pocos amigos y Manuel, echado hacia delante y sin cinturón de seguridad, intenta ligar con Daniela. Todos rondan la treintena.

—¿Y dices que trabajas de secretaria? Pues yo te hacía modelo —dice Manuel.

—Secretaria de dirección, para más señas. Además de guapa es inteligente —apunta Carlos (A ver si te crees el único que sabe hacer cumplidos, listo).

—¿De veras no puedes subir un poco el aire acondicionado? —fusila Sara a Carlos con la mirada a través del retrovisor.

—No, lo siento, está estropeado (por no hablar del gasto extra que eso supondría).

—Yo estoy bien así —dice Manuel asomado al escote del que Daniela desabrochó un botón a la media hora de iniciar el trayecto porque tenía calor.

—Necesito parar —asegura Sara.

—¿Ahora? (¡Qué tocahuevos, Dios!). Solo nos quedan cuarenta y cinco minutos para llegar —protesta Carlos.

—Necesito ir al baño ya —insiste Sara.

—A mí también me vendría bien estirar las piernas y empolvarme la nariz.

—(Ya te digo yo a ti lo que yo te empolvaría) Pues ea, a parar se ha dicho. Meemos todos —ríe Manuel divertido.

Carlos para en la siguiente estación de servicio y todos bajan del coche para ir al baño. Sara se encamina a la izquierda, hacia el aseo de señoras. Carlos y Manuel, hacia la derecha, al de caballeros. Daniela duda un instante. Después, sigue los pasos de sus compañeros.

—Es que en mi dni todavía figura mi antiguo nombre: Daniel. Y no es lo único que aún no he cambiado —asegura Daniela con sonrisa nerviosa y pícara.

—(¿Cómor?)

—(¿Ein?)

Sara, desde la puerta del baño, sonríe por primera vez en las dos horas y media que llevan de viaje.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS