Entre kilómetros y susurros

Entre kilómetros y susurros

Pablo Mangas

26/10/2024

Había pasado todo el día conduciendo, agotado de un viaje largo por carreteras secundarias. Pero cuando recibí la solicitud de viaje de última hora, no pude negarme. Su nombre era Rafa. Al detenerme en la estación, lo vi acercarse con una mochila al hombro, cazadora ajustada y una sonrisa de esas que parece un guiño.

—¿Tienes espacio para un pasajero más? —dijo mientras subía, y su voz, suave y segura, llenó el coche de inmediato.

Durante los primeros kilómetros apenas hablamos, solo el murmullo de la radio y el golpeteo de la lluvia contra las ventanas. Pero de vez en cuando, en la penumbra del coche, notaba su mirada fija en mí, analizándome, y eso me ponía nervioso, pero en el buen sentido.

Al cabo de un rato, rompí el silencio.

—¿Qué te lleva a viajar tan tarde?

Rafa se encogió de hombros, con una sonrisa entre misteriosa y juguetona.

—A veces, la compañía es más importante que el destino —dijo, y sus palabras quedaron flotando en el aire, cargadas de un significado ambiguo que hizo que mi pulso se acelerara.

Durante un rato, la conversación se tornó más cercana, y cada vez que nuestras manos coincidían en la palanca de cambios, dejaba la suya ahí un segundo más, como si probara mis límites. En algún punto del viaje, el ambiente era tan intenso que casi me atreví a detener el coche en medio de la carretera y dejarme llevar.

Al fin, tomé un desvío hacia el pequeño pueblo donde él me había pedido bajarse. Cuando el coche se detuvo, Rafa se inclinó hacia mí, tan cerca que podía sentir su respiración.

—Gracias por el viaje, David —murmuró, sus palabras acariciándome en un susurro que prometía más de lo que decía.

Antes de que pudiera responder, Rafa abrió la puerta, lanzó una última mirada cargada de intención y desapareció en la penumbra. Me quedé observándolo alejarse, intentando descifrar si lo que había pasado había sido real.

Al día siguiente, busqué su perfil en BlaBlaCar, queriendo repetir el viaje. Pero no había rastro de ningún “Rafa” en mis viajes recientes.

Nunca supe si fue un encuentro fugaz o una fantasía creada entre kilómetros y susurros. Solo sé que, cada vez que pienso en él, un escalofrío recorre mi espalda, recordándome ese breve trayecto que se sintió como una historia sin final.

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