Subí al taxi.
Le dije la dirección. Se puso en movimiento. Escuchaba en la radio un programa sobre cuestiones paranormales. El locutor advertía que podíamos estar conviviendo con extraterrestres. Podían llevar una vida y un oficio normal. El único modo de identificarlos era por dos marcas rojas en la nuca y el cuello, un poco más largo que la media. Dudé del taxista. El que escucha un programa así, no debe andar bien de la mente. Sospechó que el tema no me agradaba, porque al verme por el espejo, cambió de estación.
Comenzamos unaconversación por cortesía.
-Estas emisiones de la noche, ya no saben qué hacer. Prefiero la música (me dijo).
-Yo también.
-Si uno le tiene que hacer caso a todo lo que escucha: que la guerra nuclear, que la pandemia, que los niños de África, que los marcianos, uno se volvería loco.
-Me imagino (le dije).
Manejaba con la cabeza un tanto torcida hacia la derecha. Empezó a explicarme sin que se lo pidiera.
-A veces, de tanto tiempo que estoy, me resulta útil para descansar, mover un poco la espalda y me queda la cabeza un poco torcida. Voy bien, voy más cómodo. Hace años que lo hago.
-Lo que a usted le resulte, mientras llegue bien a casa.
-No se preocupe, llevo más de veinte años y jamás choqué.
-Eso sí que debe ser un récord.
-Ja. Puede ser.
Faltaban pocas cuadras. Reparé en su cuello. Tenía dos marcas. Reconocí que podía estar sugestionado, me pareció un poco más largo que el promedio. Evité mencionarlo para que no me hablara más. Llegamos. Le pagué y entré en casa.
A los pocos segundos escuché el estrépito. Volví a salir. El taxi había chocado contra un árbol. Me acerqué. El conductor no estaba. Supuse que había salido para hacerse ver en el hospital. Regresé a casa. Llamé a la policía. Le conté a mi mujer lo que había pasado. Ella leía un libro con la radio encendida. Dejó el libro en su falda y me escuchó atenta. Antes de que llegara a contestarme, escuché al locutor del programa paranormal que tenía puesto el taxista.
Dijo: “Tengan en cuenta que los extraterrestres se dan cuenta si alguien los descubre, y se suicidan. Jamás se encuentran sus cuerpos. Se desmaterializan. Hasta la semana que viene, en la que tendremos otro tema apasionante: los parientes muertos que se nos aparecen”.
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