El día en que murió Messi

El día en que murió Messi

El Blablacar cósmico frenó a sus pies. La puerta se abrió y se escuchó la voz más querida del fútbol argentino:

—¡Subí! ¡Dale, pibe!

—¿¡Diego!? ¿Qué…? —balbuceó Messi desconcertado.

—¡Te vine a buscar, boludo! —interrumpió Maradona, abrazando al recién muerto.

—No entiendo qué pasa…

—Paraste la pata, Leo… Y te ganaste el cielo.

—Pero… ¿y ahora?

—Ahora estás acá arriba con El Diego, que no te iba a dejar solo en este momento tan difícil. Y, bué, te vine a buscar y armé un partidito: Argentina contra los dioses. ¿Qué tal?

—¿¡Me estás jodiendo, Diego?! —Una sonrisa amurallada por la incertidumbre se dibujó en el rostro de Messi.

—Naaa. Dale, empecemos a calentar. —Y la combi se transformó en campo de entrenamiento.

—¿Y el resto del equipo? —preguntó Messi, embriagado de conjeturas.

—Están en la cancha, son todos unos muertos… obvio.

—¡Pectacular! No cambiás más, Diego, me hacés cagar de risa. Ehhh… ¿y cómo se juega acá?

—¡Igual! “Así en la tierra como en el cielo”. Hasta esa bosta del VAR tenemos…

—¡Jodeme que hay VAR! ¡No Diego!

—¡Una cagada! No piensan en el fúlbo, Leo, ni en los jugadores… Pero vos tranquilo que Éste nos dirige. —Y Maradona,entretejiendo sonrisas cómplices, señaló al conductor de la combi.

—¡Menotti! ¡Flaco, sos vos! —Messi palmeó feliz la espalda del Flaco Menotti.

A lo lejos comenzó a escucharse cada vez más fuerte:

Muchachos, esta noche, desde el cielo a brillar,

Diego y Leo ahora juntos, listos ya para jugar.

Con el alma en las nubes, la gloria va a llegar,

—¿Y ese quilombo?

—El estadio, no cabe ni un alfiler —respondió Maradona. Abrazados, se asomaron por la ventanilla y contemplaron el fervor de la multitud, con sus pechos henchidos de argentinidad.

La combi se pintó de celeste y blanco, y Menotti anunció:

—Vamos a jugar al estilo Messi, teniendo más presente al equipo. Organizados en 4-3-3. La idea es tener más presión alta sobre los dioses.

—Dale, Flaco, me gusta —exclamó Maradona.

—Clarísimo. Estoy re feliz. Muerto, pero feliz —dijo Messi.

—Acá traje las camisetas. ¿Quién de los dos va a llevar la 10? —preguntó Menotti.

El Blablacar cósmico se detuvo en seco, las estrellas contuvieron el aliento. Diego y Messi, en un momento suspendido en el tiempo, se miraron a los ojos. Luego, casi al unísono, proclamaron:

—¡Él!

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