Preferencias de viaje

Preferencias de viaje

— Busco en mis recuerdos y no encuentro ninguna situación traumática relacionada con los coches, pero por alguna razón que aún desconozco, a mis 35 años no tengo carnet de conducir. Digo aún porque es un tema que estoy trabajando con Marta, mi psicóloga. Aunque quizás no con la profundidad necesaria, ya que tenemos sesión una vez por semana desde hace ocho años y no hemos encontrado una solución al asunto.

Tal vez, no es una cuestión de profundidad sino de frecuencia. Al tener tantos frentes abiertos, los encuentros corren el riesgo de irse por las ramas y debemos priorizar: el vínculo trunco con mi padre, los interrogantes sobre mi profesión, relaciones amorosas frívolas, ideas persecutorias, pánico… es como si lo del carnet siempre pudiera esperar.

Lo cierto es que no me gusta sentir que soy una molestia. Sufro con el hecho de pedir favores y la falta de carnet me ha obligado a pedir unos cuantos. Por eso, debo admitir que cuando conocí la aplicación me sentí aliviado. Me dije a mí mismo: «Esta es la libertad que necesitas, ya no molestarás a nadie. Reservas, fijas un punto de encuentro y viajas». Parece publicidad encubierta, pero es la verdad, me cambió la vida.

Además, me encanta esa adrenalina de compartir coche durante horas con un grupo de desconocidos. No saber de qué tema se hablará, si escucharemos música o habrá silencios incómodos, si pararemos para ir al baño o a comer algo juntos. Otro tema para hablar con Marta, la adrenalina.

— Aquel debe ser Rubén, el pasajero que falta —comentó escueto Oscar, el conductor.

— ¿Quieres ir subiendo mientras le ayudo con la maleta? Ese fue mi primer trabajo en la estación de autobuses de mi pueblo cuando…

— ¿Sabías que en el perfil de la aplicación hay una sección de preferencias de viaje? —interrumpió serio Oscar.

— No la he visto —le dije.

— La deberías revisar, hay un apartado de conversación. Tienes puesto “No hablo mucho”.

— Eso sí que es publicidad engañosa —intenté bromear, pero Oscar ya había cerrado la puerta y se disponía a comenzar nuestro viaje de seis horas.

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