Blablacar: Risas y Desventuras

Blablacar: Risas y Desventuras

#bocadillo

En medio de la carretera desierta, el coche avanzaba pesadamente. Joel, en el asiento del copiloto, miraba por la ventana, mientras detrás, Marc jugueteaba nervioso con una botella de agua. Samuel, un hombre latinoamericano de acento cálido, intentaba meter su maleta debajo de los pies, aunque ya no cabía nada más.

Laura, la conductora, tragó saliva mientras maniobraba entre curvas estrechas. El coche estaba lleno de maletas y mochilas. “Esto no lo puse bien en la descripción del viaje, ¿verdad?”, pensó, intentando mantener el optimismo.

«Voy a prender un cigarro, ¿te molesta?» preguntó Samuel, abriendo la ventana. El aire frío entró y Joel se encogió más en su chaqueta. Laura arrugó la nariz, pero no dijo nada.

“Esto es una locura, ¿Cuánto falta?”, suspiró Marc, retorciéndose en su asiento. «Creo que me estoy meando otra vez».

Joel soltó una risa nerviosa. «Otra vez, ¿en serio?».

«Es que no paramos más a menudo», protestó Marc, aguantándose las ganas. Mientras tanto, Samuel abría un paquete de galletas, y las migas caían al suelo del coche.

«Quedan 20 kilómetros hasta la próxima gasolinera», dijo Laura, revisando el indicador de gasolina. Su expresión se endureció. «Hablando de eso…».

El coche tosió.

«¿Qué ha sido eso?», preguntó Joel.

«Tiene que ser una broma», dijo Marc, con los ojos muy abiertos.

El coche empezó a desacelerar. Laura, con un suspiro, apretó los dientes. “Nos quedamos sin gasolina”.

Silencio absoluto. Marc se movió incómodo, aferrándose a la botella vacía. Samuel levantó las cejas, mientras Joel rompió en carcajadas.

«¡Esto parece una película de terror de bajo presupuesto!», gritó entre risas.

«Más bien una comedia de las malas», respondió Laura, encendiendo las luces de emergencia. «Todo con maletas, un tío meándose, otro fumando y sin gasolina. ¡Qué viaje!».

Samuel sonrió. «Bueno, al menos no estamos en medio del desierto».

Marc, ya desesperado, señaló un cartel. “¡Mirad! ¡La gasolinera está a un kilómetro!”.

Joel se giró emocionado. “¡Vamos, podemos empujar el coche!”.

Todos bajaron del vehículo, empujando con fuerza mientras Marc se movía inquieto. A los pocos minutos, el coche llegó a la gasolinera. Marc, sin aliento, se apresuró al baño, mientras Joel y Samuel chocaban los cinco.

Laura, apoyada en el coche, sonrió. «Ya puedo contarlo: sobreviví a Blablacar».

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