Viajando con el cuarto pasajero

Viajando con el cuarto pasajero

Siempre que viajo y  comparto el coche con desconocidos, surgen amistades duraderas, nunca me explico como puede el destino reunir a las personas adecuadas y que resulte una experiencia tan enriquecedora. 

Mi ultimo viaje sucedió de vuelta de un retiro de silencio y meditación que duró una semana, en el santuario de Aránzazu, situado en el País Vasco, un maravilloso lugar donde fui a disfrutar de la ansiada » Paz «. 

El azar nos reunió a tres desconocidos y tuvimos la suerte de compartir el viaje de regreso a Madrid. La intimidad que se produce dentro de un coche no se logra en ningún otro escenario, las almas no pueden escapar. 

Comenzamos el viaje después de una semana de silencio y observación donde la única comunicación era la mirada y la leve sonrisa furtiva, cuando nos cruzábamos en los pasillos. Así que nada mas arrancar , las palabras brotaban como el agua de una presa a la que le hubieran quitado el muro de contención. 

Los tres queríamos contar nuestra experiencia y poder por fin presentarnos , deseábamos expresar algo de nuestras aparentes vidas y  mostrar esos aspectos del personaje que cada uno representa.

Los kilómetros pasaban sin darnos cuenta, y con una extraña sensación del no tiempo, parecía que ya nos conocíamos de antes, enseguida apareció una bonita energía, yo la llamo el «CUARTO PASAJERO», ya que no se le ve pero ocupa un gran espacio. 

La conversación era cada vez mas profunda y a la vez muy sencilla, resonaba entre las tres almas , de fondo la música empezó a sonar y comenzamos a cantar al unísono las canciones que iban apareciendo, nada fuera, ni siquiera las curvas de la carretera, nos distraía lo que estaba ocurriendo dentro del coche .

Me daba la sensación de estar viviendo una escena de una película  de esas de buen rollo, donde los protagonistas  se ponen a cantar y la música les une, nunca me había pasado algo tan espontaneo y tan auténtico. 

Y allí me veía, disfrutando de ese viaje que transcurrió muy rápido, sin tener prisa por llegar , el presente era lo único que se respiraba y sin darnos cuenta llegamos a nuestro destino.

 Cuando me bajé del coche sentí una extraña sensación, un cambio de frecuencia como si cambiáramos el dial de una radio y allí nos despedimos con un abrazo intenso.

 Lo que viví en ese coche se queda en ese coche , pero el recuerdo de ese día lo llevaré siempre en mi corazón.

 

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