Estaba notando estos días como al coche le costaba arrancar sin un motivo aparente. También el pestillo de una puerta se me había bloqueado y no hacía caso al mando. Y la ventanilla del piloto iba un poco loca.

Era viernes y me disponía a marchar de Burgos a Asturias. Llevaba una chica de Blablacar y otra iba a recogerla en Aguilar, que llevaba dos horas aguardando en la estación, porque había llegado desde Cervera en autobús.

A 40 km de Burgos se me paró el coche. Justo conseguí arrimarme a una entrada de un camino, a lo que el volante quedó bloqueado. El tráfico era intenso en los dos sentidos y te afeitaban.

Abrí el capote y salía un poco de humo del ventilador. Creo se había quedado sin agua.

El día anterior había terminado de consumir los datos en el móvil y apenas podía buscar nada. La viajera se dispuso a darme wifi, pero comprobó que no tenía cobertura. Hace justo dos días me había caducado el seguro del coche y estaba renovando con otra compañía. Tenía que buscar el teléfono de asistencia. Por fin pude llamar y me atendieron a pesar de no haber pagado todavía la cuota.

Llame también a la chica de Aguilar contándole que no sabía si iba a poder recogerla. Al instante, nervioso atendí la llamada de la grúa.

Mientras tanto buscaba una solución para mi acompañante de Blablacar escrutando si existía otro viaje, pero apenas conseguíamos entrar en la aplicación.

Logré contactar también con el compañero de piso, Senegalés y le conté que me había quedado tirado.

No se pensó en irme a buscar y dijo que me dejaba el coche para que pudiera continuar el viaje.

La grúa llegó antes y quería llevarme el coche a Villadiego, pero me interesaba que esperara al compañero que no tardó en llegar.

Los gruistas siempre tienen prisa. Mi compañero intentaba restar importancia a lo que había pasado y proponía llevarlo a un taller en Burgos que tenía confianza, pero ahora estaba cerrado. La chica de Blablacar estaba lo mar de tranquila. El más nervioso era yo por todos, a pesar de que me llamaban “el hombre tranquilo”.

Al final me llevaron el coche a Burgos. Yo pude continuar el viaje. La de Aguilar había conseguido tomar un autobús. La pasajera resultó ser una persona encantadora con la que podía ir hasta el final del mundo.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS