Aquellos que ya murieron

Aquellos que ya murieron

Ana Gracia

02/04/2018

AQUELLOS QUE YA ESTÁN MUERTOS

CAPITULO I

Viernes 2 feb de 2018

¿Te acuerdas del viejo mugriento que siempre veíamos en aquel banco? Sí, el que está a lado de esa estatua rara del centro de la plaza. Pues hace dos días leí que apareció muerto.

Sí, claro que sabes de que tipo te estoy hablando. Ese mugroso que se acurrucaba en el banco que está más a la izquierda. El maldito ya debía rondar los cincuenta. Acuérdate que desde aquí mismo le veíamos levantarse de vez en cuando y escupir algún chino que pasaba a su lado sin saber si iba a ser atacado o no por su locura. Como me descojonaba cuando se levantaba de repente y alzaba lo brazos corriendo detrás de ellos y como se reía el puñetero viejo. Siempre con ese puto cartón de vino arrugado en sus manos. Y después volvía sin más a su banco de mierda a seguir bebiendo mientras la puta vida pasaba de largo.

Desde aquí sentadas le hemos visto ir y venir de un lado a otro de la plaza como si nada y nunca antes hablamos de él. El muy puto se integraba con el paisaje como esa estatua que lleva todo la vida ahí. Yo en el fondo me alegro. ¿Por qué cojones tenemos que soportar a esa inmundicia humana? Yo francamente estoy harta. Me jode, me jode mucho pasar y ver a un tío tirado en el suelo entre cartones, vestido con ropa de mierda, siempre con el puto cartón de vino barato o sino empujando un puto carrito cargado de más mierda. ¿Por qué coño existen? ¿Qué cojones aportan?

Sabes lo que te digo, que lo que le ha pasado a éste, le tendría que pasar a todos. Si en la calle no existiese porquería todos seríamos un poquito más felices.

Si, no me mires así. Sé que piensas lo mismo. Además, si lo hubieras visto como yo no te harías la remilgada.

Pues sí, y qué, pasaba por allí y lo vi tirado en el banco. Le habían rajado el cuello y todavía tenía los ojos abiertos cuando yo llegué. Creo que aún respiraba, pero no hice nada. Me quede mirando sus dedos llenos de sangre que comenzaba a secarse como barro. Tenía la lengua fuera y la garganta gorgojaba como si el muy puto se resistiese a dejar de respirar. Imagino que serían los últimos espasmos del cuerpo antes de dejarse ir. Sus manos se habían quedado enroscadas al cuello tratando de taponar la herida mortal y su asquerosa barriga todavía fluctuaba evacuando los últimos deshechos que contenía. Olía muy mal y todo en él daba asco.

Después llegó la policía y me fui. Pero sabes, no estaba sola, aparte de mí había una puta y un viejo con un perro. Cuando oímos las sirenas acercarse los tres salimos de allí por patas.

Ya sé lo que estás pensando y quizás tenga razón. Pero por favor, ahora siéntate porque no dejas de moverte a un lado y a otro y me estás poniendo nerviosa. No protestes más, joder, es lo que hay. No tengo más remedio que hacer esto, ya lo sabes. Él me lo ha pedido porque piensa que no soy capaz de hacerlo. Será gilipollas. Llevo toda mi vida analizando las cosas que pasan a mi alrededor para sacar conclusiones y piensa que no voy a ser capaz de hacer algo así. Pues se lo voy a dar todo con pelos y señales. Tú ya sabes que hablar sobre mí no es algo que me guste pero si el muy cabrón quiere que lo haga lo haré. Estoy cansada de que me presione haciéndome ver lo que no es, solo porque crea que no tengo criterio para discernir sobre lo que digo. Sí, posiblemente tú tengas razón y empezar así mi relato no sea apropiado para lo que me pide, pero me da igual. Sino le gusta que se joda.

¡Mira! Corre, asómate. Joder, como lo sabía. Te has dado cuenta de lo que te digo. El mundo esta lleno de sucia inmundicia, el puto viejo está en el hoyo y el banco ya ha sido ocupado por esa zorra. Tú que opinas, ¿cuántos años la hechas? Yo no creo que tenga más de treinta. Puta borracha, qué cojones habrá hecho para acabar así. Mira la mugre que le cae del pelo. Anda y hace lo mismo que el viejo, mírala como corre detrás del chino. Puta loca. Pues no, no sé si es chino, coreano o tailandés, para mi son todos chinos, no me líes.

¿Qué por qué estamos aquí? Ya lo sabes, me gusta. Si, no me jodas otra vez con lo mismo. No es el bar de toda la vida pero es de los pocos sitios donde te pides un café y no tienes que estar esquivando al camarero cada quince minutos para consumir algo más. Este sitito es perfecto. Tú puedes ir y venir a tu antojo sin que molestes a nadie y aquí cada cual va a lo suyo. Nadie se mete en los asuntos de nadie. Y además, me encanta porque desde el segundo piso al lado de la ventana, sentada en un sofá y no en una de esas malditas sillas de madera, veo sin ser vista. No te quejes tanto, esto sería antes un café de los de toda la vida pero llegaron los tíos de “Starbucks” y lo hicieron mejor. Pues sí, tú di lo que quieras pero esto es el futuro y a quien no le guste que se joda. El garito guarro de los churros está desapareciendo. La gente ya no quiere sitios donde se sigue tirando servilletas al suelo y se usan palillos. ¡Qué asco! Y tú lo sabes. Cuantas veces hemos entrado a algún bar de los de toda la vida y hemos tenido que salir por patas. Hay peña muy guarra. Créeme, es mejor venir a un sitio así donde el café lo cobran a millón pero esos pobres “mileuristas” te atienden como si su sueldo dependiese del disfrute de tu experiencia. Todo bien, de verdad. Estamos en la puta esquina de la Gran Vía con Plaza de España, tomándonos un delicioso café, sentadas (o de píe en tú caso cuando te apetece) y ya ves, tan ricamente.

Pero bueno, siguiendo con la historia del puto viejo, te decía que su muerte pese al asco que me dio, que quieres que te diga algo se removió dentro de mi. No es que me importe, tú ya lo sabes, pero ese tío no tuvo a nadie que le llorase o quizás si, pero prefiero pensar que no, porque ¿quién puede ser tan hijo de puta de conocer a alguien en sea situación y no ayudarlo? Y que te repito que a mi me da igual, pero creo que todos nos merecemos una última mención aunque sea para cagarnos en la puta madre de quién nos trajo al mundo sin permiso. En fin, qué si, que ya ves que lo hice. En honor al viejo puse una esquela en el ABC para atacar conciencias. Si, ya sabes que a más de un cínico le gusta enterarse de las desgracias ajenas y francamente a alguno de ellos les incomoda la idea de no haber sido buenos cristianos. ¡Qué se jodan! En lugar de acudir tanto a su iglesia deberían mirar más a su alrededor y cumplir los mandamientos de su dios. Pero ya sabes, es mas fácil confesar los pecados y pedir perdón que hacer lo correcto.

Ya, creo que a él no le va a gustar, pero yo pienso así y ya sabes que me gusta incordiar y joder a los que me joden. No quería un diario de mi vida, pues lo va a tener. El muy cabrón, si pudiera no lo haría créeme, pero busca que no siga contigo y eso no lo va a conseguir. Tú y yo sabemos que todo esto viene de donde viene, pero tenemos que ser más listas que él y estar preparadas.

Yo te debo mucho y hay cosas que no se olvidan. ¿Te acuerdas como nos conocimos? Si no hubiera sido por ti todavía estaría tirada en cualquier sitio preguntándome por qué no lo vi venir. Joder, aun sigo percibiendo el mismo olor a podrido cada vez que entró en casa. Es sutil, ya no huele a perros muertos pero cada día me da una bofetada al entrar para asegurarse de que no me olvido. Luego se va, tú lo sabes. Apenas tengo que abrir un poco la ventana y desaparece. Peor era al principio. Todo me olía a mierda. Sobretodo cuando por casualidad me iba encontrando con algo que aun quedaba pendiente de guardar o tirar. Y mira que nos dimos prisa las dos por recoger todas sus cosas cuanto antes. Sí, te reconozco que tenías razón en que cuanto antes desapareciese de mi vista, antes me olvidaría de todo. Pero sabes que fue muy duro. El tiempo pasado no se borra así como así, deja huellas. Son pequeñas estampas que guardan un segundo concreto que de repente te asalta cuando tropiezas con ellas y se clavan como un puñal, retorciéndose por dentro para desgarrar la mayor superficie posible. Así de malo es y aunque revisamos otra vez cada rincón de la casa para deshacernos de cualquier resto suyo, todavía hoy me encuentro alguna cosa suelta como un calcetín que por descuido se dobló con uno mío o una pequeña nota de papel entre las facturas que me anuncia que todavía somos deudores de algo que no pagamos. Son pequeñas tonterías como abrir el cajón de los cubiertos y ver el cuchillo de sierra que siempre usaba porque decía que el resto eran una porquería o la estúpida pelota de tenis que se ponía tumbado en el sofá para masajearse cuando le dolía espalda. Todo eso que quizá yo fui ocultando sin ser consciente para no dejarlo ir del todo. Sí, ya lo sé, joder, no me grites que me pones nerviosa y voy a terminar levantando la voz y luego ya sabes que la gente mira y no me gusta. Yo soy así, no es nada nuevo. Ya me viste el primer día, no soy fácil y sabes, tú no deberías juzgarme tan a la ligera. Tampoco eres doña perfecta y casi nunca te tienes que enfrentar a las cosas por las que yo paso. No, no entres en eso ahora, siempre tienes que salir con la misma historia cuando te ves acosada, pero es que es verdad. De nada me hubiera servido llevarte la contraria el día que te conocí y además, tú sabes que no hubiese podido. Tú jugabas con ventaja aquel día y podrías haberme prometido el Nirvana que yo te hubiese creído. Tan solo si pienso en el tiempo que llevaba dando vueltas en la Línea 1 del metro. Las estaciones pasaban rápido: Plaza Castilla, Valdeacederas, Tetuán, Estrecho, Alvarado,… así una tras otra y yo tan solo me dejaba llevar. Lo único que deseaba en ese momento es que nada hubiese pasado, que todo hubiera sido una puta broma del destino y que ese viaje en metro fuese en realidad un viaje en el tiempo que lo borrase todo. Maldito día. Sentada en aquella silla infernal iba viendo como el vagón en el que viajaba se llenaba y vaciaba una y otra vez. La gente que entraba se apilaba unos contra otros para conseguir llegar a su destino lo antes posible y daba igual la cercanía. Algunos casi podían haberse abrazado adoptando una postura más natural que la que intentaban mantener para no caerse por los vaivenes abruptos del tren. Y el olor, que asco. Aquella gente olía mal. Esa mezcla rara de sudor y humedad que enrarecía el ambiente no dejó de perseguirme durante todo el viaje. Aunque no sé si lo peor de todo fueron los escupitajos de los que tosían sin taparse la boca por imposibilidad o simplemente mala educación. Recuerdo que pensé en lo fácil que sería matarnos a todos allí mismo solo respirando una cantidad suficiente de monóxido de carbono. Si, aquello hubiera sido una muerte dulce y en cierto modo un escarmiento para todos aquellos imbéciles que apestaban a sudor y tosían como tísicos desahuciados. Aunque para serte franca tampoco les deseé una muerte tan piadosa a todos los que allí había. Sí, ya sabes que tú también me has hablado de esos impulsos con los hijos de puta que se piensan que están por encima de todos. Esos tíos sebosos que entran en cualquier sitio y hacen lo que les sale de los cojones por que sí o los niñatos con perforaciones casi anales en las orejas que miran su teléfonos de cientos de euros como si el único canal de comunicación con el mundo estuviese en esa pantalla. Ni siquiera se percatan de tener una pobre ancianita enfrente a la que deberían ceder el asiento, te diría que por cortesía, pero que sabrán ellos lo que esa palabra significa. Y no solo me hubiera cargado a esos tíos, también hay mujeres que no deberían andar sueltas por ahí, como esas latinas emigrantes que entran exhibiendo una voluptuosidad insultante, creyéndose las reinas del mambo con esos culos gordos y esas carnes prietas. No, no digo que las mujeres no deben estar orgullosas de quienes son, digo que lucir esas gorduras como si nada está mal porque defienden una salubridad inexistente. Las odio. Ya sabes que odio todo lo que trata de ser diferente a los convencionalismos solo por el hecho de serlo y en eso no tengo escrúpulos. Lo que no aporta nada hay que erradicarlo.

Vaya, ahora se han sentado estos dos aquí y te han quitado el sitio. Mira que te lo había dicho. Si dejases de pasearte de una puta vez, nada de esto hubiera pasado. Ahora tendremos que estar más atentas a lo que hablamos y no sabes como me jode esta situación. Es verdad que tienes razón en eso y ya sé que me lo habías dicho. Lo malo del puto “Starbucks” es que la peña que viene no tiene conciencia de lo que es la intimidad y les jode que alguien ocupe un sitio donde pueden sentarse cuatro. Yo no lo haría, ya lo sabes, tengo un alto concepto del respeto a la intimidad de los demás, pero ¿qué puedes esperar de estos putos “millenials”? Para ellos vale todo. Son los más listos, los más altos, los más guapos, lo más todo. Gilipollas, eso es lo que son. Todos ellos. Niñatos imberbes que se creen que saben cuando no tienen más que mierda en las tripas. Acaso se creerán que no van a tener que pasar por lo que pasamos todos. A ellos el futuro les importa una mierda. Todo está expuesto y lo que no se expone para que sea opinable. Pero ¿qué puta locura es esa? No. No quiero arruinarte el día con mi reticencia a ver a estos especímenes como algo natural. Tú puedes decir que es el factor evolutivo el que anda en juego, pero yo te insisto en que se trata puramente de la máxima estupidez humana. Estos niñatos tendrán que pasar hambre como hemos pasado todos para darse cuenta de que una y otra vez caemos en los mismos errores. No son esa generación unida y comprometida con un todo global. Son una generación perdida, carente de imaginación y sometida a un aislamiento artificial que ellos mismos nutren y manipulan sin saber que lo hacen. Idiotas. Mira, míralo tú misma. Estos dos, cuantos años crees que pueden tener, veintidós, veintitrés, … Fíjate en los cuatro pelos de la barba y en la resistencia de ese acné ya pasado. Ahora deberían comenzar a actuar como adultos y sin embargo, qué hacen. Pues nada, se vienen aquí con sus “Vans” de más de cien euros y su ropa “Superdry” probablemente comprada en Londres por papá y mamá. Vestidos como andrajosos, como si lo normal fuera llevar la ropa caída enseñando la goma de los calzoncillos “Calvin Klein” como si nada.

SINOPSIS

Una mujer de cuarenta años que sufre esquizofrenia se ve sometida a un tratamiento experimental que consiste en escribir un diario de su vida cotidiana durante un mes, mientras su médico le retira la medicación que la mantiene estable. A partir de este momento ella nos dará una visión de los acontecimientos presentes en su entorno y de cómo su pasado influye en la forma que tiene de concebir el presente. Durante todo el relato ella nos narra una serie de dificultades que la conducen a llevar una vida miserable de la que a toda costa quiere escapar. El entorno la persigue y una y otra vez le hace enfrentarse a situaciones que limitan su libertad contra las que desea luchar pero no sabe cómo. En su mente enferma sabe que la solución pasa por aplicar medidas drásticas para limpiar el mundo de las impurezas que le hacen vivir como vive. Dentro de su delirio se verá a abocada a convertirse en un justiciero al servicio de un concepto del bien alterado, construido sobre las bases de un mundo imperfecto que ella interpreta a su forma. Los mendigos y la decadencia humana que ellos representan son el eje central donde se concentra toda la ira de la protagonista y a través de su exterminio, ella piensa que podrá cambiar el mundo.

Este es el relato de un viaje a través de la locura donde lo que no se debe decir y se dice estará justificado. La incomodidad de algunos hechos que la protagonista describe castigará las consciencias de todos los que hasta ahora creyeron que vivir era fácil.

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