UNA NAVIDAD CON SORPRESA
24 de diciembre. Voy a llegar a la cena de Navidad por los pelos.
Un conductor me había cancelado un viaje directo Madrid-Burdeos y he tenido que coger dos bla-bla: uno Madrid-Irún, coger “el topo”, una estación hasta Hendaya y allí enlazar con otro bla-bla hasta Burdeos.
Llegué al punto de encuentro en hora, que ya me costó porque algunos conductores se empeñan en quedar en la puerta de su casa, a 900 metros del metro, en lugar de darnos facilidades y quedar en la parada más cercana.
Tres pasajeros más el conductor. Cuando fuimos a meter las bolsas en el maletero hubo un poco de lío porque había muchos paquetes en bolsas. Por los regalos de Navidad, imagino.
Observé que a Mario, compañero de viaje de Marisa, le faltaba una oreja y me salió una risita nerviosa y de sorpresa. Pedí disculpas y aunque a Mario no pareció molestarle a Marisa sí.
Claudio, el conductor, era una persona tranquila, amable y con experiencia de muchos viajes compartidos.
Marisa tenía un look entre siniestro y gótico: labios, ojos y uñas pintados de negro, gran melena desaliñada y ropa al uso. Sus conversaciones giraban sobre esoterismo, ritos brujería y aquelarres. Mario estuvo todo el viaje como absorto, con la mirada perdida y su participación en las conversaciones se limitaba a monosílabos.
Marisa, con Mario, regresaba a un pequeño pueblo, no recuerdo el nombre, de las montañas de Euskadi. Una pequeña pedanía donde vivía con su madre, solas y casi aisladas.
En San Sebastián se bajaron Marisa y Mario. Eran los que más bolsas llevaban y se volvió a formar otro pequeño lío.
En Irún me bajé yo sólo para recuperar mi bolsa del maletero y mi sorpresa fue ver un pequeño paquete que le vi manejar a Marisa y que con el lío de bolsas se le debió de caer de una de ellas. Instintivamente lo cogí y lo hice mío. Me despedí de Claudio y el trayecto hasta Burdeos transcurrió con sentimientos de culpa, arrepentimiento y venganza.
Finalmente llegué a la hora para la cena familiar y con la emoción y el reencuentro me olvidé del paquete.
Al día siguiente, día de Navidad cuando me desperté fui directamente a recuperar el pequeño paquete de Marisa. Lo abrí y cuando vi su contenido mi sorpresa fue mayúscula: la oreja de Mario.
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