Problemas en el estacionamiento

— Salimos tarde, ¿verdad? —dije, ajustando el asiento inclinado.

Las luces y el ruido afuera me aturdían. Mi madre suspira desde el copiloto:

— Para eso salimos dos horas antes, ¿no?

Mi padre, al volante, parece al borde de perder los estribos.

— ¡¿Podrían ayudarme a encontrar un lugar libre en vez de quejarse?! —gruñe.

Oh, allí… —empiezo a decir, pero otro coche ya ocupa el espacio. La paz en el rostro del otro conductor me frustra. Mientras tanto, mi hermano y su novia están pegados en el asiento a mi lado. Giro la mirada.

— ¡Vamos, solo necesito una oportunidad!

La determinación en el rostro de mi padre me hace querer animarlo, pero siendo introvertido, no lo haré.

— ¡Apúrate, padre! ¡A ella no le dieron mucho tiempo de permiso!.

Mi hermano alza la voz. Lo irracional que fue su queja me hace querer saltar por la ventana.

— ¿¡Esto no es culpa mia!?. Mira afuera, estamos atrapados en este caos.

Tiene razón, los vehículos están demaciado cerca unos de los otros. La carretera está repleta, es asfixiante hasta cierto punto.

— ¡Avancen! ¡Avancen rápido!.

A un lado de la carretera, oficiales ayudan a facilitar la circulación.

No, en realidad no. Solo sacuden las manos y hacen señales que no logran nada.

— ¿¡Quien fue el que dio la idea de venir aquí!? ¡Ahora estaríamos disfrutando cómodamente en casa!.

Se hizo un silencio incómodo. Todos miramos a mi padre con expresiones complicadas y dijimos al unísono.

— Fuiste tu…

Pasados 30 minutos más, logramos encontrar un lugar donde estacionar el coche.